Una relación secreta

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—Estás muy guapa —me dice con su preciosa sonrisa.

—Muchas gracias, igualmente —respondo algo cortada y sonrojada, mientras miro al suelo con una sonrisa no tan bonita como la suya.

—¿Entramos?

—Sí, perfecto.

Entonces, justo cuando voy a abrir la puerta del restaurante, Jordi se me adelanta, la abre y me invita a que entre primero. ¡Qué mono! Jordi es tan gentil y tan adecuado que no lo logro comprender, ni por activa ni por pasiva, como su mujer ha podido abandonarle. ¡Es que es de estúpidos! Si yo fuese ella, le trataría como se merece. Le llevaría el desayuno a la cama, le daría mimitos nada más levantarse, me ducharía con él, le compraría todas las semanas algún detalle... En serio, cuando digo que el mundo se está volviendo cada vez más tonto, no miento. No obstante, eso lo podría hacer ahora mismo, creo. La verdad es que no sé muy bien qué somos exactamente. El otro día nos besamos, hemos quedado, nos hemos acariciado, abrazado, nos hemos soltado piropos... ¿Estamos saliendo o no? Todo me está siendo algo confuso; lo mejor es que hoy intentemos aclarar nuestra situación para no marear más la corriente.

Tras entrar, un camarero se dirige hacia nosotros y nos indica que le sigamos hacia nuestra mesa. Como resulta muy propio de él, antes de sentarse, empuja mi silla, me indica que me siente y luego vuelve a arrimarla a la mesa una vez ya sentada. Nunca antes había conocido a nadie tan educado, maravilloso, perfecto, inteligente, divertido y especial como él. Cada vez que él realiza pequeños gestos de educación y respeto como este, siento mi corazón latir con mucha fuerza. Hace poco que nos conocemos y ya le quiero mucho. A veces en esta vida conoces a personas que son muy difíciles de encontrar. Se tratan de individuos que quieres mantener en tu vida, pero que, sin embargo, resulta bastante complejo encontrarlos; es como uno entre siete billones de personas. Muy difícil, ¿verdad? Pues siento que Jordi es como si fuera ese uno entre billones de personas. Ojalá me aclare las cosas; necesito saber si estamos saliendo o no, porque me muero por estar entre sus brazos, oler ese magnífico perfume que lleva, mirar a esos preciosos ojos verdes marronosos, contemplar su barba recién afeitada y sus preciosos labios.

—Esther, ¿qué pasa?

Mierda. Me ha pillado mirándole embobada. Disimula, disimula... Piensa en alguna excusa o cambia de tema rápidamente.

—Ehhh... ¿Qué te vas a pedir? Yo no sé aún...-respondo algo incómoda y avergonzada por haberle mirado de esa manera.

Él se ríe un poco y vuelve a echar una ojeada al menú.

—Pues creo que me pediré un sandwich de setas. ¿Y tú?

—Yo optaré por el que tiene pepinillos, tomate, lechuga y beicon. 

Una vez ya pedida la comida, junto con su cerveza y mi Coca Cola, comienza a hablar Jordi.

—Oye, ¿y si vamos a pasear un ratito por el Central Park después de comer? No está lejos.

—¡Vale, perfecto! —Esta es mi oportunidad. Tengo que iniciar la conversación acerca de nuestra relación. Espero que no le resulte muy incómoda—. Oye, Jordi, yo...

—Querías hablar sobre tú y yo, ¿no?

En serio, este hombre cada vez me sorprende más. Ahora es capaz de leerme la mente. Impresionante, pero a la vez aterrador... Si supiese él con exactitud lo que pienso de él...

—¿Cómo lo sabes?

—Bueno, sencillo, yo también lo he pensado.

—¿Ah sí? ¿Y en qué has pensado?

—Realmente me gustas, Esther. Como ya te expliqué, estoy casado, aunque a punto de divorciarme. Puede que sea cristiano y respete el sagrado sacramento del matrimonio, pero no soy tonto. Marta, obviamente, me está engañando y paso yo de quedarme de brazos cruzados mientras espero a que vuelva a casa y volvamos. Eso sería de estúpidos, pero no lo soy. Por tanto, no veo el impedimento de vernos. Si te parece bien, podemos salir juntos, aunque sea en secreto para evitar conflictos. ¿Me entiendes?

Al oír esas palabras, no puedo evitar sentirme muy feliz. ¡Por fin puedo hacer con Jordi todo lo que tenía en mente! Me da igual que sea en secreto, con tal de besarlo haré lo que me pida. Me estoy enamorando de él y quiero estar el máximo tiempo posible a su lado.

—¡Genial! ¡Estupendo!

—¿Te parece bien?

—¡Sí, sí! Si a mi me encantas, Jordi, y me alegro muchísimo de que pueda salir contigo finalmente. Aunque no entiendo una cosa...

—Dime.

—Si estamos saliendo en secreto, ¿por qué ninguno de nosotros lleva ahora mismo un disfraz o algo para que no se nos vea?

La pregunta le pilla de sorpresa. Creo que le parece algo original y divertida, puesto que se está riendo.

—No lo había pensando si te soy sincero...

—Bueno, creo que ayer hubo fiesta, por lo que dudo mucho que haya gente paseando por el Central Park.

—Ya, pero es mejor prevenir que curar. Creo tener unas gafas de sol en el coche y un sombrero. Quizá así será mejor.

—Podemos probar. ¿Por qué no?

De repente, él me mira y sonríe, a la vez que me acaricia poco a poco la mano con suavidad, lo cual hace que se me ponga la piel de gallina. Supongo que lo ha notado, ya que acaba de parar de hacerlo, aunque a mí eso me guste mucho: sentir su piel tocando la mía con esa delicadeza que le caracteriza...  

Antes de que lleguen los platos, seguimos conversando. Le menciono pequeños detalles personales, mientras que él me cuenta anécdotas vividas en Bilbao junto a su familia, nos reímos, nos entendemos, reflexionamos juntos... Todo es perfecto a su lado. Con él se pasa el tiempo muy rápido; ¡ni siquiera me había dado cuenta de que ya  estábamos tomándonos el postre! Cuando uno se lo pasa muy bien, disfruta tanto del momento que se olvida de todo, incluso del tiempo.

NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora