décimo halloween

1K 210 71
                                    

"Just gonna stand there and watch me burn (...) You ever love somebody so much you can barely breathe when you're with them"
décimo halloween junto a Maks

No me hablaste después de aquel beso, tampoco me dirigiste palabras hirientes o golpes. Simplemente no hiciste nada. Y dolía Maks, dolía recordar tus labios sobre los míos y saber que tú hacías como si nunca hubiera pasado. Pero me habías besado y con ello conseguido que todo el daño se esfumase. No comprendí por qué hacías esto —ignorarlo— hasta el día de Halloween, hasta que yo me di cuenta de que había hecho lo mismo. Papá seguía en casa con mamá. Yo seguía viviendo en su lecho, oyendo las enormes discusiones, los lloriqueos débiles de la mujer que me trajo al mundo y los golpes.

Día tras día.
Semana tras semana.
Mes tras mes.
Año tras año.

Me obligué a mí mismo a ignorar aquellas heridas que le causaba mi padre, dejé a mi madre sola y me metí en la cabeza que el amor a veces duele, que no es siempre perfecto. Que mi padre no tenía la culpa y que mi madre no sufría. Lo hacía por miedo, miedo a salir mal si lo paraba, miedo de lo desconocido; de la furia.

Pero en este Halloween Maks no pude ignorarlo más, los gritos mortíferos de mi padre y los reclamos de mi madre se metieron en mi cabeza, dándome cuenta de que era un maldito cobarde. Como tú. Había cometido muchísimos errores, pero no más, nunca más. No puedo explicar con palabras lo que realmente pasó este Halloween, lo que realmente vi en la habitación de mi madre, solo te puedo escribir como se siente. Se siente como millones de cuchillos sobre tu cuerpo, sientes un nudo en la garganta, sientes asco por haberlo ignorado, y te preguntas por qué alguien puede hacer tanto mal en el mundo. Mi padre siempre había sido un cristiano loco, de aquellos que dejaban que la religión los confundiese, tanto que abandonó lo moral. Tanto que pegaba a mi madre y martirizaba lo que creía incorrecto.

Tú no estabas enfermo por besarme y yo no estaba enfermo por amarte. Mi padre estaba enfermo, mi padre era la personificación del mal, de todo lo que la religión quiere evitar. Años atrás una señora me había dicho:

"La religión une a las personas"

Nunca pudo tener más razón. Yo estaba unido a mi padre. Con mis manos alrededor de su cuello. Con mi vista cegada de la rabia. Con mi madre golpeada llorando en un rincón.

Aquel chico no era yo, era otra persona que convivía en mi cuerpo, una persona hecha de rabia y dolor. Era algo malo, era la parte de mi padre que recorría mis venas, era la parte que te había hundido años atrás. No era más fuerte que él, por supuesto que no. No le fue difícil noquearme. Pero cada golpe me rompía un poquito más emocionalmente, el dolor no importaba —Me había pegado muchas veces, no como esta, pero no se sentía nada nuevo en la forma en la que sus callosas manos impactaban contra mi piel— importaba los pensamientos que evocaba. Pensamientos de un Maks siendo apartado por un capricho mío, pensamientos de mi madre golpeada, llorando... Pensamientos de un cobarde, de lo que había ignorado por temor. Mi padre tomó mi posición anterior, con sus manos sobre mi cuello. Me asfixiaba mientras mi madre rogaba. Iba a matarme.

Por favor, déjale. Por favor, por favor, es nuestro pequeño...

¡Calla! Es un hijo de puta enfermo, merece esto. Tanto como tú, zorra.

¡LO ESTÁS MATANDO! ¡PÉGAME A MI! ¡DEJA A MI HIJO, SANTO DIOS!

Nunca haría nada que pudiera lastimarlos. A ninguno de los dos. Esto es bueno para ustedes, es la salvación.

Dejé de escuchar la risa de aquel hombre que llamaba padre, mi vista se nublaba entre los cardenales de mi madre, no podía respirar pero seguía intentando pelear, intentando agarrarme a la vida, a las manos de mi padre.

Caía al vacío.

Justo en el momento en el que creí que moría deseé tener más tiempo, deseé poder haber retomado el tiempo contigo, deseé haber aprovechado todo y no haberme callado nunca. Haberte dicho que te quería. Necesitaba más vida, necesitaba más horas. Moría sin haber aprovechado mi existencia, porque claro, ¿quién me diría que terminaría así, en Halloween?

Quería tiempo para contar tus pestañas, para perderme entre las marcas de tu espalda y las pequitas que te llenaban los hombros. Quería que mi lengua rozase la separación de tus paletas y que mis labios besasen las lágrimas —aquellas que solo causaba yo— Maldecía a Eva por haber tomado el fruto del árbol y a Adán por ser un loco enamorado que le hizo caso porque sin aquel pecado Dios no hubiera castigado con la muerte, le rogué a los querubines que hiciesen algo para evitar mi muerte, que me tomasen entre sus alas y me llevasen al lecho de la vida.

Cuando sentí que el último respiro se escapaba de mí, soñé. Soñé con tu mano sobre la mía, nuestras miradas sinceras, sin ningún rencor: solo paz y amor. Tu sonreías y hablabas con esa sonrisa tan tuya, aquella en la que tu comisura derecha se elevaba más que en la izquierda donde, justo debajo del ojo —justo debajo de aquel lunar— aparecía un pequeño hoyuelo. Todo es perfecto en mi sueño, tanto que abrazaba a mi último aliento, dándole la bienvenida.

Sé que dijimos cosas, hicimos cosas y nos herimos, pero no era nuestra intención Maks. Nos queríamos a nuestra manera, una manera ciega y dolorosa. Una manera que nos quitaba la respiración y nos dejaba sin pulsaciones, una manera que nos dejaba vacíos porque nos queríamos tanto, y éramos tan jóvenes e inexpertos que nadie nos enseñó cómo amar.

Y en ese momento estaba asustado, porque ya no estabas en mi sueño, porque ya no sentía la realidad, porque ya todo había acabado.

Tengo miedo, Maks —Susurré al vacío, en mi lecho de muerte.

Nadie respondió.

Tú ya no estabas ahí para hacerlo.

Asher.

scared » gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora