Capítulo 4

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—Te agradará mi papá es una persona muy... buena, por así decirlo. Puede parecer duro al principio, pero deja a que te coja confianza —me dijo antes de abrir la puerta.

Entrelacé mis manos y empecé a apretarlas la una con la otra.

—¡Papá, ya llegué! —gritó—. Por Dios, Félix, no te quedes ahí parado. Entra —me cogió de una mano y me jaló.

—¿Cómo estás , Lidia? —un hombre apareció ante nosotros.

—¡Él es Félix!

—Un gusto —le extendí mi mano y él la estrechó.

—Alec.

Me sentía como un edificio, no podía creer que fuera mucho más grande que la mayoría.

—Iré arriba a colocarme algo más cómodo, ya vuelvo —avisó Lidia luego de haber subido la mitad de las escaleras.

«¡¿Cómo se le ocurre dejarme solo?!».

—Así que tú eres Félix.

Sabía muy bien que tanto él como yo estaba incomodo.

—Sí, señor.

—Eres muy alto.

—Sí, siempre me lo dicen, digamos que a veces lo considero una maldición —rodé los ojos—, desde niño me confundían con una persona mucho más grande.

—¿Siempre fuiste alto?

—Sí, a los nueve medía como uno cincuenta, si mal no recuerdo, creo que medía eso. 

—Dicen que hablas varios idiomas, ¿es verdad?

—Claro —sonreí—, desde pequeño, siempre me pareció curioso y me interesaron.

—Lidia es un desastre en el francés.

Reí.

—En serio, cuando lo habla, como lo llama ella, pues pareciera como si estuviera hablando coreano.

«Debe de verse y escucharse extremadamente tierna».

—¿Qué idiomas hablas?

—Español, francés, italiano, portugués y poco alemán, no mucho.

Asintió.

—Si quieres puedes ir a su habitación, sé que no harán nada malo.

—Oh, claro... ¿Cuál es la habitación de ella?

—La segunda.

Me acerqué a las escaleras y las subí. Una vez que estuve arriba, me dirigí hacia la segunda puerta y la abrí, y como la mierda que tuve que haber tocado primero. Porque enfrente de mí estaba Lidia en ropa interior.

Ella me estaba dando la espalda —y el trasero— ya que se estaba cambiando frente al espejo. Y al parecer no se había dando cuenta de mi presencia.

O me iba, o simplemente me quedaba mirándola.

Después de unos segundos ella me miró a través del espejo y me sonrió.

—¿Qué haces aquí?

—Subí para... el punto es que debí de haber tocado, lo sien...

—No te preocupes —me interrumpió—, me seguiré cambiando, puedes esperar ahí o esperar sentado en mi cama, pero cierra la puerta. A mi papá le dará un infarto si nos ve así.

No tengo media naranja [LHC #2]Where stories live. Discover now