Capítulo 41

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Narra Ted

El camino de vuelta al hotel se hace eterno. Mónica ha puesto la excusa de que le duele mucho la pierna y va apoyada en mí todo el rato, prácticamente. Miro de reojo a Paula sin que se note demasiado y creo que si pudiera salirle humo por las orejas, sería una chimenea.

Nos despedimos de todos una vez que entramos por las puertas del hotel y les decimos que nos vemos en una hora abajo para cenar. Nadie se queja y, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecen todos. A mí me toca llevar a Mónica hasta su habitación. Alba también se ha ido corriendo y la ha dejado sola. Viva la amistad.

La dejo en su puerta y llamo a ésta con la intención de que Alba nos abra.

— Gracias por traerme. —Su amiga abre la puerta y la mira sonriendo.

— Para la próxima ten más cuidado. —Veo como su sonrisa se desvanece.

Vuelvo a mi habitación, entro en ésta de mal humor y Juan no puede evitar preguntar qué me pasa.

— ¿Problemas en el paraíso?

— Problemas en general.

— Cuéntamelo si quieres. Tengo más años que tú y una opinión de terceros siempre viene bien.

Juan es un hombre bajito que ronda los 50 años y, aunque llevo poco tiempo trabajando en el mismo instituto que él, me ha inspirado confianza. Puedo atreverme a decir que desde el primer día. También fue uno de los pocos que se ofreció a enseñarme el centro y posiblemente haya sido el único al que le podía preguntar si tenía dudas sobre algo.

Comienzo a hablar con él, pero siempre controlando mis palabras. No necesita saber demasiado sobre el tema. A medida que hablo él va opinando al respecto pero esta última vez me deja descolocado.

— Como entiendo a Paula. —Abro los ojos como platos.

— ¿Qué? —Pregunto desconcertado.

— Cuando conocí a mi mujer yo era como ella. No había día en el que no me cabrease por ver como se le acercaban otros. Era su trabajo, lo sé, pero me enfadaba mucho. —Hago una señal de que estoy escuchándolo. —Recuerdo que al final exploté un día y le dije todo lo que llevaba meses callándome y, como Paula, le pedí tiempo. Creo que fue lo mejor que pude hacer. Me sirvió para encontrarme a mí mismo y ver si de verdad estaba preparado para seguir con la relación.

— ¿Cómo sabes cuando estás preparado? Llevo esperándola dos meses.

— Cuando ella vaya a ti. No intentes acelerar sus pensamientos Ted, porque a la mínima discusión volverá a echártelo todo en cara. —Asiento y recapacito durante unos segundos. —Y ahora vayamos a cenar, que al final se nos ha echado la hora encima.

— Gracias por escucharme.

— Un placer y tranquilo, seré discreto. —Me guiña un ojo y abre la puerta de la habitación.

Cogemos nuestra cena y nos sentamos con las chicas. Hablan animadamente hasta que nos ven aparecer. Juan me da un codazo y sonrío falsamente. Paula me mira fijamente pero yo bajo la mirada hacia mi plato lo más rápido que puedo y empiezo a cenar.

Acabamos y nos vamos todos a nuestras respectivas habitaciones. Me pongo el pijama, le doy las buenas noches a Juan y me meto en la cama. Él paga la luz y me dejo llevar por morfeo.

Llaman a la puerta. Miro el reloj de mi móvil y veo que son las 4 de la madrugada. Me acerco a la puerta medio adormilado y abro sin mirar quien es.

— ¿Qué haces aquí, Mónica?

— Creo que antes no te agradecí bien que me hayas traído hasta la puerta.

— Es mi tra... —No me deja acabar la frase. Pega sus labios a los míos sin previo aviso y yo intento separarla.

— Gracias, Ted. Siempre es gratificante probar tus labios. —Y cuando creo que se va a ir escucho una voz a mi espalda.

— Dame el móvil Alba. —¿Alba? Me giro y la veo enfocándonos a los tres. Intento acercarme a ella para quitárselo y sale corriendo hacia su habitación. Mónica la sigue.

— ¿Cómo crees que se tomará Paula esto? Cuando te deje, recuerda que yo soy mejor en todos los aspectos. —Desaparece al interior de su habitación.

Juan sale cabreado y llama a su puerta repetidas veces pero ninguna de las dos se digna a abrir la puerta. Sigo en shock. No puedo moverme. Regresa y me mete en interior de un empujón.

— Estás temblando. Tranquilo.

— Si esa foto llega a las manos de Paula, será el fin de mi relación. No creo que me deje explicarme.

— Lo he visto todo. Si no te cree me tienes a mí de testigo. —Me pasa el brazo por detrás de la espalda y me da un abrazo cariñoso. —No suelo abrazar a la gente pero supongo que hoy es la excepción.

— Hablaré con Lorena y le contaré que las he visto en mitad del pasillo. Necesito que las castigue alguien.

— Si las castiga las obligará a venir con nosotros todo el día. No creo que quieras eso. Déjame a mí. Tengo una idea.

Narra Paula.

Suena el despertador.

Abro los ojos y enciendo el móvil. Un correo con la misma dirección que la última vez. Abro el mensaje y veo una foto de Ted besando a Mónica. Me hierve la sangre.

Llaman a la puerta. Despierto a Lorena y voy a abrir la puerta. Es Juan.

— ¿Puedo hablar con Lorena a solas?

— Sí, ¿por qué? ¿ha pasado algo?

— Si no hablo con ella es cuando pasará. —Vale, me estoy asustando.

— ¿Qué tal habéis pasado la primera noche fuera de casa? ¿Alguna interrupción?

— No, ¿por qué lo preguntas?

— Tú sabrás. —Estoy notablemente cabreada. Me meto en el baño para asearme y dejarles intimidad pero antes de cerrar la puerta, Juan vuelve a hablar.

—No es lo que piensas. Escúchalo, por favor.

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— Vale chicos, vamos a dividirnos en dos grupos. Intentad que sean del mismo tamaño. —Habla Lorena. —Un grupo irá conmigo y con Juan y el otro con Ted y Paula.

— Yo me pido el de Ted y Paula. —Grita Mónica.

— Se elige al grupo, no a los profesores. —La corta Lorena.

Una vez elegidos Lorena procede a elegir con qué grupo irá cada pareja y como nos distribuiremos. Además avisan a Mónica y a Alba que están castigadas. Deberán ir con ellos sin poder separarse ni un solo minuto. Para su desgracia y para mi felicidad, no vienen con nosotros. Sus caras se descomponen y yo hago el baile de la victoria en mi interior.

Llevamos a los alumnos a la ruta planeada para nuestra mañana y, como ayer, les dejamos un tiempo de descanso. Intento alejarme de Ted hasta que vuelvan todos y, cuando creo que voy a conseguirlo, en los último minutos aparece.

— ¿Por qué no me hablas?

— ¿Tú que crees?

— No es lo que tú piensas, te lo juro.

— Haces muchas promesas, Ted. Me da miedo que algún día éstas sean mentira.

— Dame una oportunidad más. Te espero a las 12 de la noche en la entrada de la playa que hay en frente al hotel.

— No me esperes.

— Lo haré. 

Solo compañerosWhere stories live. Discover now