Capítulo 34

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Narra Ted

9 de agosto.

Son las 6 de la mañana y no puedo pegar ojo. Llevo 2 horas dando vueltas en la cama sin parar. Todavía no sé como Clara no se ha despertado con el sueño tan ligero que dice tener. La cabeza me sigue dando vueltas.

Me levanto de la cama y me pongo lo primero que pillo, ayudado de la linterna del móvil. Le dejo una nota a Clara y salgo por la puerta. La casa está completamente a oscuras, lo que hace que me sobresalte cuando siento una voz detrás de mí.

— ¿A dónde vas? —Me pregunta mi suegro.

— Necesito estar con ella. Entiéndelo. Tengo que irme.

— Esta situación nos está consumiendo a todos pero no creo que sea la mejor solución ir. Ya has oído a los médicos.

— No entiendo por qué no nos podemos quedar por la noche con ella. ¿Y si pasa algo qué? No hay nadie a su lado.

— Ted, por favor, escúchame. Intenta descansar. Llevas días sin dormir.

— Descansaré allí.

Suspira derrotado pero cuando intento salir por la puerta vuelve a pararme. Me da las llaves de su coche y finalmente me deja irme.

Llego al hospital y como había pensado en el camino, la enfermera de guardia no me permite entrar. "Las visitas no son hasta las 10" repite constantemente. No me doy por vencido y vuelvo a pedirle una tarjeta para los acompañantes. A veces cuando eres pesado logras conseguir todo.

Consigo subir y la veo. Sigue igual que hace unas horas y es entonces cuando siento otra punzada en el corazón. Abro el pequeño armario de la habitación y cojo una manta, para después sentarme en el asiento más próximo a su cama. Le doy la mano y me quedo dormido. Solo aquí consigo hacerlo.

Una voz débil me vuelve a despertar. Abro los ojos y veo a Paula mirándome con una sonrisa. Me levanto del asiento y me acerco a ella. Un lágrima cae de mis ojos. Ella solo sonríe y me pide que me acerque. Beso sus labios de nuevo y al fin me siento en casa. Me separo con la intención de avisar a los médicos pero ella me lo impide.

— No avises a nadie. Quiero pasar el poco tiempo que me queda contigo, a solas.

Ese "poco tiempo" resuena en mi cabeza. No puedo decir nada. Paula me sigue mirando y yo solo me acerco a ella.

— Te quiero, Ted. Siempre.

El electrocardiograma comienza a pitar de nuevo, igual que hace 7 días. Los médicos aparecen y me piden que salga de nuevo. La única diferencia es que esta vez no tiene el mismo final. Paula se ha despedido de mí para no volver.

Llamo a sus padres y les pido que vengan. Aparecen lo más rápido que pueden y nada más verme se derrumban.

La vida es aquella que siempre tiene algo planeado para nosotros. Algo con lo que quizás nunca habíamos soñado pero que ahí está, esperándonos. Es de ley que cuando todo va bien suceda algo malo. Una simple caída, un golpe o incluso la muerte. Aunque para esta última nadie está preparado. Nadie espera perder a su mitad.

Los días pasan y me encuentro vistiendome para el entierro de Paula. La vida es muy injusta. Su padre me llama y salgo de la habitación. Tengo los ojos hinchados de tanto llorar y de no dormir. Cada vez que cierro los ojos sueño con ella. Sus últimas palabras. Mi corazón hecho trizas.

Llegamos al cementerio. Todos nos observan y sé que con su mirada nos dan el pésame. Me estoy agobiando. Solo quiero llorar. Álex se acerca a mí y me abraza. Susurra un "tranquilo" pero yo soy incapaz de hacerle caso. Tiemblo. Acabo de perder a mi chica.

El cura comienza con el entierro. Mi mirada vaga hacia el ataúd donde sé que se encuentra el cuerpo inerte de Paula. No escucho nada a mi alrededor. No me interesa. Solo quiero estar con ella. La gente camina hacia el ataúd para darle un último adiós y yo me uno a ellos. Consigo llegar hacia ella y una última vez beso sus labios; está fría como el hielo.

La realidad cae sobre mí y simplemente lloro.

El entierro acaba y yo vuelvo al hospital. Os preguntaréis qué para qué. Los objetos personales de Paula todavía continúan en la habitación. No sé como tengo el valor suficiente de volver a este sitio y sobre todo a esta habitación. Recojo sus cosas y salgo sin hablar con nadie.

Mi móvil no para de sonar. Es mi madre y aunque no tengo ganas de hablar respondo a su llamada. Me pide que vuelva a Londres con ellos al menos un par de días, hasta que me recupere. En el fondo sé que este capítulo de mi vida se quedará abierto para siempre. Intenta convencerme de mil formas y al final, quizás para no oírla más, acepto. Soy un cobarde por no afrontar la situación y por no quedarme aquí, pero no soy capaz. La culpa me corroe por dentro y un millón de "y si..." vuelan por mi mente.

¿Y si la hubiese acompañado ese día?

¿Y si me hubiese dado cuenta de lo que pasaba en realidad?

¿Y si...?

— ¡NO! — Grito a la vez que abro los ojos de par en par y noto como una mano ejerce presión sobre la mía. ¿Qué está pasando?

Solo compañerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora