Epílogo

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―¿Cómo decirlo? Se ha vuelto un chico bastante bueno, Siempre escuchando lo que le digo... admirando la inteligencia de Tobirama, creo que he criado a un buen niño... ¿Tu que crees?

Miré la lápida sin ninguna esperanza de respuesta.

Hoy, 24 de diciembre me encontraba sentada frente a la tumba simbólica de mi antiguo esposo, con dos tazas de té sobre una manta y una pequeña tarta de Manzanas, si, el día estaba nevado pero nada me impediría venir a visitarlo en un día tan especial como este.

―Creo que debemos cambiar de costumbre, siempre es tarta de Manzana, la siguiente prometo que traeré Inarizushi, pero se me hacía tarde...

Corte un pedazo de tarta, colocando este en un pequeño plato, dejándolo sobre su lápida.

―El día de hoy estarías cumpliendo quizás unos...― Tomé mi barbilla, pensando detenidamente― ¿42 años?― suspiré profundamente, observando cómo los copos de nieve invadían el pequeño trozo de tarta.― Y pensar que han pasado 17 años...

Sonreí con nostalgia, recordando la ultima mirada que sostuvimos juntos, las pocas risas que compartimos, los hermosos momentos que vivimos, lo extrañaba de sobre manera y a pesar de haber pasado ya 17 años, nada cambiaba, aun sentía su presencia cerca, su mirada en mi espalda por las noches, de alguna manera todavía sentía la calidez de sus labios en mis sueños.

―Pero no dejan de ser sueños... ¿No?

A pesar de todos esos incontables sueños que he tenido... cada uno tan real como el anterior, es como si todavía compartieramos aquel futón, pero sé que no es así, sé que al despertar tu no estarás y es por eso que algunas veces prefiero seguir durmiendo... para verte mas tiempo.

―Izuna...― Murmuré, recordando la radiante sonrisa de mi joven hijo.

Él me ha contado muchas cosas, me ha jurado verte en sueños, me ha dicho que haz hablado con él, que haz intentado enseñarle lo que un padre debería y eso me alegra, porque a pesar de ser solo un sueño, quiere decir que tu alma vive con nosotros, protegiendo nuestras espaldas.

―No sabes lo que nos haces falta... estos últimos 17 años he intentando encargarme de tu clan y lo he conseguido, todas son lindas personas, he arreglado todo para el momento en que Izuna se haga cargo, pues... sus 18 años están cerca y viene siendo hora de que un verdadero Uchiha tome el mando de todo ¿No crees?

―¿Madre?

Sorprendida miré sobre mi hombro, encontrando a mi hijo de 17 años observarme con una sonrisa y un ramo de lirios blancos en brazos. Sonreí por el gesto. Izuna con ramo en mano se acercó a la lápida, limpiando la escasa nueve que había caído sobre ella, depositando así las hermosas flores sobre la tumba.

―Lamento llegar tarde, papá.― Así, arrodillado al igual que yo inclino su cabeza, rezando en silencio.

Observé el perfil de mi hijo con orgullo, quizás nuestras facciones eran muy parecidas, pero la imponente mirada de Madara se encontraba en él, al igual que su largo cabello negro el cual se encontraba atado con una cinta.

Por inercia acaricié su cabello con una sonrisa, como respuesta, me miró de igual forma, abrazandome por los hombros como Madara lo llegó a hacer.

―Ya es tarde, madre... es hora de irnos.― Izuna se levantó, tomando la canasta que traía conmigo.

―¿Me esperas un momento? Quiero despedirme de tu padre.

El Verdadero Sentimiento Uchiha | Madara Uchiha |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora