Capítulo XXIII: Tú.

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―Al fin...― murmuré al sentir como mi estomago dejaba de ser limitado por esa gruesa tela que Mito me había hecho cargar desde temprano.

La pesada yukata de boda ya no estaba, ahora sólo era una bata ligera, mi cuerpo finalmente descansaba y me pedía a gritos dormir, con lentitud -dado a que los pies me mataban- caminé al jardín, donde Madara se encontraba sentado, mirando la noche.

―¿Madara?― llamé lo suficientemente fuerte para que lograse escucharme.

―¿Mhm?

―Me iré a dormir, lo haré en la habitación de invitados.

Había meditado el tiempo suficiente en esa larga boda como para darme cuenta de que dormir con Madara esta noche sería lo último que haría.

―No tienes que hacer eso, Yagura...

―¿Por qué no?― Pregunté con cierta rabia, era demasiado descarado.

―Porque no te hice nada, maldita sea ya te expliqué todo...

―A mi no me vale con que no hayas hecho nada, es lo que pensaste hacer, Madara.― dije con furia contenida.― Así que si me buscas estaré durmiendo.

Giré mi cuerpo en dirección a la habitación de invitados, dejando a Madara solo con sus pensamientos en el jardín, por mi podría decir lo que quisiera, pero tenía miedo; miedo del hombre con el cual me acababa de casar.

...

Para ser una habitación de invitados es aún más grande que el cuarto de Madara, aunque en realidad daba igual el tamaño del cuarto, estaba sola, y eso era algo a lo que Madara me había desacostumbrado.

Miraba el techo sin esperar nada, el insomnio me visitaba esta noche, a decir verdad no entiendo cuando fue el momento en que mi sueño desapareció y fue sustituido por esto. Giré mi cuerpo, hacia la puerta de la habitación, mirando el diseño de esta con detalle, no dormiría tan fácil.

―Madara...― murmuré con desgano, aun mirando la puerta.

...

Nuevamente giré en el futón, sentía incomodidad y el sueño se rehusaba a llegar, en el momento en que Yagura me afirmó que no dormiría conmigo hoy; pensaba la forma de poder conciliar el sueño, me había acostumbrado a ella, a sentirla a mi lado y a la manera en la que acariciaba mi cabello cuando no podía dormir.

La había cagado a niveles incontrolables, ahora no sabía cuando Yagura sacaría eso de su cabeza. Conociéndola sólo quería calmar las cosas y mantenerme a  distancia.

Suspiré girando mi cuerpo hacía la ventana, hoy estaba cerrada, ella no dormiría aquí, no había necesidad de mantenerla abierta, pero de cierta manera extrañaba el aire que pasaba, ella siempre se removía de su lugar, hundiéndose más en las sábanas por el frío que sentía.

―Maldita sea...

Todo lo que pasaba por mi cabeza era ella, en todo había relación pero yo ya hice mi parte, pedí disculpas y vaya que me había costado lo mio.

Un ruido se escuchó, la puerta corrediza estaba siendo abierta, pero aun dándole la espalda a esa puerta era muy obvio saber quien estaba en ella. Aun sin girarme sentí como Yagura se acostaba a mi lado, abriendo las sabanas.

―No podía dormir sola.

Asentí aun sin mirarla, mi vista seguía en la ventana, no hablaría, por mi ella podía hacer lo que quiera, no estaba molesto, pero no entiendo a las mujeres, quizás no podía arruinarlo más, pero siempre esta ese 1%.

―Buenas noches.― susurró.

Sabía que me daba la espalda, así como yo a ella, hoy no pasaría nada. Cerré los ojos, buscando el sueño.

...

Miraba molesta el arbol frente a mi, justo ahora observaba el jardín zen del patio trasero de Madara, en una semana no podría salir de aquí al igual que él, se supone que deberíamos estar procreando, según lo que Mito me dijo, pero tener hijos no era lo que yo buscaba y dejarme tocar por Madara ahora no era la mejor idea, aun seguía pensando en ese día.

Recosté mi espalda en la tarima de madera de la puerta, harta, la noche había sido la más incomoda que había pasado nunca, no hablamos pero sabía que estaba despierto, nos dormimos tarde, sin decir nada, solo acostados.

―¿No saldrás hoy?

Miré a Madara desde el suelo, el se encontraba parado frente a mi, parecía que iría a entrenar y estaba en lo correcto.

―No, según Mito ahora debería estar reproduciéndome.― contesté sin mucho ánimo.

―¿Reproduciéndote?― preguntó confundido, sentándose a mi lado.

―Olvídalo.― Me incorpore en la tarima, mirando nuevamente el árbol frente a mi.― ¿Irás a entrenar?― pregunté con incomodidad, sin mirarlo.

―Tenía planeado hacerlo, pero por lo que entendí no puedes salir, supongo que yo tampoco...

―Haz lo que quieras, Madara.― Dije, para después levantarme del suelo.

Madara tomó mi brazo, obligándome a mirar sus oscurecidos ojos, los cuales en este momento no podían intimidarme más.

―¿Qué?― pregunté molesta ante su agarre, sin evitar el contacto visual.

―No te entiendo...― Su tono de voz sonaba molesto y fastidiando.

―¿Qué es lo que no entiendes?

―¡Ya te pedí disculpas! ¡De algo que ni siquiera hice! Te expliqué todo lo que esa noche fue y tu no dejas de evitarme, sé que no me perdonaste...

Con fuerza solté mi brazo de su mano, mirandolo con furia.

―¿Te parece poco? ¿Tocar a una mujer sin consentimiento? Sé que no paso a más, Madara... Pero el simple hecho de saber que intentaste hacerlo, de saber que mi ahora esposo fue capaz de pensar en eso, no deja de picar en mi cabeza.

Su mirada seguía oscurecida, molesta pero eso era lo de menos, tenia que entender.

―Yagura...

―Maldita sea, me estaba enamorando, Madara ¡Vaya que lo hacía! Sólo supiste arruinarlo de esta forma...

―Yagura...

―¿Y sabes que es lo peor? Me acostumbraste a ti, a dormir a tu lado, hablar contigo cada mañana...

―¡Yagura!― Exclamó, tomando mis manos. Miré su rostro, lleno de arrepentimiento, sus ojos se veían decaídos.― Te amo, y lo siento... Sé que lo arruine, y quiero arreglarlo.

Las palabras de Madara sonaban sinceras, su rostro lo delataba. Con suavidad solté mis manos de las suyas, acariciando su rostro, nunca creí llegar a ver esta faceta de Madara. Yo también tenía que entender, él hacia lo que su orgullo le impedía, mantener a un hombre como él de esta forma era algo que nunca imaginé.

―Tienes razón... No te perdoné, Madara, intentaba convencerme de poder hacerlo, pero no fue así.

Con la voluntad suficiente y el orgullo que creía aún tener, lo abracé, no sentía ya esa incomodidad, creo que finalmente lo había perdonado. Sentí como sus brazos me rodeaban, dándome esa calidez que hace casi 3 días no sentía.

―La gente siempre dice... Que no ha nacido quien pueda conmigo.― susurró sobre mi cuello.

―Eres un hombre muy fuerte y respetado, ellos tienen razón.

―Ellos estaban equivocados.

Alejé mi cuerpo lo suficiente del suyo para mirarlo, parecía hablar seriamente, sin ninguna pizca de ironía.

―He perdido el orgullo ante una mujer, he dejado mis ideales atrás para casarme y te he estado amando todo este tiempo, muchas cosas en mi cambiaron. Tu puedes conmigo.

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-Nova.

El Verdadero Sentimiento Uchiha | Madara Uchiha |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora