Turbulencias amorosas

81 15 25
                                    

Me acabo de despertar de la siesta. Miro mi reloj, llevamos ya unas tres horas en el avión. ¡Qué rápido se pasa el tiempo! Y eso que me he quedado dormida apoyada en la ventanilla del avión, lo cual resulta algo incómodo. Miguel nunca me deja apoyarme en su hombro, ya que  dice que le hago daño. No obstante, él siempre lo hace y, aunque yo me queje, sigue apoyándose en mí. Él sí puede dormirse en mi hombro, pero yo no en el suyo. Un poco contradictorio, pero bueno... Algo muy usual de él. 

Ahora mismo, está terminando de ver una película. Al parecer, el final le resulta fascinante, ya que cuando algo le interesa mucho, se acaricia la barbilla con la mano. Cada vez que hace eso, está tan adorable y me dan muchas ganas de besarlo.  A veces le gusta eso, pero otras protesta y añade que lo agobio mucho, pese a que las parejas están para eso. En fin... Me gusta expresarle mi amor y no creo que moleste mucho, ¿no?.  Además, hace gracia que, en ocasiones, se enfada porque me muestro fría con él. Con toda sinceridad, no sé como reaccionar ante sus comportamientos bipolares. Ojalá alguien me diese un guión con todos los pasos que debo seguir para ser feliz con él.

De repente, Miguel se quita los auriculares y me mira.

—¡Qué mona estabas mientras dormías!

—¿Me has estado observando?

—Sí, algunas veces. ¡Me encantas! Si durmieses en mi hombro, posaría mi brazo sobre tus hombros y vería la película tan contento por tener a un precioso ángel a mi lado.

—Pero a ti no te gusta que me apoye en ti...

—Eso no es verdad.

—Sí, que lo es.

—¡¿Cómo?! ¡¿Me estás llamando mentiroso!?

—¡Hombre! Antes me iba a apoyar en ti y te has enfadado. Siempre me dices eso, Miguel.

—¡Pues hala!  ¡Ahora sí que ya no te apoyas!

—¿Cómo?

—¡Lo que oyes!

No puede parecer más hipócrita y mentiroso porque es imposible. ¡Arg! Y yo pensando que se comportaría de manera distinta durante el viaje. Qué decepción... De verdad espero que no me fastidie mi estancia en Nueva York. ¡Siempre he soñado con eso y nadie me lo va a estropear!

Pasamos durante unos minutos más en silencio hasta que le pillo poniendo ojitos a la azafata guapa de ojos verdes que se parece a Kate Middleton. Ésta se percata de las miradas de Miguel, responde con una sonrisa y se acerca a nosotros.

—Hola, ¿desea algo?

—Sí, además de su atención, guapa, me gustaría una cerveza y unas patatas fritas. Gracias, señorita.

La azafata se ríe sonrojada, mientras mira tímidamente al suelo. Esto se me hace muy insoportable. No puedo aguantar más. Harta de la escena que tengo que presenciar, decido contraatacar.

—Pues a mí me gustaría una Coca Cola y unos cacahuetes. ¡Muchas gracias y lo siento por mi novio baboso! —exclamo, enfadada ante la situación.

La azafata, algo intimidada, asiente con la cabeza, coge del carrito lo pedido, nos lo deja en nuestras bandejas y se larga al final del avión junto a sus compañeras.

—¡¿Pero qué has hecho, estúpida?! 

—¿Perdón? Te has puesto a ligar con otra delante de mis propios ojos. Es normal que haga algo. No pienso quedarme de brazos cruzados cuando MI novio empieza a flirtear con otra delante de mí.

—¡No seas paranoica! ¡Déjame en paz! ¡No me hables durante el resto del vuelo! ¡Me das vergüenza ajena! 

Sigo atónita ante la situación.  No solo liga con otra delante de mis narices, sino que me insulta por haberme defendido de tal comportamiento tan inapropiado. Sé que debería romper con él, pero no puedo. En el fondo, Miguel no es malo, pero me hace mucho daño. Me destroza el alma, aunque también me hace sentirme bien conmigo misma cuando me besa, me toca, me mira.... No pienso renunciar al amor. Nunca lo he hecho y no veo motivo por el que deba hacerlo. Sé que en segundo de bachillerato la situación fue mucho peor, pero le acabé perdonando. En el amor verdadero no hay rencores, sino perdón y respeto. Además, muchos de sus amigos comentan que nos parecemos mucho y que acabaremos casándonos. Aunque a mi me gustaría un amor mucho menos complicado y tóxico, me tengo que conformar, ya que no le gusto a nadie más y a Miguel le conozco desde bastante tiempo. Además, como bien se dice: es mejor malo conocido que bueno por conocer.

Intento relajarme, así que decido escuchar la música que ofrece el avión en la pantalla de la parte de detrás del asiento de delante. ¡Qué bien! ¡Hay música de mi grupo favorito británico! ¡Me encantan! Los adoro desde que tenía catorce años. Gracias a ellos, podré seguir disfrutando de las cuatro horas y medias restantes del vuelo. Me pongo los cascos, busco canciones suyas, pincho en la canción Perfect y dejo que me distraiga la música del sufrimiento ocasionado por mi supuesto novio... Cuando las personas te dejan de lado, recurre a la música. ¡Siempre estará cuando más lo necesites!






NUESTRO PEQUEÑO SECRETOWhere stories live. Discover now