Capítulo 43

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Narra Ted

— A mi despacho, ¡ya! —La imponente voz del director suena a mi espalda.

Pasa por delante de mí y Paula, quien está a mi lado, se acerca a mí.

— Tengo un mal presentimiento. —Rozo nuestras manos y cojo la suya para dejarle un leve apretón. Nos separamos y vamos tras el director.

Entramos en el despacho y esperamos de pie hasta que no indique qué hacer. Ninguno de los tres dice nada, por lo que me aventuro a decir la primera palabra.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? —Nos señala las sillas más próximas a la mesa para que tomemos asiento.

El hace lo propio y se sienta en su silla. Abre el maletín caoba que se encuentra sobre la mesa y saca lo que parece ser su móvil.

— ¿Podéis explicarme qué estabais haciendo en esta foto? —Nos tiene el dispositivo y a mí, inmediatamente, se me desencaja la mandíbula.

— ¿De dónde ha sacado esa foto? —Pregunta Paula tan tensa como yo pero guardando las formas.

— Esta y las otras. —Toca la pantalla táctil y ante nuestros ojos van pasando las sucesivas imágenes.

Somos nosotros en la playa, la noche de la reconciliación. Nuestros besos en la toalla y nuestros paseos en la arena. Rezo mentalmente para que no tenga las fotos dentro del agua.

— ¿Tenéis alguna excusa creíble? —Nos miramos entre nosotros sin decir palabra. —Lo suponía. Os doy la opción de dimitir, si no lo hacéis, estáis despedidos.

Un "qué" brota de mi garganta sin poder evitarlo, haciendo que me arrepienta al segundo. Los ojos del director se clavan en los míos y su mirada se enciende.

— No sois unos adolescentes, sois unos profesores y como tal tenéis que guardar las formas. —Su voz presenta altibajos en el tono. Está intentando contenerse. —A los ojos del instituto, nos da igual que salgáis juntos pero entended que —Hace una pausa para coger aire. —¡Era una excursión! ¡Sé suponía que erais adultos responsables! —Y estalla.

— Lo somos. —Se atreve a decir Paula.

— No, no lo sois. No te atrevas a decirme que sí cuando habéis conseguido que la mitad de los padres se echen encima de mí. —Y adiós formalismos. —Tenéis tres días para comunicarme vuestra decisión. Ahora, podéis iros. Estáis suspendidos.

No decimos nada más y, de la misma forma, buscamos nuestras pertenencias en la sala de profesores. Justo a la salida del centro nos encontramos con Alba y Mónica y par de alumnos más. Todas las miradas están puestas en nosotros.

Salimos del centro sin comentar palabra, o eso creía yo. Mi chica se gira y mira fijamente a las susodichas.

— No sé si felicitaros porque habéis conseguido que me despidan o deciros que siento que con mi despido también va el de vuestro querido profesor.

Nos montamos en el coche en completo silencio y del mismo modo llegamos a casa.

— No deberías de haberles dicho eso. —Intento sonar lo más calmado posible. Sé que acabo de soltar a la fiera.

— ¿Qué? —El grito suena en todo el edificio. —¿Por qué las defiendes? Vete con ellas si tanto te preocupas.

— Por favor, cálmate. —Intento tranquilizarla.

— No puedo. —La rodeo con mis brazos y al fin, llora. —Estoy mojándote la camiseta. —Busca con separarse de mí pero no voy a permitir que lo haga.

— No te preocupes por eso, cariño.


Narra Alba

Miro de lado a Mónica y veo como, ni corta ni perezosa, está arreglándose la falda y el peinado. Una vez acaba, llamo a la puerta del director.

—Adelante. —Entramos al interior de la sala y Mónica, sin esperar a la señal, se sienta en una de las sillas junto a la mesa. El director me hace un seña y acompaño a mi amiga. —¿Qué os trae por aquí?

— No puede echar a Ted y a Paula.

— ¿Por qué? —Quiere saber él.

Con la ayuda de Mónica vamos relatándole lo sucedido los últimos meses. Las encerronas, las "persecuciones" y como Ted guardaba las formas.

— Lo que me habéis contado puede traeros serios problemas.

— Somos conscientes. —Respondo yo. —Pero nos sentimos culpables. —Recalco el "nos", a pesar de que Mónica solo está aquí porque ha perdido al cara o cruz con una simple moneda.

— Reflexionaré sobre la situación. Podéis iros.

— Gracias por escucharnos. —Le doy un pisotón a Mónica y ella también se lo agradece.


Narra Ted

— Sé que lo último de lo que quieres oír hablar es del tema pero...

— Si va a hacerme llorar de nuevo, no lo digas. —Me interrumpe mientras se mueve en el sofá.

— No creo. —Me hace un gesto para que siga hablando. —Creo que lo mejor es dimitir. Al menos no tendremos una mancha en el expediente y bueno, he pensado que podemos empezar una nueva vida en otra ciudad. Los dos juntos.

— Pero Ted, está Clara, Álex, mi familia... No creo que sea capaz de irme lejos.

—No tenemos que irnos lejos, tenemos otras ciudades cerca. Tú solo piénsalo. —Ella asiente y se acurruca de nuevo sobre mí. —Sin presión, cielo.

Solo compañerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora