Capítulo 21: "Noche de luna llena"

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Arthur y Leila prosiguieron su viaje, atravesando Searriver, y yendo en dirección al bosque. Un día entero necesitaron para atravesar lo que les quedaba de Lander y Searriver. Hasta que finalmente, por la noche, llegaron al bosque.

Estaba haciendo algo de frío, y la brisa helada golpeaba a Arthur en el rostro. Sus manos y mejillas estaban congeladas, pero no encontraban ningún sitio donde pudieran detenerse a descansar, sin tener más frío del que ya tenían.

Las noches en general eran de bajas temperaturas, pero esta había sobrepasado los límites de las anteriores...

El príncipe inconscientemente se preocupó, pensando en como lo estaría pasando Renra, totalmente sola en el bosque. Después de todo, la elfa no tenía a nadie en quien confiar, a diferencia suya que, tiene la suerte de tener la compañía de su hermana. Pero por alguna razón, no se sentía satisfecho de tenerle en estas condiciones.

-¿Crees que Renra esté bien? -le preguntó Leila. Como si hubiera leído sus pensamientos.

-Eso espero -murmuró Arthur, algo arrepentido de no haberle detenido-. Ella malinterpretó mis palabras, y nunca pude darle una explicación.

-¿Eh? ¿A qué?

-Una vez le dije que pensé que ella era una chica normal -explicó Arthur-. Y debió interpretar que la traté como un monstruo. Pero... No fue así. Solo pensé que era humana, se me escapó eso. Y se molestó bastante.

-Es que es muy guiada de sus ideas...

-Demasiado... -suspiró Arthur-. Pero si le das un empujón, ella puede hacer muchas cosas. Eso es lo divertido.

Leila sonrió un poco al escuchar a su hermano, y puso sus manos bajo la chaqueta de este, para calentar sus manos con el calor que le brindaba el abrigo.

-¿Arthur, te puedo preguntar algo? -dijo Leila, de forma bastante abrupta.

-¿Qué cosa?

-¿Te gustaría ser rey de Mazerriver? -preguntó Leila en voz baja.

Arthur tragó saliva y guardó silencio unos segundos, sin saber que responder ante tal inesperada pregunta.

-No lo sé -confesó, luego de un breve silencio, que hizo que su voz se escuchara más fuerte-. Si te soy honesto, no lo tengo claro del todo.

-Comprendo...

-¿Por qué lo preguntas?

-Tenía mis dudas -admitió Leila-. Es que me interesa saber que opinas al respecto. Porque si un día recolectamos todos los anillos, tú y yo no podremos ser reyes juntos.

-Lo sé. Solo espero tener en ese momento todo más claro... -murmuró Arthur-. Necesito centrarme en todo de manera precisa, ser mente fría, y sobretodo... Dejar de solo pensar en mí.

-Si pensaras solo en ti, no estarías dudando tanto -le corrigió Leila-. Yo... A veces me arrepiento de estar haciendo esto. Siento que no es para mí, y ahora si el bebé nace antes de vencer a los hechiceros oscuros, ¿Qué debería hacer exactamente? ¿Sería capaz de tomar el cargo siquiera? Yo... Tengo tanto miedo, Arthur. Supieras cuánto...

El príncipe guardó silencio con aquel comentario, sin atreverse a responder. Sabía que su respuesta no sería nada que no le hubiera dicho a su hermana en esos días, por lo que prefirió ahorrarse sus palabras de consuelo por esta vez. Y se limitó a acariciar la mano de Leila, que se posaba bajo su armadura.

Pasaron cerca de treinta minutos, cuando Arthur se adentró aún más en el bosque, guiando a Rac por el camino más parejo. Cuando repentinamente el caballo se paró en sus patas traseras, relinchando desesperado.

Los nueve descendientes #JusticeAwards2017 Where stories live. Discover now