Desengaño

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OLIVIA

-Sí. No te preocupes. Está todo perfecto, Pedro.

Intentaba tranquilizarlo. 

Llevaba media hora al teléfono, con él, repitiendo una vez tras otra las mismas tonterías y preocupaciones. 

Además de eso, sentía que mi cabeza se había propuesto matarme. Así que, mientras hablaba con él, saqué una pastilla para ver si acababa con aquella resaca.

Tomé un poco de agua y me juré a mí misma que jamás volvería a ingerir alcohol. Pero sabía que era una promesa con las patas muy cortas, además de ser lo mismo que me prometía cada domingo por la mañana.

No tenía remedio.

-Ya te he dicho que no te preocupes. No seas pesado. Esta noche irá todo bien... solo ha sido un pequeño cambio, nada más. Además, Jose, piensa lo mismo que yo.

Jose. 

Esa sensación que me poseía cada vez que escuchaba su nombre había vuelto de nuevo mientras hablaba con Pedro.

Anoche solo deseaba estirar de su camisa y meterle dentro de mi dormitorio, pero me contuve porque sabía que había algo en su cabeza que le impedía estar tranquilo y relajado.

Sentí demasiado miedo a su rechazo y, mis tripas me decían, que si le besaba o le atraía hacia mí, acabaría por irse de mi dormitorio. 

Así que me pasé casi toda la noche en vela intentando comprender qué pasaba por su cabeza.

Llegué a la conclusión de que su ex le tenía sorbido el seso, pero no estaba tampoco muy segura.  Jamás hablaba de ella y ni siquiera se cortaba cuando ponía sus ojos en alguna parte de mi cuerpo.

Cuando tienes a alguien en la cabeza, no vas por ahí fijándote en la primera chica que ves. Y él se fijaba en mí, continuamente...

Por eso motivo no entendía nada. 

Era un "querer y no poder" absurdo, una lucha constante que enfrentaba su deseo de acercarse a mí y su afán por alejarse.

Cualquier hombre en su situación anoche se hubiera metido en el dormitorio conmigo, pero con él no funcionó. Por algún extraño motivo prefirió despedirme con un manotazo en vez de con un suave beso.

Absorta en mi mente y confusa, casi no hacía caso a Pedro al otro lado del auricular. Volví a la realidad cuando le oí llamarme por mi nombre en repetidas ocasiones.

-Sí. Te estoy escuchando, Pedro.- refunfuñé consciente de que era mentira. –Sí, luego le diré a Jose que te llame. Descansa y disfruta, tonto. Deja de preocuparte.

Me despedí de mi jefe casi visualizando sus dos ojos azules mirándome con cariño. Sonreí mientras me guardaba el móvil en el pantalón y salía de mi habitación hacia el despacho de Jose.

El sol brillaba como nunca, podía verlo a través de los ventanales del hall. 

Los niños corrían por todos lados, alegres y despreocupados. Un aroma veraniego inundaba los pasillos del hotel cubiertos por rojas alfombras y elegantes maceteros.

Antes de llegar al despacho de Jose, pasé por la cocina para comprobar si, Luis, había salido ya del trance de la noche de antes.

Así fue. Estaba completamente recuperado.

Liado y dirigiendo a su equipo con su eterna profesionalidad, sonrió cuando me vio de lejos e hizo un gesto para que me acercara.

Esquivé a distintos empleados que corrían por la cocina ocupados en diferentes quehaceres y me acerqué hasta él dándole un toque en el hombro.

Mi mundo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora