Capítulo veintitrés: Rosa cherokee.

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Ahí estaba yo como un niño sobre aquel ataúd grisáceo. Esta vez en la de mi madre sentado. Recogí las hojas y flores secas colocando otras nuevas. Esta vez la conocida rosa cherokee. Al menos la conocía yo gracias a una serie de televisión. Cuenta una leyenda muy antigua que en 1830 los soldados estadounidenses lucharon con los indios para echarlos de sus tierras. En su huida las mujeres cherokees dejaron el rastro de sus lágrimas, lloraban camino de insolación, hambre y enfermedades. Muchos de ellos solo desaparecieron. Los ancianos pidieron a sus dioses que les mandaran una señal que lograran esperanzas, lo que al día siguiente aquellas rosas empezaron a crecer donde cayeron las lágrimas. Aquella flor nacía del llanto de las mujeres cherokees. De ahí salió su nombre y aquella belleza.

-Queridos padres. Me he quedado a vivir al final en el pueblo. ¿Y sabéis? Enhorabuena, habéis sido abuelos. Es decir, sois abuelos. Se llama Carlos, pero le llaman Chino. Ha sacado los ojos de mamá y la sonrisa de papá, tiene los abrazos de Úrsula y supongo que mi carácter. Trabaja conmigo en el bar por las tardes y los fines de semana durante todo el día. Va a la universidad estudiando derecho, está en su primer año, pero le gusta mucho, esas cosas se nota. Se le ve tan feliz. Al igual que yo o más, estoy saliendo con Úrsula. Con aquella chica que he vivido media vida y dispuesto a vivir la otra mitad. No ha sido fácil. Cuando la vi aquella noche fue tan increíble, estaba tan preciosa. Fue como aquella sensación de cuando te subes a una montaña rusa y comienzas a dar vueltas y notas aquello de que tu estómago y todo está como más acelerado. No sabría explicarme, sigo sin hacerlo después de tantos años. Hace como que me olvide de todo, aunque creo recordar que dije lo mismo de Giovanna más o menos. Pero no tiene nada que ver ¿Cómo explicarlo? Es como si comparamos un... una... De acuerdo, no se me ocurre nada. Pero es como que no hay punto de comparación. Úrsula ha sido como siempre mi punto débil. Como aquella persona que me palpitaba el corazón a mil por hora si me hablan de ella. Y todo esto lo he conseguido gracias a José. Si no me hubiera dejado su bar ahora mismo seguiría en Suiza sacando fotos ¿Quién sabe a qué? Seguramente a aquella calle más importante del centro de Zúrich donde estaban aquellas tiendas más caras y exclusivas ¿Cómo me dijeron que se llamaba aquel sitio? Tenía un nombre bastante difícil para mí al menos ¿Bahnhofstrasse? Creo que sí. O quizás fotografiando desde abajo aquel monumento de la silla rota en Ginebra del 1997 de 5,5 toneladas y de treinta y nueve pies de alto. De acuerdo, hay muchos sitios. Pero aseguro que ninguno de ellos es mejor que estar aquí rodeado de tu familia. Giovanna me escribió una carta, no hace mucho. La quemé ¿Recuerdas aquello que me dijiste mamá? Aquello de que las cosas duelen menos cuando quemas algo. Apuesto lo que sea a que no lo dijiste así. Me supo mal no contestarle pero sabía que no quería un amor montaña rusa con ella, de un día estamos súper bien pero al día siguiente te dejo, tenía claro que no. Estoy tan feliz, Úrsula. Úrsula es mi novia. ¿Ves aquella chica de allí? Aquella pelirroja, pues es mi novia. No me lo puedo creer aún. Es que simplemente ella es la única que puede hacer el ridículo sin que nadie la mire mal y lo mejor de todo es que aunque haya pasado media vida con ella aun me quedaban muchas cosas por saber cómo aquello de si mira con nostalgia por la ventana cuando tiene que irse o si analiza a cada persona que ve, pero lo que sí que sé es que le encanta bailar frente a los escaparates para verse reflejada y sentirse hermosa. Que le encanta la playa, escuchar como rompen las olas del mar en la orilla y sacar la cabeza por la ventanilla del coche cuando va muy rápido. Siempre llevaba las uñas de los pies pintadas siendo la época que fuera pero siempre de color azul oscuro. Se lavaba los dientes mientras se duchaba por las mañanas con miedo de no llegar a clase, odiaba llegar tarde y sobre todo a la gente que llega tarde.

Miré el reloj. Las 20:48. A la vez que vi aquella banda de plástico que te colocan cuando te haces un tatuaje. Porque efectivamente me hice aquel tatuaje. No lo pensé mucho, pero ha sido lo que me ha acompañado toda mi vida. La silueta de una cámara de fotos antigua ¿Cómo se llamaba? Bueno esta era una cámara kodak six-16 modelo C de fuelle.

-Lo siento queridos padres. Me tengo que ir. He quedado con Úrsula para realizar una de esas cenas románticas en un caro restaurante de esos donde cenas viendo como los peces nadan sobre ti haciéndote compañía para celebrar nuestro noviazgo. Por cierto ¿Sabéis que Richard va a ser padre? Es increíble.

Me levanté. Salí de aquel lugar sin antes dejar otra pequeña rosa sobre la tumba de José.

-Tu local sigue en buenas manos jefe.

Salí del cementerio mientras a lo lejos podía ver a Úrsula preciosa con aquella falda de vuelo negra y una camisa blanca. Su melena suelta con unos cuantos tirabuzones y sus tacones. Recuerdo que odiaba andar en tacones.

Él te coserá mentiras, yo improvisare verdades. Él brilla solo en tus ojos, los míos aunque ahora rojos, claros como manantiales. Él se acostará en la huida, yo lo haré siempre a tu lado. Él despistara tus dudas con terciopelo espinado. Y cuando llegue el final de su verano ansioso, febril y bisiesto de Madrid, yo seré septiembre imprudente que todo lo barre, el que abrace el último rayo del agosto que ya no respira, seré tu luna nueva, y quiero serlo, lo seré de todas formas pero aún nos queda verano, donde la luna y las noches todavía son muy cortas.

Y no, esa estrofa no es mía. Es del mismo cantante que tanto le gustaba a Úrsula siendo ese el primer concierto que fuimos a ver juntos y donde escuché aquello por primera vez consiguiendo que se me quedara marcado en mi mente como un tatuaje.

21:58Donde viven las historias. Descúbrelo ahora