Cambios

620 60 48
                                    

JOSE

—No puedes estar hablando en serio, Laura —musité sin creerme muy bien lo que me acababa de decir.

Caí derrotado en el sofá con la cabeza entre mis manos sin poder asumir lo que me estaba pasando.

Laura y yo, atravesábamos una mala racha desde hacía ya unos meses. Los niños eran relativamente mayores y ella había decidido empezar a trabajar para ser más independiente. Nuestra relación se fue desmejorando gradualmente. Ella permanecía en sus asuntos, y yo en los míos.

Notaba como las veces que hacíamos el amor se iban distanciando en el tiempo, hasta ser inexistentes hacía ya varias semanas. Pero esa situación no me había robado la tranquilidad. Siempre pensé que mi vida en pareja era recuperable, por eso jamás llegué a imaginar que sería el principio del fin.

—Lo siento, Jose, pero no aguanto más la situación. Me instalaré en la casa de la ciudad con los niños —dijo mientras terminaba de hacer una maleta.

—Al menos no tengas la desfachatez de decir que es culpa mía —solté casi en un bufido—. Es por ese compañero tuyo ¿verdad? No hace falta que sigas disimulando, Laura, sé de sobra que te traes algo con él.

Y era cierto. Yo no era tonto, aunque a veces prefiriera hacérmelo.

La había pillado un par de mensajes en el teléfono y un correo un tanto comprometidos, pero los dejé pasar. Fui un cobarde y no estaba preparado para desfragmentar mi familia de la noche a la mañana, no así. De eso ya se estaba encargando ella.

Laura se quedó callada un momento, otorgando. Sonreí irónico mientras notaba como no podía controlar mi ira, que subía hasta mi cabeza tal y como si fuera un río de lava.

—Eres una fulana —dije con rabia cuando casi al instante, tenía a mi hijo de catorce años retándome con la mirada.
Parecía un desconocido ante mí y supuse que su madre le había puesto en mi contra, mientras yo estaba fuera de casa. Su lengua viperina podía conseguir eso y más.

—Vete a tu cuarto, Jorge —ordené para que saliera corriendo escaleras arriba. 
Y, a juzgar por la mirada que me dedicó, lo hacía en contra de su voluntad. Volví mi rostro hacia mi mujer y pude sentir el desprecio a través de sus ojos.

—¿Por qué nos haces esto, Laura? ¿No podemos intentar solucionarlo? —susurré acercándome a ella, pero le repelía como si fuera un desconocido—. Por Dios, Laura, lo único que he tratado todos estos años es que tuvieras una bonita casa, que no te privaras de nada y que mis hijos no pasaran necesidades. Para ello me he matado a trabajar y ¿es esto lo que me merezco después de todo? —pregunté bajo su inerte mueca que me gritaba que sí, que era eso lo que me merecía.

—.Vives como una reina y todo es gracias a mí. Yo solo he mantenido a esta familia. Y además lo he hecho sin tu ayuda.

Noté como tensó su mandíbula y me miró como si hubiera planeado asesinarme con aquellos dos ojos que no reconocía.

—No hagas esto más difícil, Jose. Sabes que no se trata de dinero sino de amor, y hace mucho que entre nosotros no hay nada. Nuestra vida, juntos, es una mentira. Y perdona, pero soy demasiado joven para aguantar un matrimonio muerto solo por los niños.

La frialdad era tan cortante que retrocedí un par de pasos sobre mí, incrédulo. ¿De verdad esto había llegado tan lejos? Intenté cerrar los ojos y escuchar a mi corazón que lloraba desconsolado, ¿Qué quería? ¿Qué necesitaba?

Quería ver a mi familia unida así como sabía que necesitaba a mis hijos. Pero lo que sentía por ella, hacía mucho tiempo que se había apagado, eso era cierto. 

Mi mundo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora