Capitulo nueve: Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno.

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Cerré los ojos con los con la música puesta. Sonaba aquella canción tan bonita que tanto conseguía alegrarme. Que tanto conseguía concentrarme. Que tanto conseguía ser yo mismo. Notaba como el agua de aquel grifo de la ducha comenzaba a caer. Adoraba ducharme en todas las épocas del año con agua caliente. Odiaba el agua fría a la hora de la ducharme o bañarme, más bien ducharme, siempre iba con el tiempo justo. Comencé a pensar. Aquel momento me recordó a aquello de ¿Qué año sería? ¿El verano de 2016? O ¿Quizás de 2015? Lo que sí que recuerdo es que estábamos yo, Richard y David en aquella piscina ¿De quién era? ¿Del tío? ¿Del abuelo? Era de algún familiar de Richard, eso seguro. Nos invitó un fin de semana donde íbamos a estar solos en aquel gran terreno. Teníamos lo justo para sobrevivir, cartas, piscina, música, televisión y comida. Y bien, poniéndonos en situación ahí estábamos los tres bajo la luna llena en aquella piscina enorme. De verdad. Era algo así como las que tienen los gimnasios para hacer natación o las que tienen los famosos en sus casas. Escuchábamos los pájaros cantar y el silencio, nada interrumpía aquel silencio. Era tan agradable. Eso sí que conseguía relajar. Cada uno tumbado en una de esas colchonetas hinchables que regalaban al comprar cualquier cosa, el periódico, un bote de gel, de champú o detergente. Recuerdo que la mía era verde. Pero un verde así... ¿Cómo decirlo? ¿Aquel polo verde que era de lima limón? Pues el mismo color. Todo iba bien hasta que Richard rompió aquel silencio. Se sentó en aquella colchoneta metiendo a su vez las piernas hasta las rodillas en el agua.

-¡Chicos! ¡Venid! ¡Vamos a hacer algo diferente!

David y yo nos incorporamos rápidamente metiendo los pies en el agua también. Nos miramos entre nosotros

-¿A qué te refieres Richard? ¿Qué quieres hacer?

-¡Ahora vengo!

Salió de la piscina metiendo de nuevo su cuerpo en ella. David y yo nos mirábamos extrañados decidiendo salir de la piscina siguiéndole. Le vimos de lejos de cuclillas como sacaba una especie de caja metálica donde se podía leer que era de lucky strike de entre unos arbustos que había escondidos por la inmensidad de aquel terreno.

-¿Qué es eso Richard? –Preguntó David boquiabierto con los ojos como platos.

-Es tabaco David ¿Ahora fumas? –Contesté a la vez que pregunté cambiando mi cara por completo. Recuerdo que estuve serio. Sin creerme aquella situación.

-¡No! ¡Nunca he fumado! ¿Pero que os parece si lo probamos? Es decir, por un día no tiene porqué pasar nada ¡Hagamos algo nuevo chicos!

Recuerdo la cara de David en aquel momento, era imposible explicar, no podía explicar su cara, era imposible. Pero me sirve de consuelo saber que nunca la olvidaré.

-¡De acuerdo!

Creo que ni me pensé aquella contestación. David en cambio seguía con aquella cara de ¿Qué está pasando? Mientras que Richard sonreía con aquella caja metálica en la mano.

-¿No me pasará nada? ¿Todo irá bien? No me moriré ¿Verdad?

-Todo irá bien David, no lo hagas si no quieres. No te preocupes.

-¡Quiero! ¡Quiero! ¡Fumemos como si no hubiera un mañana chicos!

Recuerdo que le miramos sorprendidos tras aquel comentario. Comenzamos a sonreír. A reír. Pero eso no era nada. Nos sentamos en unas hamacas delante de un foco donde podíamos ver como los mosquitos se acercaban a él a la vez que a nuestra piel consiguiendo picarnos. Era horrible una picadura. Siempre que tenía alguna recordaba aquello que mi padre me dijo.

-Cuando te pique un mosquito lo que tienes que hacer es hacerte una cruz con la uña. Dolerá a veces un poco al hacértelo, pero es eficaz.

Yo le creí. O mi mente lo creyó siendo algo psicológico, pero conseguía que no me tuviera que rascar más.

Mientras yo comenzaba a hacerme aquellas cruces podía ver a Richard abrir aquella caja habían cinco cigarros caseros. Supongo que con aquel tabaco para liar que era el más barato. Cogió tres donde los fue repartiendo como aquellos novios en las bodas con los puros. Yo no sabía cómo se encendía. Así que primero observábamos ambos a Richard. Se lo colocó en la comisura de los labios mientras que al encender aquel mechero lo acercaba. No era difícil. Observaba a David como lo hacía mientras que Richard le daba aquella primera calada. Recuerdo que tosió a la vez que sonreía al haber dado aquella calada, supongo que la primera calada en toda su vida. Sin saber el porqué estaba nervioso. Cogí aquel mechero blanco a la vez de transparente que David me ofrecía mientras veía como daba la calada. No tosió. ¿Qué sensación daría el fumar? Si la gente lo hace sería por algo. Seguí los pasos. Aquel cigarro en la comisura mientras encendía aquella llama girando la tuerca metálica. La acerqué. Absorbí de él. De acuerdo. Yo también tosí.

A los pocos minutos después de haber inhalado aquel humo, recuerdo que nuestro ritmo cardiaco se aceleraba, todo hasta ahí normal. Veía que los ojos de Richard y David estaban un poco enrojecidos, la verdad es que no le di importancia después de tener aquel foco abrasado delante de nuestras pupilas, las mismas que se dilataron. Decidí ponerme de pie, pero no duré ni dos segundos al ver que estaba comenzando a marearme. Escuchaba a Richard reírse porque uno de tantos mosquitos se puso sobre aquel foco. Pero no era una risa normal, era una de esas de ¿Cómo explicarla? Carcajada fuerte. Pero no fue el único. David le seguía, ambos reían como si la vida se le fuera en eso. Y ¿Quién se incluyó a aquella risa? Los tres comenzábamos a reírnos ¿Por qué? Era increíble. Parecíamos estúpidos.

A la mañana siguiente. Bueno. Mañana. Nos levantamos a las 13:00 gracias a que alguien llamó al teléfono pero nadie tenía la suficiente fuerza para levantarse de aquella hamaca donde habíamos pasado la noche. Bueno casi todos. Richard estaba sobre una colchoneta amarilla con unas gafas de sol de pasta roja. ¿Y David? Le perdí el rastro pero sabía que estaba cerca, sus ronquidos eran únicos. Dos ronquidos y una respiración fuerte. Giré la cabeza ¿Qué hacían dos botellas vacías de beefeater vacías en el césped? De acuerdo, no había nada más divertido que una mitica resaca un domingo como en las películas. ¿Cómo era aquella frase de aquella canción? ¿Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno? Creo que sí. Nunca había sabido lo que era tener resaca. Lo veía en series y películas a aquellos actores que siempre se levantaban bebiendo agua, mucha agua de la nevera, con dolor de cabeza molestándoles el mínimo ruido. Y era cierto, ahora lo entendía mientras notaba mi boca seca.

-Mi madre me va a matar, tenía aquellas botellas guardadas para una ocasión especial.

-Pues lo ha sido. –Contesté mientras comenzaba a reír.

-La última vez que compro marihuana.

-¿Qué compras qué? –Me desperté del momento al escuchar aquello.

-¿Te crees que el tabaco va a hacer que no te puedas levantar mareándote?

Me quedé mirando aquel césped. La verdad es que no tenía ganas de reñirle, simplemente me apetecía descansar y dormir como mínimo un día más o quizás tres meses.

Reaccioné. Volví mientras me reía de aquel momento. Salí de la ducha sin haberme acordado de que el albornoz estaba en el salón ¿Qué hacía ahí? ¡Mierda! Me puse aquella pequeña toalla rodeando mi cintura. Me acerqué al esquejo mientras que con la mano derecha hacía una especie de dibujo abstracto quitando aquel vaho que se había formado después de ¿Cuánto? ¿Una hora en la ducha saliendo aquel agua caliente? Creo que después de aquella noche fue cuando comencé a fumar. No recuerdo entonces el por qué sería que comencé a hacerlo, aunque tal vez sería porque lo vi en una novela que veía mi madre donde ¿Qué era? ¿Un guardia civil? La verdad es que no lo recuerdo, pero le quedaba muy bien aquel cigarro. Creo que comencé a fumar porque lo vi en la televisión a la vez que anunciaban campañas para dejar de fumar. 

21:58Donde viven las historias. Descúbrelo ahora