Reencuentros

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PEDRO

Rumbo a Madrid, pensaba en que me había costado un mundo entero separarme de Olivia. Y es que era la primera vez que lo hacía por tanto tiempo desde que la conocí.

No pude evitar soltar una lagrimilla al despedirme de ella, pero creo que fui hábil y no se dio cuenta de mi debilidad. 

Fue eso o que se apiadó de mí y dejó que me fuera sin más. 

Ahora sabía que ella era mi mundo entero, nada tenía sentido si no estaba presente en mi vida. Supongo que me había convertido en el típico carcamal sensible y endeble con los años, o podría ser que antes no tenía motivos suficientes en la vida como para sentirme así.

Mi hija. Mi preciosa hija. Mi todo.

Aunque ella no sabía nada todavía, notaba su amor, sabía que me quería. 

Debía hacerlo porque lo sentía en sus ojos, en su forma de tratarme... Había algo que me decía que también era imprescindible en su vida.

"Joder, necesitaba escuchar su voz", pensé mientras notaba que hasta que no pudiera bajarme del avión, poco podría hacer. El móvil estaba inservible.

Tampoco quería acercarme demasiado a ella o tener demasiada confianza. 

No quería que confundiera mi amor paternal con otro tipo de amor, me aterraba pensar en eso. Así que lo tenía decidido: en cuanto volviera a poner un pie en Valencia me sinceraría con ella. Lo único que dudaba era si debía contarle lo del cáncer o esperar un poco más, no tenía ni idea de lo que sería mejor para ambos. 

Quizás debía consultarlo con Jose, escuchar sus consejos siempre me había venido muy bien, cuando le hacía caso, claro. Pero en este caso, justo con Olivia de por medio, no me fiaba mucho de su opinión. Temía que no fuera neutral.

Escuché el aviso de llegada y cogí aire pensando en que había llegado el momento de remover el pasado.

Ahora me esperaba otro reto:  ver a mis hermanas después de tantos años y pretender que todo se había mantenido inerte en el tiempo, intacto.

Bajé del avión y las vi entre el gentío, las dos mirando hacia todos lados. Hasta que, Berta, supo que estaba allí.

Una sonrisa cálida iluminó su rostro mientras pegaba un codazo a Rocío para que supiera que su hermano menor había llegado.

Me dirigí hacia ellas con mil sentimientos removiéndome las tripas, llegué a donde estaban y las dos me abrazaron por todos los años que no habían podido hacerlo.

Su olor hacía que recordara otros tiempos, tiempos en los que ellas cuidaban de mí y creían en cada paso que daba o cada proyecto que realizaba. 

Literalmente se me caía la cara de la vergüenza  al haber descuidado tanto a mi familia. Mi alma, en ese momento, debía de estar a la misma altura que mis pies.

Me separé de ellas notando la emoción que nos invadía por completo a los tres.

-Siento tanto no haberos llamado en todo este...-

Mi hermana, Rocío, me interrumpió.

-Pedro, ya está. No digas nada. Lo importante es que estás aquí con nosotras y que hemos vuelto a vernos.- sonrió con esa mueca tan suya, la que siempre me daba la confianza necesaria como para pensar que todo iba a salir bien.

Berta me agarró de la cintura mientras andábamos arrastrando mi maleta hacia el coche de Rocío.

Habíamos decidido hospedarnos los tres en casa de Berta, así pasaríamos la mayor parte del tiempo juntos.

Mi mundo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora