Capítulo 26.

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Los diez minutos en los que sacaron a Froy del baño hacia una ambulancia y lo llevaron al hospital fueron de terror.

Verlo tirado en el suelo, luchando por poder respirar y luego perder la consciencia hasta el punto de creer que había muerto me hicieron pensar en lo mucho que quería a este tipo —el cual hace solo cinco meses que lo conozco— en mi vida. La noción de perderlo... ni siquiera podía soportar aquella idea.

Erick se fue con la ambulancia, mientras que nosotros pedimos un taxi rumbo al hospital. En todo el trayecto no dejé de temblar. Mamá me decía cosas reconfortantes, pero yo no escuchaba nada. Sentí el abrazo de Diego, tratando de aparentar fuerza cuando en realidad él tampoco podía controlar los temblores. Fue él quien encontró a Froy, él lo vio más tiempo agonizando, él se llevó la mayor impresión. Y él era quien me estaba consolando ahora.

Al llegar al hospital, nos encontramos con Erick sentado en la sala de espera, con las manos en la cabeza. Su preocupación solo hizo que mis temblores se incrementaran.

—¿Y Froy? —pregunté—. ¿Dónde está? ¿Dónde lo tienen?

—No lo sé —murmuró su padre—. ¡No sé siquiera si está respirando o...!

—No pienses eso, Erick —mamá tomó asiento a su lado y le acarició el cabello—. Froy es un chico fuerte. Se va a poner bien.

Él suspiró.

—Jamás había tenido un cuadro asmático de esta magnitud. Siempre eran tabicarías y un poco de agitación, pero nunca se había quedado completamente sin aire. Solo un toque del inhalador y ya.

—¿Froy es asmático? —inquirió Anto.

El preocupado padre de mi amigo asintió. Diego se pegó en la frente.

—¡Maldita sea! —exclamó—. Fue culpa mía. Si no le hubiese propuesto jugar fútbol...

—No fue tu culpa, Diego —le interrumpió Erick—. A Froy siempre le han gustado los deportes que llevan mucha actividad física; patinar, escalar, correr, fútbol... Su asma le tiene sin cuidado. A veces pienso que no sabe la magnitud de su enfermedad. Tengo que obligarlo a que lleve su inhalador a todos lados porque si es por él se...

La palabra que culminaba esa frase ni siquiera pudo decirla en voz alta.

Entre nosotros reinó el silencio hasta que alguien apareció ahí. Era Corey y no sabía cómo se había enterado hasta que me lo dijo.

—Anto me avisó —comentó y después de saludar a todos, se sentó a mi lado—. ¿Cómo está Froy?

—No lo sabemos —respondió Diego—. Los doctores aún no dicen nada, pero creemos que fue un ataque de asma grave.

—Fue un ataque de asma grave.

Todos giramos las cabezas casi sincronizadamente hacia el hombre con bata blanca que acababa de aparecer. No había que ser idiota para darse cuenta que era el doctor que vio a Froy; en sus manos traía una carpeta con todos los datos de Ganso.

—¿Cómo está, Doctor? —inquirió Erick.

—¿Yo? —preguntó—. Muy bien, gracias. Aunque me duele el cuello.

Todo el mundo lo miró con una pokerface que hubiese sido graciosa en otras circunstancias. Entonces le dije:

—Usted no; Froy.

El doctor asintió, casi desilusionado pues seguramente nadie le preguntaba cómo estaba y esta no había sido la excepción.

—Ah, si —respondió—. Ya logramos estabilizar al chico. Sigue respirando con cierta anormalidad, pero por lo menos ya no se está muriendo de forma agonizante —soltó una risita—. Tienen suerte de que lo encontraran a tiempo: de lo contrario, al pobre solo le faltaban las alas para convertirse literalmente en un ángel del cielo ¡y vaya forma más fea de morir! —y señaló con su bolígrafo el cielorraso del hospital.

A Nuestro Estilo [Corey Fogelmanis y Tú] {AEDDC#3}Where stories live. Discover now