Capítulo 1: "La verdadera aventura comienza"

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Leila y Arthur estuvieron cerca de una semana buscando algún lugar donde quedarse. Hasta que, luego de visitar varias casas, la familia Manflare, constituida por una pareja adulta y su hijo Albel, los recibió, pidiéndole solamente a los hermanos que se comprometieran a ayudar en el huerto familiar.

Pasaron diez años, donde Leila y Arthur continuaban viviendo en el pueblo de Lander, junto a la familia de Albel. No podían quejarse. Los padres del chico eran realmente cariñosos con ellos, incluso más que con su propio hijo, que resultaba ser cinco años mayor que Leila. La señora Manflare, les había dado hogar, comida, e incluso le había hecho un parche a Arthur. Pues con el paso de los años, jamás logró recuperar la visión del ojo derecho, y éste prefería cubrirlo más que nada por lo asqueroso que era ver ese ojo completamente destrozado.

-Diez manzanas... Perfecto -dijo Leila, mientras guardaba las compras de la familia en una bolsa-. Con esto terminamos. Volvamos a casa.

-¿No quieres que lleve la bolsa? -le ofreció Arthur.

-No. Es bastante liviana -aseguró Leila-. Solo encárgate de guardar bien el dinero. Debemos devolverlo a la señora Manflare, y decirle lo que compramos para la cena.

-A tu suegra, querrás decir -se burló Arthur, provocando que Leila dejara de caminar, solamente para intimidar a su hermano menor con la mirada.

-Te lo he dicho, no estamos casados aún -dijo Leila- No niego que me gustaría, pero...

-¿Pero?

-Aunque llevamos cinco años de noviazgo. Albel no me ha pedido matrimonio.

-¿Por qué no le pides tú matrimonio?

-N-No. Qué vergüenza. De solo pensar en decirlo frente a él, me quedo sin palabras, Arthur.

-Quizás a él le sucede lo mismo.

-No lo sé, aunque me conformo con vivir bajo el mismo techo que él -le dijo Leila-. Ver a la persona que amas todos los días, es increíble.

-No logro imaginarlo la verdad, nunca me he enamorado -aseguró Arthur-. Debe ser una sensación extraña.

-Inexplicable más que rara. Es muy...

-Mejor sígueme contando más tarde -le interrumpió Arthur, dándole una palmadita en el hombro a Leila-. Acabo de recordar que tengo algo que hacer. Te veo en casa más tarde -finalizó Arthur, quitándole la bolsa a Leila y caminando más rápido, hasta dejarla atrás.

-¿Qué mosca le ha picado? -preguntó Leila, dándose media vuelta, encontrándose con quien menos esperaba ver. Se trataba de Albel.

-Hola, Leila -sonrió Albel-. ¿Adónde fue Arthur? Quería saludarlo.

-N-No lo sé -dijo Leila-. Justamente acaba de irse.

-Qué raro. Yo lo vi voltearse, así que asumí que me vio -dijo Albel, colocando su mano tras la nuca. Lo cual provocó que Leila sonriera, dándose cuenta de lo que hizo Arthur.

-Bueno, probablemente va a casa. Debe estar cansado -mintió Leila.

-Yo acabo de venir de ahí. Mamá ha olvidado pedirte verduras -le dijo Albel.

-Las he comprado -sonrió Leila-. Tu madre siempre olvida las verduras.

-Cielos, ¿De verdad? -dijo Albel entre risas nerviosas-. ¿Entonces qué tal si damos una vuelta? He oído que hay artesanía muy linda cerca de aquí. Y a ti te gusta mucho ver esa clase de cosas.

-Encantada -sonrió Leila. Cuando de la nada, vio a Arthur a la distancia, hablando con un hombre alto y de barba negra. Ella dio por hecho que Arthur había inventado una excusa para dejarle a solas con Albel, pero al ver eso, comenzó a dudar, pensando que su hermano realmente tenía algo que hacer-. Arthur -murmuró. Provocando que Albel notara su presencia.

Los nueve descendientes #JusticeAwards2017 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora