20. Misterios, dudas y reencuentros.

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"Baile de primavera. Chicas, no olviden alistar sus vestidos, no faltes. Sábado, 20 de abril del 2014, 19:30 horas."

Resoplé al momento que giraba los ojos, mientras leía el ridícula afiche en la entrada del instituto.

—Qué gran estupidez —pensé en voz alta.

—Aun no entiendo el por qué a tu odio hacia los bailes —comentó Matt, que se encontraba a mi lado.

Volví a resoplar.

—Es una gran estupidez. Todas las chicas se ponen a hablar de cosas sin importancia —respondí—; "oh, debo comprar un vestido nuevo", "oh, debo ir a la peluquería para que me hagan un criadero de aves en el cabello", "oh, necesito hacerme las uñas, porque las personas no tienen nada mejor que hacer y tienen que mirar mi intento de lucir como Gatubela" —expliqué, poniendo mi voz de descerebrada.

Matt rió.

—Eres toda una exagerada, no creo que se pongan así por...

—El baile de primavera. ¡Necesito un vestido nuevo! ¡Urgente! —chilló una chica a nuestras espaldas, interrumpiendo en discurso que estaba a punto de decir Matt.

Ambos nos dimos la vuelta y vimos a un montón de chicas reunidas, viendo el cartel con ilusión.

¿Ven a qué me refería?

—¿Qué decías? —Me burlé, mirando nuevamente a Matt.

—Decía que tienes toda la razón: las chicas pueden sobre-emocionarse con un baile —Se corrigió.

Reí.

—Siempre tengo la razón —bromeé.

—No, aún no te llamas Matt Parker para tener ese poder —contraatacó.

Y yo sólo me dediqué a reír. Este chico podía llegar a tener problemas de egocentrismo.

Pero con egocentrismo y todo, seguía siendo mi mejor amigo.

—Vamos, Einstein, llegaremos tarde —avisé.

.

.

.

Decir que la clase de matemáticas estaba cargada de una gran capa de tensión e incomodidad, definitivamente, era quedarse corto.

Zack se encontraba a mi lado y ni siquiera se dignaba a mirarme, o pedirme que le explique algo.

Yo había hecho mis ejercicios hace un buen rato y ya me estaba comenzando a hartar esta situación de frivolidad.

No había pronunciado palabra conmigo y eso era algo realmente, preocupante viniendo de un idiota tan fastidioso como él.

No sé qué demonios le pasaba a este imbécil. Ya había pasado una semana desde que fue a mi casa y ha seguido con su actitud de estúpido-distante.

No saben las ganas inmensas que tenía de darle un puñetazo, para ver si volvía a la normalidad, o por lo menos decía el por qué de su actitud.

Comencé a golpear la punta de mis dedos, repetidas veces, contra la tabla de mi mesa.

Dios, esto era más aburrido que una partida de ajedrez de una sola persona.

Mis ojos no se despegaban del reloj y los minutos parecían pasar con más lentitud de lo habitual.

De repente, una mano se posó en la mía, haciéndome pegar un respingo.

De nuevo, esa sensación de un millón de cactus en ella.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora