Capítulo 10.

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Me arropé y apagué la luz dejando que Morfeo se apoderara de mí, al día siguiente me desperté por la luz del sol, me levanté y vi a Alexander durmiendo a mi lado, sabía muy bien que él iba a terminar durmiendo a mi lado porque no había donde más pudiera dormir, tomé mi maleta y me adentre al baño, me deshice de mi pijama y me duché, al estar lista saque el cepillo de mi maleta y me cepillé los dientes junto al cabello, apliqué máscara de pestañas y sombras claras, brillo y rubor leve.

Decidí ponerme algo formal, por lo que opté por un lindo enterizo ajustado a mi cuerpo de color negro, coloque una bufanda y unas botas junto a mi gabardina, mi estómago rugió, no había cenado anoche y moría de hambre. Ya estaba lista, así que salí del baño y vi a Alexander mirando mi celular mientras fruncía el ceño, ¿el muy idiota quién se creía?, ¿acaso estaba metiendo sus narices donde no lo llamaban?

—¿Quién demonios es Chris? —cuestiono el serio mirando mi celular.

—No tienes ningún derecho a ver mis cosas Alexander, yo no reviso tus cosas —respondí intentando quitarle mi celular de mala gana.

—Te recuerdo muy bien que eres mi prometida Kaylee, así que no tienes derecho a tener a ningún amante o simplemente restregarme algún hombre —dijo el molesto mostrándome la foto de mi hermano.

—Alexander, madura de una vez por todas, ¿te has dado cuenta de que me estás exigiendo que no puedo estar con alguien, cuando tú mismo lo estás haciendo al estar con Alessa? —cuestioné con una sonrisa sarcástica cruzándome de brazos.

—Eso no viene al caso, Kaylee —espeto él entrecerrando los ojos.

—Si viene al caso, es hora de que madures, soy tu prometida, aunque sea por un contrato, pero lo soy y tú no me estás respetando, así que no pretendas que yo haga lo mismo si tú no lo haces desde ahora y créeme que jugaré con la misma moneda que tú —respondí con una sonrisa victoriosa.

—No seré el cornudo, de eso puedes estar muy segura —respondió el desafiante.

—Pues yo tampoco, entonces vamos a ver que haremos —estire mi mano molesta para que él me pasara mi celular.

Me indigné al escucharlo, ¿el muy tarado me estaba tratando de decir que yo seré la cornuda en todo esto?, lo miré fastidiada y me senté en la cama molesta cruzándome de brazos.

—No seré la burla de medio Boston solo por tu calentura de estar con esa mujer, no me pidas algo que tú no cumples y el de la foto es mi hermano idiota —dije frustrada mientras ponía una almohada en mi rostro.

—No juegues conmigo Kaylee —espeto entrando al baño.

—Como quieras idiota —respondí gritándolo.

Pegué un grito de ahogo, ¿acaso me estaba tomando el pelo?, ¿estaba celoso?, sonaba muy patético su reclamo, para eso tiene a Alessa para que la celara. Poco después salió y estaba vestido con un traje bastante formal, tomé mi bolso y salí como alma que llevaba el diablo de la habitación, me adelante unos pasos hasta que escuche que él venía tras de mí, caminamos por el pasillo y entramos al elevador, no nos dirigíamos la mirada o una palabra, estaba muy enojada, salimos del hotel y un chofer nos esperaba allí.

—Sr. Harrison, ¿a dónde desea ir el día de hoy? —cuestionó el chofer.

—Vamos a un restaurante y después le daré las indicaciones —respondió él asintiendo.

Nos subimos y el chofer condujo hasta un restaurante cómodo, bajamos y entramos a este mientras lo miraba atenta, nos encaminamos a una mesa y nos sentamos.

—¿Qué desean ordenar? —preguntó la camarera mirándonos a los dos.

—Un café con huevos revueltos y para ella una fruta picada con jugo de naranja —pidió Alexander ofreciéndole una sonrisa a la camarera.

—Quizás no, quiero unos panqueques con arándanos y una malteada de vainilla —sonreí como niña pequeña.

—¿Algo más para usted, señor? —preguntó ella mirando a Alexander un poco seria.

Él solo negó con la cabeza y ella se marchó, tomé mi celular y decidí llamar a Chris para avisarle que ya estaba aquí en Londres e iría en camino a casa, a los dos tonos contestó.

—¿Kaylee? —Cuestionó él sorprendido.

—Ya estoy en Londres, terminó de comer y voy a verte, estoy ansiosa —respondí sonriendo.

—Está bien, hermanita, nosotros aún no llegamos, pero vamos con Mellisa en el auto porque ella llegó ayer a Londres —respondió mi hermano con un tono de emoción.

—Entonces mándale saludos a Mell también, adiós, hermanito —respondí sonriendo.

Colgué y guarde el celular en mi bolso, mire a Alexander y tenía cara de pocos amigos, después llegó el pedido y comenzamos a comer en silencio, moría de hambre y estaba que me comía un zoológico.

Cuando terminé de comer solo tomé mi bolso mientras Alexander pagaba la cuenta y nos fuimos a casa de mis padres, había llegado la hora de encarar a mamá y estaba muy nerviosa, por otro lado, emocionada de poder ver a papá después de tantos años de no verlo.

Los nervios y la felicidad se apoderaron de mí, quería verlos y quedarme de nuevo en casa, estos momentos era donde más extrañaba a mi familia, mis hermanos, mis papás y mis abuelos, aunque ellos vivían aquí, era muy poco lo que iba a visitarlos, desde que me mudé a Boston todo en mi vida había cambiado.

SIEMPRE TUYA ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant