Navidad (II)

5 1 0
                                    

Después de la comida, decidimos ir a descansar a un hotel. Aunque él es catalán, pasó mucho tiempo en Bilbao. Sin embargo, antes de mudarse a Nueva York, porque tanto a su ex como a él le salieron trabajos ahí, vendió su antiguo apartamento. El hotel está bien. Asequible, pequeño, pero agradable. ¡Y encima tiene una sauna!

Ya en la habitación, decidimos descansar un poco. Él durmiendo y yo leyendo, hasta que al cabo de media hora se despierta.

—Buenos días, amor...—se despierta Jordi.

—¿Buenos días? —me extraño y me acerco a un él a por un beso.

—Ya no sé lo que digo —dice riéndose.

—Ha estado bien la comida con tu familia. Parecen agradables.

—Sí, no ha estado mal... ¿De verdad dices eso? ¿De verdad tus palabras son sinceras?

—¿Cuáles?

—Lo de ayudar al más necesitado, las clases de idiomas y todo eso.

—Sí, ¿por qué no?

—Porque es lo más precioso que he escuchado a alguien decir. Realmente eres muy madura —me mira detenidamente a los ojos—. ¡Cuando quieres!

—¡Ah!

Y ambos empezamos a reír sin parar y hacemos pelea de almohadas, como si fuéramos dos niños.

—Bueno, ¿y qué hacemos? ¿Nos tomamos un chocolate caliente? Hay un local, cerca del Ayuntamiento, en el que sirven unos deliciosos churros con chocolate. ¡Has de probar!

—¡Guay! Y después podemos ir a la sauna... Y... ya sabes...

—Ya sé por dónde vas —me mira fijamente y me besa apasionadamente.

Al cabo de unos minutos de pasión, se nos quitó el calentón y fuimos a la zona de Ayuntamiento y vimos el local al que se refería Jordi. 

—¡Buenas, primo! ¿Qué tal?

¿Cómo? ¿Cómo que su primo? ¿Esto es una encerrona para conocer a toda su familia?

—¿Primo? ¿Pero esto qué es...?

Jordi me mira y lanza una risotada. Tanto su supuesto primo como yo nos quedamos extrañados.

—Pedro, esta es Esther. Esther, este es mi primo Pedro. Hoy estamos de presentaciones familiares —se explica riéndose.

—¡Ya veo que has cambiado mucho, viejo amigo!

—¿Pero no erais primos? Me estoy liando...

—Anda, Esther, sentémonos ahí. Pedro, sírvenos dos chocolates calientes con churros.

Una vez sentados, me empieza a contar la vida de su primo Juan. La verdad es que este hombre lo pasó muy mal. Se divorciaron sus padres y a los dieciocho años no fue a la universidad, siguió con el negocio familiar, mientras se formaba a su vez en marketing y finanzas por su cuenta, para así llevar a flote el negocio. En Bilbao hay demasiadas heladerías, pastelerías y puestos de chocolate caliente, por lo que hay que saber diferenciarse. Por eso, esta cafetería tiene servilleteros con imágenes de tebeos y las paredes forradas de imágenes de superhéroes para los niños más pequeños. Eso atrae a la clientela más juvenil e infantil. ¡Y ya sabemos cómo es Jordi! Un poco infantil, pero... ¡me encanta!

Pedro ya nos entrega los churros y Jordi estaba dispuesto a comer ya, pero le paro.

—¡Espera! Se me ha ocurrido un juego —sugiero con un tono divertido y sugerente.

—Dime, me apunto —responde acercándose a mí.

—Cierra los ojos. Yo también los cierro.

Ambos cerramos los ojos. Me fío de él y él de mí, eso espero. Cojo un churro. Intento meter el churro un poco en mi taza.

—Abre la boca.

Me hace caso sin hacerme más preguntas.

—Ahhh 

—Viene el avioncito... Hazlo por mamá.

—Mami, he sido bueno —dice en tono infantil.

—Lo sé y por eso... ¡VIENE EL AVIÓN!

Intento meterle el churro con chocolate por la boca, pero acabo manchándole la barbilla.

—¡OYE!

—Espera que lo hago bien esta vez.

Noto donde está la boca, pero le hago de rabiar y acabo manchándole la nariz.

—¡OYE! ¡No vale!

—Está bien, está bien. 

Y por fin le metí el churro por la boca. Él hizo lo mismo conmigo. ¡Karma! Así seguimos durante un buen rato hasta que nos cansamos y decidimos disfrutar más tranquilamente de los churros con chocolate, aunque sinceramente parecían más porras que churros.



NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora