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 La sangre adornaba el piso de la habitación casi por completo pero el chico que estaba dentro de ella no parecía verse asqueado en lo más mínimo, todo lo contrario, se veía hasta feliz de ver tanta sangre marchando el suelo. Él tampoco se veía mal por tener un cadáver a un lado en el colchón algo desgastado y muy sucio.

No era nada personal, bonita — Susurro el azabache mientras acariciaba el rostro del cadáver que era una chica de dieciséis años de edad.

El moreno podía quedarse horas apreciando lo que había hecho para recordar cómo apuñalaba a la chica hasta cansarse, pero tenía muchas cosas por hacer y no pensaba perder el tiempo. Fue bueno por cerrar los ojos de la chica y salió de la habitación poco después con una sonrisa ladina adornando su hermoso rostro.

Estaba en el sótano de un almacén así que tuvo que subir por unas largas escaleras que en la mayoría de veces las subía corriendo por lo aburrido que era el camino, no ayudaba que él era demasiado inquieto a la hora de realizar algo. El almacén estaba totalmente vacío así que no le prestó atención a nada y salió del lugar para dirigirse hasta su automóvil.

— Día fácil.

El chico se subió en el auto pero apenas lo hizo su teléfono comenzó a sonar.

— Maldita sea.

No encontraba su teléfono por ninguna parte, lo estuvo buscando y buscando hasta dar con el que estaba en la guantera. Era un número desconocido pero, al estar acostumbrado a eso, atendió sin dudar ni por un segundo.

— Diga.

— Hasta que te dignas en contestarme, Mitchell Park — Aquella voz sonaba muy molesta pero Mitchell se limitó a rodar los ojos.

— Te dije que estaría muy ocupado, Zack. La chica se volvió insoportable y tuve que matarla antes de que si quiera comenzara a torturarla como quería.

— De todos modos debes atenderle a tu mejor amigo. Te estaba llamando porque al parecer ya comenzaron a buscarla y podrían atraparte.

— Nunca podrán hacerlo, Zack — Soltó una risa llena de arrogancia mientras encendía su auto—. Te llamaré en cuanto llegue a casa para que no te preocupes tanto.

— Te iba a llamar igual.

Mitchell cortó la llamada y lanzó su móvil en el lado del copiloto. Estaba tan confiado que nunca lo iban a atrapar que no notó que alguien en todo momento lo estuvo vigilando con una expresión muy seria en el rostro.

(...)

Mitchell pasó su mano por encima de su cabello mientras soltaba un suspiro. Había despertado con un gran dolor de cabeza que no podía soportar y para arruinar las cosas más, se había acostado sin cambiarse así que sus ropas estaban llenas de sangre y quería una ducha. Se levantó de la cama con algo de molestia, buscó ropa en su armario y fue hasta el baño para asearse de una buena vez por todas. Podía no sentir piedad a la hora de matar a alguien, pero sí que sentía asco cuando su piel se quedaba con sangre ajena por durante mucho tiempo hasta secarse ahí. Asearse no le tomó mucho tiempo que estuvo listo después de unos minutos y fue directo a prepararse el desayuno.

Mitchell no estudiaba y mucho menos trabajaba. Bueno, si tenía un empleo que era ser un asesino a sueldo. Tenía una página desde hace un tiempo en la que recibía una buena cantidad de dinero por matar a cualquier persona sin hacer preguntas ni nada parecido. Lo mejor es que gracias a ese trabajo podía divertirse y ganar muchísimo primero ya que con tan solo una muerte tenía dinero para todo un año.

Hoy no había revisado los correos por no tener ganas de salir pero de todas maneras lo hizo después de desayunar. Fue hasta la computadora y revisó que no hubiera nada nuevo, pero sí que lo había. Tenía un correo sin leer de hace exactamente seis horas así que móvil el mouse hasta él y le dio click.

— A ver...

El chico levantó una ceja por leer la gran cantidad de dinero que estaban dando por un asesinato. Al leer tantos ceros Mitchell estaba dispuesto a realizar aquel trabajo lo más rápido posible aunque debía planear bien sus movimientos para no ser atrapado con las manos en la mesa. No había leído el nombre de la persona que tenía que matar así que buscó en el correo hasta dar con el.

Noah De Angelis, 19.

— Lindo nombre.

En el correo estaba la dirección del chico, en donde estudiaba y los lugares que frecuentaba la mayoría del tiempo. La persona que había hecho el encargo estaba dispuesta a asesinarlo porque al parecer lo odiaba demasiado como para dar tanta información que facilitaba el trabajo. Al final del correo había una foto del chico y Mitchell no pudo evitar sonreír. El chico era demasiado hermoso así que se iba a divertir un montón con él a la hora de torturarlo que alargaría su muerte lo mejor que podía.

— Prometo tratarte bonito, Noah.

Liar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora