27. Nuevos descubrimientos y sorpresas.

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—Creo que debería levantarme para ir al baño y todo eso. —avisó.

—¿En serio? —dije, aferrándome aún más a su cintura. —Porque a mí me gusta mucho estar en esta posición.

Un violento sonrojo se apoderó de su rostro, y ella lo enterró aún más en mi pecho. Acaricié su cabello y su espalda conteniendo la risa, mientras disfrutaba del momento.

—A mí tampoco me molesta estar así en lo absoluto. —confesó. —Pero es hora de levantarse.

La abracé un poco más fuerte.

—¿No podemos quedarnos así unos minutos más? —pedí.

Apoyó su babilla en mi pecho.

—Nada me gustaría más, pero, tengo ciertos asuntos que resolver en el baño, y son asuntos muy urgentes.

Solté una carcajada y la liberé. Ella se acercó a mi rostro y depositó un beso en mi mejilla, yo sonreí.

Se levantó, y la vi alejarse hasta que entró al baño cerrando la puerta tras de sí.

Me quedé unos segundos allí tumbado.

Isabel podía llegar a ser una chica muy cariñosa y tierna cuando llegabas mirar en su interior.

Me levanté, y fui salí al pasillo para utilizar el otro baño, bajé la vista a mis pies.

Oh mierda.

Volví al cuarto a por algo de ropa.

Dormir con mi novia despertaba ciertas necesidades, y en estos momentos necesitaba una ducha bien fría.

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Una vez  Isabel y yo estuvimos en la cocina, nos dimos cuenta de que su madre aún no llegaba, y Daniel no daba señales de vida.

Tal vez estaba durmiendo.

—¿Qué te parece si cocino algo? —propuse.

Isabel rio con ganas.

—¿Tú? ¿Cocinando? ¿En serio? —preguntó entre risas.

La miré seriamente, y al poco rato dejó de reír.

—¿Realmente cocinas? —se interesó aún incrédula.

—Sí, lo sé hacer desde hace un par de años. —contesté.

Ella me miró no muy segura.

—Vamos, deja que te cocine, puedo hacerlo.

Ella suspiró, y extendió los brazos mostrando la cocina.

—Es toda tuya, pero si la incendias, mi mamá te buscará y te asesinará. —me advirtió.

Yo reí y me acerqué para darle un ligero beso en los labios.

—Tranquila, linda, tu cocina está en buenas manos a partir de ahora. —aseguré.

Ella se sentó en la encimera, y yo me puse manos a la obra.

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—Realmente te quedó buena la comida, Zack. —comentó Isabel asombrada.

Inflé mi pecho con orgullo.

—Todo lo que hago queda bueno.

Rodó los ojos pero una sonrisa divertida estaba en su rostro.

—Estúpido arrogante.

—Tu estúpido arrogante.

—Mi estúpido arrogante. —repitió, y pareció meditarlo un poco. —Mío, y sólo mío.

Insoportable [Sin editar]Where stories live. Discover now