Vivir sin ti

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OLIVIA

—¿Quieres estarte quieto de una vez?

—¿Qué harás si no lo hago?

—Jose, por favor, no me hagas cosquillas, ¡me sacan de quicio! —gritaba entre risas mientras él se esmeraba en mantenerme inmovilizada con una de sus manos y con la otra movía sus dedos dando toques en mis costillas.

Librábamos una lucha campal encima de la cama.

Yo usaba todas mis fuerzas para que no pudiera seguir torturándome, pero no lo conseguía.

Cuando se cansó de hacerme sufrir me mantuvo atrapada un segundo, mirándome con sus profundos ojos y una tierna sonrisa que me hizo sentir ese tipo de amor que es difícil explicar con palabras.

Me besó suavemente en los labios y comenzó a aflojar sus brazos para acariciarme con sus sedosas manos. Yo le rodeé con los míos y me deleité, una vez más, en su boca que me dedicaba lo mejor de sí misma.

De repente, unos nudillos tocaron la puerta que se abrió sin dar tiempo a que ninguno de los dos pudiera reaccionar ante la inesperada visita.

—Papá, Jorge no me deja ver los dibujos.

Jose dio un respingo que le apartó de encima de mí casi como si hubiera un muelle entre nosotros y miró enfadado a Inés.

—¿No te he dicho mil veces que hay que llamar a la puerta antes de entrar a cualquier habitación?

La niña me miró un momento, extrañada, e inmediatamente volvió a mirarle a él.

—Pero si he llamado —decía justificándose y tratando a su padre como si estuviera juzgándola injustamente.

—No has llamado, Inés. Has tocado e inmediatamente... Mira, déjalo. Dile a tu hermano que te deje ver la televisión, que se lo he ordenado yo —decía pasándose una mano por su pelo.

—Vale.

La niña salió y Jose se volteó para mirarme de nuevo con algo de malicia, como si quisiera comenzar de nuevo con ese estúpido juego en el que yo salía siempre perdiendo.

Yo le sonreía pidiéndole que no lo hiciera, que me diera un respiro, cuando mi mente se nubló pensando en dejar de vivir estos momentos con él, en dejar de tocarle y besarle por Dios sabía cuánto tiempo.

Mi rostro debió de transformarse, porque el suyo también lo hizo casi en el acto.

—¿Qué te pasa, cielo? —preguntó acercándose más a mi.

—Pues... No quiero que el pensamiento de dejarte aquí invada mi mente, pero, a veces, no puedo evitarlo. Nada más.

Jose apretó los labios y se fundió conmigo en un abrazo reconfortante .

Desgraciadamente se separó demasiado pronto.

—¿Cuándo tienes pensado marcharte? —preguntó casi con miedo.

Habíamos estado evitando el tema toda la semana. Sentíamos que si no hablábamos de ello, no ocurriría. Nos encontrábamos viviendo el día a día, sin pensar que tendríamos que separarnos indefinidamente dentro de poco.

—Pasado mañana —pude susurrar.

Y, aunque mi voz sonaba dulce y tranquila, aquellas dos palabras nos produjo la tensión más palpable que cualquier otra frase..

Jose suspiró y fijó su vista en el suelo. Nervioso, se levantó y comenzó a andar por a habitación con las manos en su cintura.

Yo le miraba resignada desde la cama, aguardando su reacción o alguna palabra que aliviara mi tristeza. Pero eso era imposible.

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⏰ Última actualización: Aug 25, 2022 ⏰

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