Capítulo 34.

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—Espera un segundo —dijo Amir—. Me perdí en la parte de "vetar".

Rodé los ojos. Maldición, lo había explicado unas cinco veces y estos tres idiotas todavía no entendían nada.

—Los Gutierrez me han vetado de su casa —repetí, con fastidio—. Vetar significa echar. Como cuando te echan de una discoteca, algo así.

—Aaaaaah —los tres asintieron.

—¿Y por qué te vetaron? —preguntó Peyton.

—Casi hace que Froy se muera... otra vez —Corey dijo, haciendo que lo mirase con curiosidad—. Antonella me lo contó —explicó.

—Esa maldita —gruñí—. Ni siquiera se paró a defenderme en el juicio, y después de todo lo que he hecho por ella... ¡La ayudé a cojerse a mi hermano!

—¿Juicio?

—¡¿Se cogió a Diego?!

—Erick y mamá pensaron que mis terribles actos de niña del Aro merecían ser juzgados —dije—. ¡Y no se cogió a mi hermano! Pero casi; se andaban comiendo con la boca cuando pasó lo de Froy. Y con lo del juicio, ahí fue donde dictaron mi sentencia: una semana fuera de la casa, tiempo suficiente para que Froy supere su trauma y deje de lloriquear cada vez que vea mi cara.

Peyton frunció las cejas de manera incrédula. —¿Froy no está ya demasiado grandecito como para temerle a los fantasmas?

—Dime, Meyer —me giré hacia él—. Si a ti se te apareciera una niña del Aro a la oscuridad de un pasillo largo y solo a las dos de la mañana, ¿tú qué harías?

El rubio pareció pensarlo, llevándose una mano al mentón.

—Probablemente me orinaría encima y luego diría que fue el fantasma quien lloró en mi pene —reflexionó.

—¡Yo también haría lo mismo! —Corey sonrió y ambos chocaron las palmas.

Amir y yo nos miramos mutuamente, llegando a un acuerdo silencioso de que él y yo eramos los más normales en este apartamento.

—Yo probablemente me pondría a llorar y luego diría que fue el fantasma quien me orinó los ojos —dijo Amir.

Rectifico: yo soy la más normal en este apartamento.

—Como sea —sacudí la cabeza—. Ahora estoy aquí, con mis cosas y eso, para ver si podía quedarme con ustedes estos siete días —entonces formé mi sonrisa más encantadora y batí mis pestañas—. ¿Puedo?

Mis tres amigos me miraron, se miraron, luego asintieron y agrupándose en una esquina, se pusieron a susurrar, como en una mini conferencia masculina donde debatían los pros y contras de mi estadía en su apartamento.

Lo que no saben es que me quedaré independientemente de lo que decidan.

Aproveché aquél breve momento para apreciar el apartamento:

No estaba hecho un desastre como pensé. En realidad parecía más ordenado de lo que está la casa de los Gutierrez. Había muy poca ropa regada por el suelo, lo que es un logro. Tenia sala, cocina con una barra de bar, tres habitaciones y un solo baño (un problema enorme, de seguro). Era prácticamente un apartamento de solteros modernos de California, teniendo en cuenta que solo uno de ellos lo está (pobre y friendzoneado negrito), decorado en tonos grises y negros. Estos chicos tenían estilo.

Los mismos habían terminado de debatir, pues venían hacia donde me encontraba, Corey con una enorme sonrisa en los labios.

—¡Puedes quedarte, Sarcastichica! —exclamó, abrazándome—. Claro, con un par de condiciones —y señaló a Amir con la mano.

A Nuestro Estilo [Corey Fogelmanis y Tú] {AEDDC#3}Where stories live. Discover now