Una familia rota

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A las tres, llegó Alex y vio el desorden que hice en la cocina. Se asustó tanto que fue corriendo hacia mi, que me encontraba tumbado en el sofá con una botella de vino acabada. No me encontraba en buenas condiciones, por lo que mi hija, con mucho esfuerzo, intentó moverme y llevarme a la ducha. Tras intentarlo durante muchos minutos, al final terminé duchándome estando muy ebrio y, después de eso, me eché una siesta en la cama, que me sentó bastante bien.

Ahora me encuentro terminando de ver la tercera temporada de la serie Modern Family con mi hija tan tranquilamente. Son ya casi las nueve. Debe de estar a punto de llegar la bruja de mi mujer. Le expliqué lo ocurrido a Alex sin olvidarme de nada. Menos mal que ella cree que tengo razón. Es mi única esperanza; sin ella, no sé dónde estaría yo ahora mismo...

Al cabo de unos instantes, el reloj marca las nueves y justo en ese mismo momento aparece Marta por la puerta.

—¡Buenas! —saluda ella tan feliz, como si nada de antes hubiera ocurrido. Ya sé ve cuánto le importo...

Yo la miro, ella también me mira, pero yo aparto mi mirada y opto por no hablarle.

—¿Pero qué diantres te pasa ahora, Jordi?

Sigo sin querer hablar. Es mejor permanecer en silencio que decir cualquier estupidez o algo que pueda resultar bastante ofensivo. No obstante, Alex, la única persona a la que de verdad le importo, se pone de pie y me defiende a capa y espada.

—¡¿Perdón?! Estás vacilando, ¿no?

—¿Cómo diantres te atreves a hablarme así? ¡Soy tu madre y exijo respeto!

—¡Exiges mucho, pero luego tú no das! ¡Eres una mala persona, mamá! ¡¿Cómo narices le pones los cuernos a papá?!

—¡Ahhhh...! ¡Que es por eso! —y entonces ahora me mira a mí  durante un momento—. ¡Tú también te crees  las paranoias de tu padre! ¡Es que lo flipo...! ¡Lo que le pasa a tu padre es que no soporta que yo trabaje más que él y que, por ello, gane más dinero! ¡Además, como se siente tan inseguro, cree que soy una guarra y que me voy liando con cualquiera que me encuentre en la oficina!

—¡Hombre...! ¡No eres muy santa que digamos, mamá...!

Marta se queda con la boca abierta, mientras que yo no puedo evitar reírme un poco.

—¡¿Pero tú de que te ríes, idiota?!

—¡Mamá! Reconoce que vuestra relación no es muy saludable que digamos. Yo creo que deberíais...

—¿El que?

—Divorciaros.

Ahora nadie pronuncia ninguna palabra; el silencio inunda la sala. Tenía la intuición de que iba a sacar ese tema. Me invade una mezcla de sentimientos contradictorios. Por una parte, me gustaría ya separarme de esa amargada mujer; pero, por otra, no quiero romper con ella, puesto que la quiero y llevamos mucho tiempo juntos. A su vez, es la madre de mi hija y antes iba todo perfecto. Creo que necesitaríamos ir a terapia o algo parecido antes de tomar cualquier decisión precipitada. Aun así, yo sigo sin manifestar ninguna palabra. Durante el resto del día, voy a permanecer mudo, salvo con Alex, que es la única persona que me entiende.

—¿Y tú quien carajos eres tú para decirnos lo que tenemos que hacer? ¡Eres una niña, yo soy adulta! ¡Tengo más poder que tú!

—Pff... Ya veo lo adulta que eres —comenta Alex con cierta ironía.

Entonces, Marta reacciona de la manera menos esperada. Le pega una bofetada a nuestra hija. Alex la mira con odio mientras le caen lágrimas de sus ojos y corre rápidamente a su cuarto. Yo la sigo, pero antes de entrar en su habitación, miro a Marta con la peor mirada que le han lanzado en su maldita vida. ¿Cómo puñetas se atreve a pegar a Alex? Al final, el tiempo me dará la razón y todo el mundo verá lo loca que está Marta.

Ya en su cuarto, Alex llora sin parar en su cama; por lo que opto por tumbarme a su lado y tranquilizarla.

—¡Divórciate ya de ese monstruo, papá!

—Lo sé, cariño. Ahora lo tengo más claro que nunca. No tiene derecho a pegarte. 

—Pues eso... ¡Hazlo! La odio con todo mi alma...

—Sé que estás enfadada, pero odiar a alguien empeora todo.

—No. Ella no se merece ni tu perdón, ni el mío. Ella es mala por naturaleza.

—Lo creas o no, ella era una bellísima persona. Muy buena, pero luego se convirtió en Darth Vader cuando consiguió ese importante ascenso en su revista.

Ante mi original comparación, Alex se echa a reír y me mira detenidamente.

—Tú no te mereces a alguien como ella. Ojalá recibieses todo el respeto que te mereces y que es mucho.

Sonrío y la doy un beso en la mejilla. Y, aunque estemos conservando sobre mi matrimonio, no puedo evitar pensar en la pobre Esther García. Después de la siesta, eché un vistazo a las redes sociales y vi que subieron la movida que tuvo ella con su novio, al cual le odio con profundidad. Me recuerdan mucho a Marta y a mí. Ella es como si estuviese en mi lugar y el imbécil ese se comportase como mi "adorable" mujer. Me entristece tanto que una estudiante tan buena y guapa sufra por semejante personaje. Esther se merece alguien que la trate como se merece, al igual que yo. Ninguno de nosotros se merece ser engañado, ni manipulado, ni humillado. Espero que ella se encuentre mejor que yo. El próxima día pienso mostrarme atento y empático con ella. Estaré a su lado cuando lo necesite; no solo por ser española, sino porque tengo la corazonada de que me va a aportar alegría a mi vida.

NUESTRO PEQUEÑO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora