Bien y mal.

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La primera noche en la casa no fue tan mal. Ala mañana siguiente dejé durmiendo a Catalina y me fui a dar una vuelta por la ciudad. Necesitaba pensar, relajarme, meditar cual sería mi próximo paso, porque en estas semanas lo único que había conseguido era un par de peleas con Mejía, meter en problemas a las niñas de la Diabla y no había conseguido nada mas. El siguiente pasa era aferrarme a uno de los mexicanos que habían venido, necesitaba alejar los problemas de mi, y ahora mismo los problemas tenían un nombre, Mejía. Si me acercaba a Zúñiga seguramente Mejía me dejaría en paz y yo podría averiguar de una vez quien era el asesino de mi madre. Sin darme cuanta llegué a un parque.

- Vaya no esperaba verle por acá.- Una voz masculina dijo aquello a mis espaldas. Me giré. Zúñiga. Vaya hacía dos minutos estaba pensando en él.- ¿Como le va todo?

- Bien.- Le sonreí.

- No la vi en la fiesta de anoche.- ¿Anoche?¿Fiesta? La Diabla no me había llamado.

- Es que con todo esto del cierre del club y la mudanza, no pude ir.

- Es una pena yo esperaba verla allá. Nos la hubiésemos pasado muy bien.- Me sonrió.

- De eso estoy segura.

- Tendré que hablar con la Diablita para asegurarme que en la próxima fiesta esté usted.

- Será un honor compartir una fiesta con usted.- Le sonreí pícaramente. No estaba muy acostumbrada a aquel trato, no estaba ligando, porque él acabaría pagando por los servicios prestados. Realmente no sabía como comportarme en aquella situación.

- ¿Le apetece ir a tomar algo?

- No se si...

- O venga. Te invito a desayunar.

- Okey, esta bien.

Subimos al coche y me llevó a uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

- Aquí no sirven desayunos.- Me ayudó a bajar del coche.

- Si bueno es que soy amigo del dueño.- Claro, que estúpida, como no, era uno de los hombres mas poderosos de México, fuese como fuese la gente lo respetaba, o si no le tenía miedo, solo con levantar un dedo puede abrir cien restaurantes a la hora que sea.

 Entramos en el restaurante y nos sentaron en una mesa, estábamos solos. Era como si hubiesen cerrado el restaurante para nosotros, pero en realidad lo habían abierto para nosotros.

- ¿Qué te apetece desayunar?- Me preguntó.

- Sorprenderme.- Le dije, así él creería que tenía el poder.

- Muy bien.

 La verdad es que así bien mirado, Zúñiga no estaba tan mal. Era bastante atractivo, quizá un poco mayor para mi, pero quien no lo era para mi. Se notaba que le gustaba ir al gimnasio la única pega física que podía tener es que era clavo, aunque ese defecto también le hacía atractivo. Durante el desayuno me contó que en México tenía una hija, que mas o menos tendría mi edad, y yo no supe como reaccionar a eso, porque me contaba a mi que tenía una hija y que ella tenía la misma edad que yo, no tenía sentido si él se quería acostar conmigo, no tenía porque contarme cosas de su vida. Además el que yo supiese que en su casa tenía una familia esperándolo no me lo hacía mas fácil. 

- ¿Por qué trabajas para la Diabla? No pareces una de ellas.

- Bueno, necesito el trabajo, no tengo familia y no encontré otra opción.

- ¿No tienes familia?

- De sangre no, pero si tengo una madre que trabajó en el club de la Diabla, ella me ha ayudado mucho.

Luna, muñeca de trapo.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang