Noche de chicas

24 6 16
                                    

Viernes por la noche, Kato está mirando con detenimiento las puntas de su pelo, mientras que Emma echa una ojeada a una revista que se ha leído como unas mil veces y yo observo el techo mientras pienso en lo ocurrido esta mañana  ¿Quién me iba decir que iba a vivir momentos tan aburridos como este en la gran e impresionante ciudad de Nueva York? Ya harta de estar sin hacer algo productivo con mi vida, me levanto de la cama de un sopetón.

—Vale, ¿alguien me puede decir que estamos haciendo ahora mismo?

—Mmm... Pues entretenernos, ¿no lo ves? —añade Kato sin dejar de mirarse el pelo.

—¿Ah sí? ¿Os estáis divirtiendo de verdad? ¿Preferías seguir aquí haciendo lo que diantres estéis haciendo en vez de salir e ir a dar una vuelta?

—Tienes razón, Esther —suspira Emma—. Pero, ¿qué vamos a hacer? No hay ninguna fiesta interesante a la que asistir, ni tampoco hay películas en la cartelera que merezcan la pena ver. Además, los autobuses van a tardar mucho en venir hasta aquí. Es un viernes por la noche y apenas hay.

—Pues, podemos hablar, por ejemplo. Pero no estemos en silencio todo el rato. Si no, es un rollo.

—Vale. ¿Y de qué queréis hablar?

—Bueno... No sé...—digo, intentando pensar en algún tema realmente fascinante.

—¿Y si jugamos? —propone Kato con un tono bastante animado y alegre.

—¿A qué?

—A "Jamás he..."

—¿Y en que consiste?

—Pues en que una persona dice algo que nunca ha hecho y, si alguno de los presentes, por algún casual, lo ha hecho, tiene que beber.

—Mm... No está mal.

—Por mí, vale. Pero no tenemos alcohol.

—¡Yo sí! ¡Tengo una botella de champán en mi mochila! —exclama Kato.

Ante tal comentario, Emma y yo no dudamos en mirarnos la una a la otra con caras raras. ¿Qué narices hace una china que parece tranquila y tímida con champán en una mochila?

—Kato, ¿por qué está el champán metido en una mochila? Seguro que está caliente —comento extrañada.

—No. La pregunta aquí es: ¿qué haces tú con champán? —pregunta esta vez Emma.

—Pues, me la trajeron unos amigos, yo la acepté y me la metí en mi mochila, puesto que tenía hueco de sobra.

-Bueno... Esto... Yo no sé ni que decir...

—¡No digas nada y que empiece el juego!

Después de que Kato abriese la botella de champán y lo sirviese en tres vasos, comienza así el juego.

—Empieza tú, Emma.

—Está bien... Jamás he hecho el amor.

Ante tal negación, solo yo bebo, lo cual no sorprende, ya que Kato, aunque pueda estar un poco loca, no parece la típica chica que haga el amor todos los fines de semana.

—Bueno, Esther, ¿cómo fue tu primera vez?

—Pues fue con Miguel... Hace un año. Después de una larga y dura semana de exámenes, un viernes fuimos a su casa y lo hicimos rápidamente, porque tenía miedo de que viniesen sus padres. No sé cuanto duro. Diría yo que entre unos cinco y diez minutos. Nada especial, por desgracia-explico, mirando al suelo un poco triste.

—Bueno... Tú, no te preocupes. Algún día tendrás el mejor sexo de tu vida. Si quieres, continúo yo... —dice, aclarándose la garganta—. Jamás me han tocado el culo, ni siquiera mirado.

Me río ante tal negación de Kato, me río y me sirvo otra copa de champán.

—¡Uy, uy, uy! —exclaman las chicas.

—¡Sí! —exclamo sin parar de reírme—. Me acuerdo que cuando tenía quince años, había un chico,  el más guapo del colegio, que en ocasiones me miraba el culo. Durante esa época, me diagnosticaron depresión. Me creía muy inferior, no veía nada bueno en mí, por lo que pensaba que estaría de broma y que en absoluto sería digna de su belleza. No obstante, él seguía y parecía que iba en serio. Yo no decía nada, solo sonreía, porque era muy tímida en aquella época, pero en el fondo me gustaba mucho cada vez que me tocaba el hombro para que le mirara y cuando me soplaba al cuello cada vez que se encontraba detrás de mi...  Marcos ayudó a fomentar mi autoestima y a ser más feliz. Siempre le recordaré, aunque  realmente nunca estuve enamorada de él.

—¡Uy, uy, uy!-vuelven a exclamar, pero esta vez más alto.

—Como en toda historia trágica, él se tuvo que ir a Estados Unidos, mientras que yo tenía que seguir en España —suspiro, recordándolo con melancolía—. Desde entonces, no lo volví a ver, a pesar de las veces que recé por volver a verlo. Le deseo lo mejor. Fue el único chico que no me hizo llorar, ni celos, ni nada. Y eso que era muy sexy y a muchas le gustaban; aunque yo, al principio, pasaba de él. Él lo sabía, así que tuvo que hacer tonterías para ganar mi atención.

—¡Ay! ¡Ojalá lo volvieses a ver, Esther! ¡Podría ser el amor de tu vida!

—Bueno, paremos de contar tristes historias de amor. Ahora me toca a mí —digo yo rompiendo el silencio y continuando con el juego—. Jamás he fumado.

Ahora solo Kato bebe, mientras que las demás la miramos cómo lo hace.

—Era para impresionar a alguien, que al final terminó pasando de mi. Solo fueron unas caladas, nada del otro mundo.

Yo jamás fumaré. Tuve muchas ganas durante mi depresión. Quería drogarme, fumar... Quería hacerme muchas cosas malas, salvo seguir viviendo. Era un infierno. Solo quería cerrar los ojos y desaparecer definitivamente. 

Entonces, cuando menos me lo esperaba, Emma añade que jamás ha sido detenida por la policía y Kato no se corta y bebe, mientras que Emma y yo la miramos con la boca abierta.

—Fue por desorden público en mi viaje de fin de curso. ¡No fue nada más! ¡Creedme! ¡Además que muchos de mis compañeros hicieron cosas peores y ellos sí fueron a la cárcel!

—Joe, Kato... Sí que me sorprendes... Eres como una caja de bombones... ¡No sabes lo que te va a tocar!

Conforme seguimos con el juego, más nos divertimos y más bebemos. Emma apenas ha bebido, pero tanto Kato como yo nos hemos tomado unas copitas de más. Ya siento como el alcohol me está haciendo efecto. Sin embargo, aun así, no logra lo que pretendía conseguir con el juego: distraerme del dolor que tengo en el pecho por Jordi...

NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora