Capítulo 8

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Maratón 1/2

¿Qué es? ¿Qué es lo que tengo mal? ¿Qué hay de malo en mí? ¿Por qué todo me sale mal?

Tantas preguntas circulaban por mi cabeza y todas sin respuesta alguna.

Por más que lo intente millones de veces, todo sigue igual.

No sé si podrán comprenderme, pero... ¿se sintieron alguna vez incapaz de algo? ¿se sintieron inútiles? Porque yo sí, siempre.

Es horrible sentir que no eres suficiente, que nunca alcanza con lo que eres, que siempre debe ser más. Pero no es así. No siempre debe ser más. A veces, con lo que eres es suficiente, si con eso te sientes cómodo, está bien. Si eso es lo que quieres para tu vida, está bien.

No tienes que satisfacer a nadie más que a ti mismo, y esto lo aprendí por las malas.

Toda mi vida he intentado anteponer la “felicidad” de los demás, antes que la mía. No digo que eso este mal, pero algunas veces hay que ser egoísta, hay que pensar en uno mismo y... amarse, tal vez.

Todo el día domingo estuve planteandome este tipo de cosas, ¿por qué nunca fui suficiente para papá? ¿por qué nunca se alegraba cuando lograba mis metas? O mejor dicho, ¿por qué nunca me preguntó cuáles eran mis metas?

Les puedo asegurar que no hay cosa peor que el desinterés, sobre todo cuando viene de parte de un ser querido.

Dolía que a mi padre no le interese, como no tienen idea, también dolía que Eva no me viera.

Quiero decir, que no apreciara mi atención hacia ella, que no se diera cuenta de que quiero su bien o quizás no quería darse cuenta.

La noche anterior había ido a buscarla a su casa, podía oír el ruido de un televisor encendido y a pesar de mi insistencia en que abriera la puerta eso nunca ocurrió. Me ignoró.

Hay algo que la gente muchas veces no se da cuenta. Y es que no siempre una persona va a estar ahí, las personas se cansan de estar ahí y que no valoren eso. Porque lo que uno da, también lo quiere recibir, y no estoy hablando de lo material. Lo material viene y va, estoy hablando de los sentimientos y esos, lamentablemente, no duran la eternidad.

Supongo que lo experimentaron, dar todo por alguien y que esa persona no lo noté o peor, que lo noté y no lo valore.

Y yo simplemente me cansé. Me cansé de intentar que Eva sienta algo por mí. Estaba claro que eso no iba a suceder. Ese día tiraría mi última carta, ese día le llegaría la “beca” de la universidad de San Francisco, que yo estaba pagando.

Uno de los defectos del amor, es que no siempre es correspondido. Yo sufría de ese defecto pero no hay mal que dure mil años y este no sería la excepción.

Porque la vida no se detiene por un amor no correspondido, ¿o sí?

— Bruno, el almuerzo está servido. Ven a comer. — la voz de mi madre inundó mi habitación.

Salí del trance en el que me había sumergido, voltee la vista y miré a Lisa. Me miraba esperando una respuesta, pero con una sonrisa. Una de sus piernas estaba un poco elevada debido a la inclinación de su cuerpo y sus manos se aferraban del marco de la puerta. Le sonreí, me levanté de mi cama y fui junto a ella hasta el comedor.

En medio del almuerzo que por alguna extraña razón era silencioso, mi madre rompió el silencio.

— El viaje lo haremos antes. — me miró a mí y luego a Edward.

Mi padre levantó su mirada en dirección a mi madre. Una de esas miradas que no necesitan de una conversación para comunicarse.

— ¿Cuándo lo haremos? — pregunté.

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