Capítulo uno: Una caja azul de lunares.

65 6 0
                                    

26 de Abril del 2034

Para comenzar voy a definirme como una buena persona. O eso pienso. Mejor dicho, eso me han dicho siempre. Soy de esa clase de personas que se tienen que dormir viendo una serie, una película o escuchando cualquier estilo de música. Ponen el despertador para que suene a las 07:00 y se levanta a las 07:30 sonando en periodos de cinco minutos con aquella canción que tanto me gustaba. En verdad no. Cada vez que sonaba aquella melodía era como que me quería morir al pensar en que tenía que hacer un día y otro lo mismo. Era antigua. En inglés, no la entendía. Pero adoraba su ritmo. Me encanta cocinar. Y realmente creo que se me da bien, o eso me han dicho siempre. Y siendo sincero creo que lo que mejor se me da es la tortilla de patatas. Perfecta. Poco echa. De esas que cuando la cortas se desmenuza. O al menos era lo que a mí más me gustaba. Adoraba viajar. Entre ellos la cámara. Sacar fotos. Pedir a algún desconocido que posase para mí. Y aunque haya gente tímida creo que nadie nunca me ha dicho que no a una foto delante de un gran y espectacular monumento acompañado de un hermoso atardecer. Me encantaba leer libros. Soy de esas personas que lee libros aun de papel en los trenes, aviones o un domingo por la tarde. Y volviendo a la actualidad. Ahí estaba yo. Sentado en el sofá viendo un programa de esos donde te enteras de la vida personal de los famosos. No conocía a ninguno de los que salía por ese canal. Ni entendía lo que decían. Simplemente lo observaba para pasar el tiempo como se gritaban entre unos y otros intentando adivinar que podían decir.

Recibí una llamada, ¿Quién podría ser a estas horas? Cogí las dos muletas rápidamente para levantarme a por el teléfono recordando el motivo por el cual las tenía que llevar, por suerte quedaban un par de días, una caída tonta después de un suelo recién mojado queriendo coger el teléfono de nuevo. Bajé el volumen de la televisión lo más rápido que pude intentando evitar que colgasen.

-¿Dígame?- Pregunté con entusiasmo e intriga.

No podía ser, otra mudanza no era posible, Suiza. A mis casi cuarenta años llevaba recorrido medio mundo. No me podía quejar. Trabajaba de lo que siempre he querido. Desde pequeño he amado hacer fotos. He amado la fotografía. A día de hoy sigo trabajando de fotógrafo. Siempre me han dicho que tenía buen ojo para los pequeños detalles. Y así era. Afirmaba con mi cabeza lo que me hablaban por teléfono cuando mi respuesta siempre es un 'me lo tengo que pensar', cuando realmente mi respuesta siempre es que sí. No tengo gran cosa en la vida, no tengo hijos, no tengo mujer, no tengo familia cercana. ¿Qué podía perder? Me venía bien descubrir mundo. Conocer nuevos lugares. Nuevas personas. Adoraba la gastronomía de cada país. Sus costumbres.

-¿Sigue ahí señor Lubik?- Preguntó el hombre desde la otra línea telefónica.

-Sí.- Reaccioné rápidamente mientras me sentaba dejando las muletas en el suelo.

-¿Tenemos su respuesta?- Preguntó ansiosamente.

-Me lo tengo que pensar, recibirá noticias mañana.- Contesté mientras contemplaba por la ventada aquel bonito paisaje de la ciudad de Tokio donde se podía contemplar de una forma espectacular el puente del Arco Iris.

Tiré del teléfono al sofá mientras comencé a pensar, tal vez llegó el momento de volver a conocer aires nuevos. Suiza, Suiza, Suiza. Una y otra vez mi mente lo repetía sin llegar a creerlo de nuevo. No había pensado en mudarme de nuevo. Aunque sabía que tarde o temprano volvería a pasar. Suelo estar en cada país unos seis meses. Solo han pasado aproximadamente unos dos meses y medio. Tal vez habrá que ir empaquetando todo.

No cogí las muletas, las preferí dejar en el suelo e ir apoyando el pie poco a poco. Empecé por el dormitorio, aunque normalmente donde más cosas hay es en el salón, pero en mi caso... Mi caso es totalmente distinto a la de las personas normales. Suena raro, pero es cierto.

Comencé por los cajones, lo tiré todo sobre la cama dejándolo ordenado para meterlo en cajas. Al menos intentaba ordenarlo, pero aquello se hacía imposible. Observé si había algo frágil y lo único que encontré fue una caja. Una pequeña caja azul de lunares donde al caer sobre la cama se abrió. Salían fotos, aquellas fotos que daba por perdidas echándole las culpas a las mudanzas. Comencé a mirarlas. Había tantas que no sabía cuál coger primero. Mi nombre es Adam. Adam Lubik y voy a empezar a recordar estas bonitas fotografías de hace más de diecisiete años.

21:58Donde viven las historias. Descúbrelo ahora