27. Nuevos descubrimientos y sorpresas.

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Narra Zack:

 Definitivamente, despertar así era algo a lo que podría acostumbrarme por el resto de mi vida.

Isabel aún dormía, a pesar de que ya debían ser más de las diez de la mañana, pero no tenía la menor intención de despertarla. Tenía el semblante tan pacífico, tan tierno, tan desaliñado, tan... perfecto.

Me fue imposible no quedarme mirándola como idiota.

Tenía el cabello hecho un revoltijo, tenía algunas marcas de las sábanas, y mi camisa en su mejilla, la boca ligeramente entre abierta, y estaba prácticamente encima de mí.

Reí entre dientes ante la escena.

Soy hombre, y no me había imaginado a Issy y a mí..., bueno, ustedes entienden, no lo había hecho hasta ayer.

Usualmente, con las otras chicas, la relación era únicamente de sexo, y listo, sin ningún tipo de compromiso, o algún sentimiento de por medio, pero con Issy... todo era completamente distinto, con ella me llegaban más sentimientos de cariño, diversión, y ternura que de lujuria, no es que no sea atractiva, porque siéndoles sinceros Issy era jodidamente ardiente, pero con ella había algo distinto, siempre hubo algo distinto.

Al principio, me había acercado a ella porque me había parecido atractiva, ¡lo admito! Pero no había sido sólo por eso, también había sido porque había despertado mi curiosidad, siendo la única que iba sin maquillaje, ropa ancha, y una cola de caballo sencilla. En mi instituto, encontrar a una chica así, es como encontrar a una virgen en un prostíbulo, sí, así de extraordinario era.

¿Y por qué seguí detrás de ella, insistiendo? 

Fácil: además de ser la única que no se arreglaba más de lo necesario, era la única chica –y la única persona, hasta la fecha–, que se había dignado a tratarme con tanta insolencia. Esta chica era dinamita pura. Y aún lo es.

A medida que le insistía, y ella se resistía se volvía cada vez más interesante la idea de acercarme a ella. Lo raro es que jamás me había dado cuenta de lo mucho que había cambiado en el transcurrir de los años; pasó de una chica de coletas de caballo, ropa exageradamente ancha y frenos, a ser una chica con una hermosa cabellera rubia con rizos colgando a sus costados, ropa de talla adecuada, y con una dentadura perfecta.

Es increíble cómo vamos cambiando con el paso de los años, y ni siquiera somos conscientes de ello.

Isabel se movió de repente, haciéndome salir de mi ensoñación.

Bajé la mirada a ella, vi que me estaba mirando con una sonrisa perezosa en los labios.

—Buenos días. —me saludó, con voz algo ronca de tanto dormir.

Le sonreí de vuelta.

—Querrás decir: buenos mediodías. —le corregí, mirando que ya era la hora del almuerzo.

Ella abrió los ojos un tanto sorprendida.

—¿Mediodía? —me miró incrédula. Luego pareció pensarlo un poco, y se encogió de hombros. —Puedo hacer un esfuerzo por levantarme temprano hoy.

Ahora el incrédulo, era yo.

—¿Temprano? —pregunté arqueando una ceja. —Debes estar bromeando.

Ella me miró con expresión seria, y abrí la boca sorprendido.

—De hecho, hablo en serio, pero si te hace sentir mejor creer que es una broma, no soy quién para romper esa ilusión, cariño. —dijo.

Y esta es una de las razones por las que más me gustaba Isabel: nunca podrías dar algo por seguro tratándose de ella, siempre tenía algo nuevo por descubrir, nunca podrías llegar a saber lo suficiente de ella. Nunca te podrías cansar o aburrir de ella.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora