La prórroga de la felicidad

Start from the beginning
                                    

Y lo consiguió, pero duró poco cuando comenzó a hablar de nuevo.

—Me fastidia mucho decirte esto, mi amor, pero quizás Laura no está siendo una buena madre con ellos y por eso te piden el cariño a voces —soltó esperando mi reacción con una inquieta mirada.

Me separé de ella y coloqué mis brazos en mi cintura a modo de jarra.

—Será furcia... —exclamé en un arrebato, mientras Olivia intentaba de nuevo serenarme.

Suspiré y me pasé una mano por mi pelo aún mojado, sintiendo los dedos de Olivia acariciar mis muñecas. Me fijé en su cabello que brillaba debajo de la luz artificial del baño.

Un desagradable sentimiento invadió mi corazón. Me dio tanto miedo perderla y afrontar el fin de la visita con mis hijos, que casi no quería salir de aquella cabaña.

Se estaban complicando las cosas a pasos agigantados y, lo único que tenía claro, era que no podría vivir sin ella. No después de amarla.

—Eh, cariño —susurró—. Tranquilo, ¿vale?

Olivia acarició mi nuca de nuevo con sus dedos, y pude sentir cada parte de mi cuerpo relajándose al instante.

Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás sintiendo su pequeña mano. Suspiré deseando que ese momento no acabara nunca. Me miró adivinando mis pensamientos y se fundió conmigo en un abrazo.

—Te quiero, mi niña. Te juro que me aterra pensar que esta situación no vuelva a repetirse. —susurraba a su oído mientras me decidía por soltar todo lo que llevaba ya un rato rumiando—. Si pido la custodia, tendré que estar aquí mucho tiempo mientras se soluciona todo y, en caso de obtenerla, no sé si me será posible llevarme a los niños fuera de aquí.

Olivia suspiró a mi hombro, se separó de mí y me miró. Comprobé como sus ojos comenzaban a humedecerse al igual que los míos, pero yo permanecía callado, intentando disimularlo.

No había pensado en la tesitura en la que me vería con mis hijos dado que acababa de ser consciente de la situación. Nos atacó un sentimiento de miedo, a ambos por igual.

—No había pensado en eso, Jose. Pensaba que podríamos aunque fuera pasar temporadas juntos —titubeó casi sin poder articular ni una palabra más.

Se separó totalmente y se sentó en el borde de la bañera con la cabeza entre sus manos, mientras yo la miraba asimilando aún el problema que nos suponía estar juntos. Me miró con aquellas dos estrellas que brillaban más que nunca, a punto de soltar un par de lágrimas, y me pudo. La hubiera dado mi alma si me la hubiera pedido.

Me senté a su lado y agarré su mano.

—Quédate conmigo aquí —fui capaz de decir—.Te quiero a mi lado el resto de mi vida, mi amor, aunque sea lo más egoísta que he dicho nunca.

Mi mente pensaba a velocidades ultrasónicas.

«¿Sería capaz de abandonar su carrera, su vida, su país, su familia..., todo por mí y comenzar a ejercer de mi mujer en un entorno totalmente desconocido?», reproducía mi mente una y otra vez.

No creía que pudiera. Por lo menos no de golpe. Por eso supe que había sido un tremendo error pedirle que se quedara conmigo definitivamente, una vez Pedro... bueno... sufriera su fatídico desenlace.

—Cielo, yo también te quiero —susurró al tanto que acariciaba mi mano también—. Creo que vamos a dejar de pensar y esperar a ver como se dan las cosas. Quizás nos estamos preocupando por algo que no pase nunca —dijo intentando calmar mi repentina frustración —. 

Mi mundo y tú.Where stories live. Discover now