Capítulo dos: Con el único propósito de que aquel día terminase.

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Recuerdo aquel día, 13 de noviembre de 2014

Todo comenzó bien, me desperté esta vez al primer sonido del despertador me miré al espejo. Lo primero que pensé fue ¿Cómo he podido dormir esta noche? Mi pelo era rubio, más bien un rubio ceniza más o menos largo. Más largo que menos. Y ese día mi pelo estaba alterado. Cada mechón para un lado distinto en direcciones opuestas. Para que os hagáis una idea podríamos decir que era una mezcla entre Son Goku de Dragon Ball y Eduardo Manostijeras. Y como cada mañana me asomé a la ventana. Veía a la gente corriendo con un chándal para pasar inadvertido. Todo el mundo en aquel pequeño pueblo corre a las ocho de la mañana para liberarte del estrés o simplemente para estar en forma empezando la operación bikini con bastante tiempo antes. Un banco donde la gente se sienta a descansar tomando aquel café de máquina para llevar junto con un periódico o también sirve para poner un pie encima para atarse la zapatilla o para estar estirando para evitar algún que otro dolor desagradable. Cinco minutos. Recuperas el aliento con aquella buena brisa procedente de la playa, la misma escena todos los días. Bajé las escaleras y me tomé un café cargado. Dos cucharillas de azúcar ¿Y por qué no? Unas galletas con pepitas de chocolate que parecían estar recién hechas por la mejor cocinera del mundo. Era mi madre, claramente. Desayunaba mientras miraba a aquellos azulejos blancos donde estaban tan limpios que podías verte perfectamente a través del reflejo. Cogí la cámara, me encantaba sacar foto a todo lo que se ponía delante. En un carrete podía llegar a tener cerca de más de cien tipos de comidas, más de mil insectos sobre hojas y más de diez mil bonitos atardeceres desde la terraza. Mamá bajaba las escaleras mientras. Estaba feliz. Canturreaba alguna canción que se iba inventando. Se colocaba aquel reloj de correa negra que tanto me gustaba con aquella gran y bonita sonrisa acompañada de unos ojos color esmeralda brillantes. Me dio un beso en la frente donde podía verme en el reflejo de los azulejos que me había dejado parte de su carmín rojo. Le conseguí hacer una foto, salía perfecta, según ella no le gusta que le saquen fotos definiéndose ella como una persona poco fotogénica, en cambio yo pienso que sale perfecta en todas.

-Tu padre y yo tenemos que salir, volveremos para cenar.- Dijo ella mientras se preparaba un café recién hecho.

-¿Dónde vais?- Pregunté ansioso mientras intentaba quitarme aquella mancha chupándome el dedo índice y seguidamente dirigiéndolo hacía el carmín.

-Tu tía organiza una comida para darnos una buena noticia.- Se tomó aquella taza de café de un sorbo. Dejando la taza manchada de carmín por el borde en el fregadero.

-¿Y porque yo no voy?- Pregunté disgustado consiguiendo por fin quitar aquella mancha de la frente.

-Tienes que ir a clase ¿Recuerdas? Me voy, tu padre me espera fuera con el coche, te informaré de aquella gran buena noticia de tu querida tía Blanca.- Dijo mientras le dio otro beso a Adam en la frente.- Tienes comida en la nevera, te quiero.- Cerró la puerta principal mientras miraba por la ventana, vi cómo mi madre se subía al coche de copiloto mientras pitaban en forma de despedida. No perdí la oportunidad sacando una foto de aquel momento.

-Les haré chantaje por abandono de hogar.- Pensaba mientras lo decía en voz alta mientras subía las escaleras intentando de nuevo quitarse aquella mancha de carmín que su madre le dejó en forma de despedida. Preparé la mochila sin hacerle mucho caso a los libros que estaba echando. Cámara en mano y a la rutina de clase. Segundo de bachiller me esperaba ansiosamente.

Llegué. Todo tan normal como cada día. Chicas vestidas muy formales en corrillo hablando de cómo habían sido sus perfectos fines de semana con sus guapos novios y su vida perfecta. Personas fumando en la puerta de la entrada. Pero allí estaba Úrsula, era inconfundible con aquella melena pelirroja, rizada, tez morena y ojos verdes. Nos conocemos desde que teníamos tres años y desde entonces día tras día nos hemos cuidado como hermanos. Le quité aquellos cascos rojos dando por hecho que estaba escuchando a Carlos Sadness. Efectivamente. Acerté.

21:58Donde viven las historias. Descúbrelo ahora