—¿Qué haces aquí afuera?

—Estaba revisando mi mochila para ver si no se me quedó mi cuaderno —contestó, poniéndose de pie—, hoy tengo examen del taller.

—Y yo una práctica.

—Lo lamento.

—Créeme que yo también.

Cuando pasaron el portón principal se encontraron solos en el área de recreo. La mala suerte estudiantil que compartían iba en serio. Llegaron muy tarde o el karma les jugó una broma pesada... Los dos corrieron a los respectivos salones de clases pasando por las escaleras como si no existieran. Tener los talleres en el tercer piso era pésimo, pero fueron más rápidos que los profesores. Ausentes de horas libres en sus horarios el recreo fue la necesaria calma en medio de la tormenta que tardó dos vidas en llegar, y un poco más por la asignación de proyectos extras.

Los amigos se volvieron a encontrar debajo de un árbol framboyán. Dejaron que el aire fresco les devolviera el aliento mientras compartían una dulce merienda. Sandra estaba feliz por su examen, en cambio Félix continuaba pensando en los pasos para desarmar la tarjeta madre de una computadora. Sin embargo, verla tan jubilosa alegró su día.

—Lo importante son los resultados, ¿no?

—Tienes razón. El viernes pasado te llamé para que fuéramos con mi hermano a comer helados, ¿dónde estabas? Me preocupé.

—En Coffee Queen.

—Fuiste a hablar con ella, ¿verdad? Recuerdo que lo mencionaste hace unos días.

—Sí.

—¿Cómo te sientes?

—No lo sé. Solo quería volver a verla y hablar como antes. No me despedí, pero esa fue mi despedida.

—¿En serio crees que así las cosas se solucionaran?

El grado de tranquilidad con el que ella hablaba incomodó a su amigo. Aunque Félix sabía que escuchó una pregunta que necesitaba responder.

—No quiero lastimarla de nuevo.

—Creo que eso no lo puedes evitar.

—Hago el intento.

—Y de todos modos te irás.

—Estoy decidido.

—Debiste decírselo. ¿Por qué dejarlo para más tarde si pudiste hacerlo cuando la viste en la biblioteca?

—No pude. Me asusté demasiado al verla. Si hubieras visto su rostro, estaba pálida, como si hubiera visto a un fantasma.

—En ese momento debiste serlo. ¿Cuándo te irás a la academia?

—Después de la graduación.

—Organiza todo antes aquí —aconsejó, señalando su cabeza—, y aquí —finalizó, apuntando hacia el centro de su tórax, en dirección al corazón.

—Así lo haré.

—Te voy a extrañar, aunque seas un tonto sin remedio —admitió dando un ligero golpe en su hombro derecho—, más te vale escribirme y llamar si no quieres que te mande a matar.

—Gracias por todo.

—Solo pórtate bien, por favor. No hagas nada para que te expulsen. No quiero que padrino me regañe por tenerte de amigo.

—No te voy a defraudar.

—Eso espero. Tengo por seguro que serás un gran piloto, pero antes, ¿qué tal si me agradeces dándome el Hershey que tienes ahí?

Amigos IncondicionalesWhere stories live. Discover now