Prólogo

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En el enorme reino de Mazeriver, ubicado al norte de Thaslán. Vivía la pareja de reyes junto a sus queridos nueve hijos. Ellos constituían una familia bastante grande, pero debido al tamaño del palacio, no tenían mayores inconvenientes con el espacio. El menor era Arthur, seguido de Bianca, Colin, Adelina, Niara, Alan, Zen, Leila y finalmente Magnus, el mayor de los nueve.

Un mago llamado Tobel, que era cercano a la familia real, le regaló un anillo mágico a cada uno de los nueve príncipes. El anciano creó cada accesorio especialmente para cada uno de ellos, y lo más sorprendente de todo, era que cada anillo poseía un poder sobrehumano completamente diferente.

Arthur, el hijo menor de tan solo diez años. Se dedicaba a corretear por el castillo, dando vueltas por todo el patio cercado con gigantescas murallas de piedra, para luego entrar corriendo hacia la sala de armas, en donde su padre solía guardar todo el armamento de la familia. El pequeño príncipe del reino era un chico bastante sumiso y tímido, pero a la vez muy alegre y energético; siendo el que más se parecía físicamente a su madre. Su cabello castaño claro, idéntico al de ella, se desordenaba constantemente cuando él corría por el castillo con sus pequeñas botas oscuras. Dejando además, su vestuario azul marino completamente sudado en la zona de la espalda.

-¡Arthur! -le llamaba Gruko, uno de los sirvientes-. La presentación del joven Magnus es en menos de una hora. No puede ir en esa facha.

-¿Presentación? -repitió Arthur, pasando sus manos por sus mejillas-. ¡Es hoy, lo había olvidado!

-Debe darse prisa -le apuró Gruko-. Le he dejado ropa limpia sobre su cama.

-Gracias, Gruko -le agradeció el menor, corriendo a toda velocidad hacia su alcoba.

Hoy era un día sumamente especial para Arthur, ya que su querido hermano mayor, Magnus, iba a demostrar su potencial en público contra un Paideus, una criatura de unos tres metros, con cierta apariencia de lobo, mezclada con rasgos de serpiente en la lengua y ratón en el rostro.

Este enfrentamiento con este extraño ser, se debía primordialmente a una tradición en el reino. Ya que Magnus, al ser el príncipe mayor de la familia, necesitaba prepararse para ser el próximo rey de Mazeriver. Y una de las formas más efectivas para ganarse el corazón del pueblo, era derrotar frente a millones de espectadores a un Paideus. Una prueba sumamente compleja, de la que pocos hombres han logrado sobrevivir, para probar correctamente su valentía y astucia. Y Arthur, quería estar en primera fila para presenciar tal espectáculo; no realmente por el hecho de observar de cerca al extraño individuo, sino que para ver a su querido hermano mayor en acción. 

Arthur siempre ha admirado incondicionalmente a Magnus, pues desde toda su vida le ha visto entrenar y entrenar, para volverse un hombre fuerte. Lo cual, Arthur anhelaba conseguir, a pesar de lo debilucho que era.

El príncipe mayor, sabía acerca de la admiración que su hermanito Arthur le tenía. Estaba completamente consciente de ello, y muy satisfecho también. Magnus no era engreído ni nada de ese estilo, pero de todas maneras, le encantaba escuchar a su hermano decir que deseaba ser como él, ya que de alguna manera, llegaba a sentirse como un ejemplo para Arthur, el cual era sin duda, el preferido de Magnus entre los nueve hermanos. Pues a pesar de que tuvieran once años de diferencia, se tenían mucho afecto y confianza...

Arthur no tardó nada en cambiarse de ropa, para en el acto correr hacia uno de los terrenos cercados a las afueras del castillo, reservado especialmente para el acontecimiento que se estaba apunto de presenciar. Alrededor de la zona cercada, habían millones de asientos, todos repletos de personas del pueblo, sirvientes, campesinos, e incluso, el resto de la familia real.

El menor pudo detectar a los miembros de su familia, gracias a los enormes vestidos que llevaban sus hermanas: Bianca, Leila, Niara y Adelina. Las cuatro tenían vestidos de seda, realizados a la medida con apretados corset que mantenían su postura recta. Junto a ellas, se encontraban el rey y la reina, mirando con impaciencia al centro del lugar, esperando ansiosamente la aparición de Magnus. Arthur empezó a hacerle gestos a sus padres y hermanas, pero él era tan pequeño que no se veía entre la gente. Por lo que todos los que pasaban cerca del pequeño príncipe, para ubicarse entre el público, le terminaban chocando de una u otra forma.

Los nueve descendientes #JusticeAwards2017 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora