Treintinueve: Vodka.

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Harry

Su mandíbula cayó en cuando el señor Fludd salió de la habitación. Las mejillas de Charlie estaban empapadas de lágrimas y miraba distraídamente la puerta. Sus labios temblaron con miedo de lo que se avecinada y de los recuerdos que esto le traía. Harry se humedeció los labios, casi deseando golpear la pared por como todo se le había escapado de las manos.

Sus fosas nasales se abrieron con rabia. Emociones de ansiedad ocultas se refugiaban en la superficie. Cuando oyó los pequeños resoplidos de la boca de Charlie, se descubrió rodeando su escritorio rápidamente para llegar hasta ella. Se sentó en el brazo de la silla, consolándola con caricias en su espalda. Charlie usó su mano para indicarle que parara y él lo hizo.

—Necesito ir a casa —hipó—. Necesito irme.

Harry asintió cuando sus ojos rojos lo miraron. Su corazón martilleó ante la idea de ella sentada en una habitación con John por tres horas. Harry sabía lo difícil y peligroso que resultaban las terapias al comienzo. Su boca se frunció al presenciar a la hermosa chica frente a él enfrentar algo así, especialmente con alguien como John.

Harry estaba plenamente consciente de lo ilegal que sería para John divulgar cualquier información sobre su caso. Sin embargo, no podía dejar de temer que las cosas se descontrolaran. Había sido así desde que conoció a Charlie y empezó a hacer cosas que no haría normalmente.

—Por supuesto —Harry musitó—, ¿quieres que... uh, te acompañe a casa?

Charlie se levantó de la silla con un silencioso meneo de cabeza. Harry observó a la rubia escapar de su oficina, cerrando la puerta bruscamente a sus espaldas. Él soltó un profundo aliento y examinó la habitación para asegurarse de que todo había sido real.

Despedir a Erica no era una opción. No le convenía despedir a la mujer que había sido peligrosamente amenazada en su área de trabajo. Se mordió el labio nerviosamente en su silla. ¿Qué debía hacer ahora? Su propia secretaria tenía alguna obsesión con ellos y Harry iba a descubrir por qué.

Charlie

Su garganta ardía por las lágrimas que estaba reprimiendo. Cuando cerró la puerta de la oficina de Harry, ver a Erica le enfermó. Caminó lentamente hasta pasar su escritorio, sorprendida de que la castaña tuviese la audacia de mirarla. Esbozaba una sonrisa oculta que Charlie no ignoró. Se detuvo, causando que Erica tragara saliva.

—Solo espera —Charlie murmuró—, no sé con qué motivo haces esto, pero lo descubriré. ¿Eso es suficientemente amenaza para ti?

Con eso, Charlie se apartó de su escritorio. Sus lágrimas se disiparon en algo mucho más poderoso. Entró rápidamente a su oficina, observando a Mason jugar buscaminas en el escritorio del ordenador. Tomó sus cosas y guardó el trabajo que fue interrumpido por todo el asunto de la amenaza. Cerró las gavetas del escritorio con fuerza, apartándose el cabello de los hombros cuando se agachó para recuperar su bolso. Sacó su monedero con rabia, dándole la espalda a Mason, quién asimilaba su abrupta entrada con una ceja arqueada.

Charlie contó su efectivo, suspirando de alivio al notar que tenía más de treinta dólares. Metió el objeto de vuelta a su bolso. Se puso sus Ray-Bans para ocultar sus ojos y, obviamente, las marcas de lágrimas en sus ojos. Mason apoyó los codos en el escritorio.

—¿Estás bien, Charlie? —inquirió serio.

La mano de Charlie se congeló sobre la manilla de la puerta cuando miró sobre su hombro—. No.

Mason frunció las cejas cuando salió dando un portazo. Charlie no estaba de humor para hablar con nadie. La única cosa en su mente era una botella de vodka en la tienda de la esquina que había estado muriendo por comprar desde abril.

Heed ➳ h.s (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora