Capítulo 49: Evacuación

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Pasa su mano por una de mis mejillas y después sale corriendo.

Una cosa está clara, tengo que avisar a Rana y sus compañeras.


Minnie no aparece hasta la mañana siguiente y me paso la noche agarrada a la mochila esperándola. Cayendo dormida en un sueño ligero y despertándome por cualquier ruido en el pasillo.

Mi mejilla tiene tres feos arañazos. Al llegar a la cocina, me la encontré abarrotada de personas, una cocinera tirada en el suelo desangrándose y ningún militar a la vista. Entonces, cuando alargué la mano para coger una barra de pan, una mujer me lo quitó golpeándome y arañándomela cara. Entonces alguien por detrás me arrastró por el suelo como si quisiera llevarme a un lugar oscuro y trincharme en trocitos de carne. Decidí en ese momento no arriesgarme y salí corriendo.

Cada vez que me acerco a la habitación de Rana, no reconozco a las chicas y ninguna sabe decirme dónde puede estar Rana. Busayna trabajaba cerca del ala norte y según su compañera de litera, desde hacía días que no vuelve a dormir. Tal vez Rana haya ido a buscarla al hospital paramédico del ala norte.


Los disparos se acercan y yo no puedo atarme las deportivas. Me doy un segundo para respirar y cuando vuelvo a intentarlo consigo hacer un lazo. Después agarro mi mochila escondida debajo de mi cama y me la echo al hombro.

Marcos abre la puerta cuando creo que los disparos están en mi pasillo. Su mano está entrelazada con la de Minnie. Detrás está Milos.

—¿Estás preparada? —me pregunta Minnie y termino de hacerme una cola de caballo. La goma de pelo me la prestó Busayna.

—¿Qué está ocurriendo? ¿Qué son esos disparos? No han pasado los dos días... Los zombis no pueden haber entrado.

—Cambio de planes —dice Marcos, tiene peor aspecto que antes—. Es demasiado tarde para escapar y robar un coche. Todas las salidas terrestres están bloqueadas. Hay salidas de emergencia por todas partes, pero solo tres llevan a la pista de aterrizaje. Por el ala este. Así que la única forma que hay de huir es con helicópteros.

Minnie me pasa más ropa.

—Es otoño y estamos en una zona montañosa, debes abrigarte.

Me pone un jersey por la cabeza.

—¿Y Diego? Minnie, ¿qué ha ocurrido con Hugo... y Diego?

«¿Y Diego?» grita mi cabeza.

—Han sellado la zona del norte —responde Marcos y de nuevo tiene esa expresión, ese tono de voz, tan frío y meticuloso de científico—. Es demasiado tarde para ellos. Han evacuado a los paramédicos hace una hora. No hubo supervivientes... —Contrario a lo que me esperaba, Minnie no se echa a llorar. Yo en cambio empiezo hacerlo en silencio—. Así que debes de mantener la cabeza fría y salir de aquí.

Estoy a punto de seguir a Minnie, cuando me detiene con una mano.

—Tienes que adelantarte. Tenemos que buscar a Verónica. Está en el quirófano y quiero que tú salgas primero de aquí.

—Ni en broma te dejo sola.

—Yo iré con ella —interrumpe Marcos—. La mantendré a salvo.

—¡Minnie, no me dejes sola! ¡Minnie! No podemos separarn-

Milos me agarra de los hombros y mi cuerpo no reacciona.

—No estarás sola, Milos te cuidará, tienes que llegar hasta la zona de despegue, ¿entendido? No habrá mucho espacio, así que tienes que ir corriendo, ¿me escuchas?

La Destrucción de Nuestras Almas: Amores Imposibles en el ApocalipsisDove le storie prendono vita. Scoprilo ora