No te quiero.

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Solo necesitaba estar con él para que mi cuerpo se estremeciera. Durante el tiempo que estovo en Colombia estuvimos viéndonos, siempre en mi casa y ese era como una ventana abierta en mi infierno . Solo el simple hecho de tocarlo, de ver como sus manos recorrían mi cuerpo, solo con eso me venía una bocanada de aire puro. Pero aunque durante la noche sentía como mi mundo me devolvía la felicidad, durante el día mi vida se convertía en un cuarto frío y oscuro. Cuando estaba con Rafael, sentía como si no me importase morir en sus brazos en cambio las cosas con  Diego iban a peor. Nunca venía a dormir a la casa y prácticamente cuando lo veía solo era para discutir. 

- Buenos días, amor.- Me cogió Diego por la espalda.

- Por Dios, apestas a whisky,- Me giró bruscamente.

- ¿Qué pasa? Lo único que quiero es estar con mi mujer.

- Pues entonces ves y busca a la Diabla y déjame tranquila.

- Paola, venga, Paola.- Me forzó y me besó. Lo aparté de mi. 

- Llegamos a un acuerdo Diego, no vuelvas a tocarme, me repugnas, tu aliento me causa náuseas.

- Mi aliento te causa nauseas.- Me cogió fuertemente.- Escuchame eres mi mujer y me debes sumisión, eres mía y lo serás siempre.

- Escuchame muy bien, yo no tengo dueño. Y muchísimo menos tu.- Me volvió a besar, no podía escapar, sus besos me provocaba escalofríos. La única manera de defenderme que encontré fue morderle el labio.

- ¡Ah! ¿Qué has hecho, perra?- Su labio sangraba mucho.

- Te dije que me soltases.- Intenté irme pero el me cogió fuertemente del brazo.

- Eres una desgraciada.- Me pegó una cachetada con tanta fuerza que caí al suelo. Después de que cayera empezó a pegarme patadas.- Eres mía y de nadie más, me entendiste, de nadie más.- Gritaba mientras me pegaba.

 Cuando acabó simplemente se fue y me dejó allí en el suelo tirada como un perro viejo y abandonado. Yo no tenía fuerzas para moverme. Así que me quedé allí en el suelo esperando un poco de compasión. Estuve allí dos horas hasta que Azucena regresó de la compra.

- ¡Señora, señora!- Soltó las bolsas y vino corriendo hacía mi.- Señora, ¿qué ocurrió?

- Azucena llama al médico.- Dije como puede.

***

- La señora esta bien, pero necesita reposo.

- Muchas gracias doctor.- El doctor se fue.- Señora ¿quiere que llame al señor?

- No Azucena, deje al señor.

Estuve dos días en la cama y Diego ni tan siquiera apareció por allá. El tercer día ya no lo soporté más, mi teléfono no había parado de sonar Rafael no paraba de llamar pero yo no quería que me viese así porque no sabía lo que esto provocaría en él. Me duché y salí de la casa, no aguantaba más tiempo encerrada me estaba ahogando. Salí de allá y me dirigí a mi departamento. Una vez allá solo comencé a recordar todo lo vivido allí, abrí el armario y saqué la caja con mis recuerdos. La abrí. Empecé a sacar cosas de la caja. Saqué mis documentos. Esta era yo Luna no Paola, Luna una niña sencilla y tímida, no Paola fría y calculadora. Y allí estaba mi muñeca, mi muñeca de trapo.

- Mamá, lo siento, yo no quería esto solo quería engarme de la persona que te quitó la vida pero soy tan simple que no he podido, estoy estancada en una vida horrible una vida que no quiero pero de la cual no puedo escapar.- Comencé a llorar.- Mamá lo siento mucho.- Abracé la muñeca y entonces la carta de mi madre cayó. La volvía leer y no pude evitar recordar todo lo ocurrido. Como encontré a mi madre allá tirada en el piso llena de sangre y yo no puede hacer nada por salvarla.- I'm sorry. I love you, mama. Te quiero.- Besé la carta. En ese momento sonó la puerta.

Luna, muñeca de trapo.Where stories live. Discover now