9 • Creo en ti.

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Su respiración agitada le dejó algo claro esa noche: odiaba oirla llorar.

—Kara ¿Qué pasa? —intentaba mantener la calma a como diera lugar, sabía de sobra que no se le daba bien expresar como se sentía y presionarla no lo haría mas fácil.

—Respira profundo, no estas sola.

Lloraba con fuerza, con rabia, como si quisiera contenerse, claramente sin tener éxito. Mientras ella solo podía aferrarse con fuerza al teléfono.

—Quiero salir de aquí. No lo soporto más, todo está lleno de sangre —hizo una pausa entre suspiros pesados— ¡No entiendo por qué él no la deja y ya!

—¿Qué? ¿A que te refieres? ¿Te hiciste daño? —sentía cómo el corazón se le quería salir del pecho—  Kara respóndeme.

—Discutimos, hubo una pelea —dijo agitada— el mismo tema de mierda, nada ha cambiado.

Se quedó un momento apreciando el silencio entre las dos, dándole unos segundos para que el aire pudiera regresar a su sitio. Había perdido la costumbre de ayudar a Kara a lidiar con sus demonios, la distancia y el tiempo habían cobrado su parte.

—¿Te hiciste daño? —insistió— necesito saberlo.

Porque si había algo que no había cambiado: el mundo se le hacía menos pesado si la tenía cerca.

—Por favor —del otro de la linea telefónica podía sentir lo mucho que se esforzaba por parar las lágrimas, la sensación cálida que le bailaba siempre en el pecho al hablar con ella se desvanecía al verla incapaz de pronunciar una palabra.

—Rompí el maldito espejo, puedes culparme si quieres, anda, nada podría hacerlo peor.

Respiró profundo, Kara no tenía idea.

—No voy a culparte por nada excepto por darme el susto de los mil demonios —hizo una pausa ante su risa, que aunque bajo las circunstancias era inesperada la llenaba de tranquilidad— solo quiero saber que sucedió y antes de que digas cualquier cosa ésta vez no me quedaré de brazos cruzados.

—¿Recuerdas donde trabajaba mi madre cuando eramos niñas?

La sola pregunta la atormentaba.

—No olvido nada desde entonces.

—Aún trabaja ahí. Ahora lava cerebros dentro de toda esa estupidez que llaman iglesia.

La madre de Kara siempre había sido fiel a sus creencias, lo único que realmente le importaba era que su familia siguiera las normas que la religión demandaba, el resto era inútil o estaba prohibido. Quizás Dios no era tan perfecto como ella solía creer, quizás se había equivocado en darle una hija, una familia, algo que sin lugar a dudas tenía un significado más allá de ser devoto.

—Estabamos cenando, nada anormal —continuó— hasta que de la nada empezó a quejarse, no paraba de preguntar que clase de karma estaba pagando por tener bajo el mismo techo a alguien como yo.

Sus palabras le pesaban en todo el cuerpo, era algo difícil de digerir, como su propia familia le daba la espalda.

—Sabes como soy y aún así te juro que no tenía intención de responder a eso —dijo con voz entrecortada— pero estoy harta de esconderme, harta de no decir la verdad. Ella no paraba de culparme por su separación con papá y el intentaba defenderme pero nada la detiene.

—¿Tus padres se divorciaron? —aunque la respuesta era obvia la pregunta se le había escapado de los labios, sentía que si no decía algo ella también terminaría llorando.

A Beautiful Lie. [30STM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora