Dos horas es mucho tiempo.

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Jungkook empezó a caminar hacia la salida arrastrando tanto sus pies como el hacha y encogiendo los hombros. Su rostro se mantenía tan vacío como el papel. Ni siquiera parpadeaba mucho, sólo parecía absorto en sus pensamientos.

Cuando estuvo por salir hacia el pasillo, se dio vuelta por un breve momento como si esperara algo. Miró el cuarto unos segundos pero rápidamente siguió su camino.

Una vez allí, en la oscuridad que otorgaban esas paredes largas que conectaban a todas las habitaciones, sus pasos se aminoraron. Frenó suavemente, con los brazos balanceándose sin ganas, y dejó caer el arma al suelo.

Entonces hizo una mueca indescifrable y levantando la cabeza se tapo los ojos con una mano. Dio dos pasos tambaleándose antes de caer sobre sus rodillas. Su pecho subía y bajaba con brusquedad.

Se sacó la mano del rostro e inevitablemente las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Al principio fueron sólo algunas, pero con el pasar del tiempo esas pocas se convirtieron en dos ríos que bajaban por su rostro y su cuello.

No hizo ruido alguno en los primeros segundos. Se mordía los labios hasta el punto de que se pusieran muy pálidos. Levemente se distinguía una linea roja que se escurría por ellos.

Bajó la cabeza escondiéndola en sus manos. Éstas se movían desesperadamente por su frente, arañandola.

Entonces, de repente, todo estalló.

Golpeó sus manos en el piso y gritó con todo las fuerzas que tenía. Enseguida su voz se empezó a quebrar. Dejó salir todo el aire de sus pulmones. Y entonces, empezó a sollozar de una manera desgarradadora. Se rasguñaba los brazos con violencia mientras sus cachetes seguían humedeciéndose.

-Pensé que lo vería... Creí que estaba allí, porque olí su aroma. Sentí su presencia, pero parece que me equivoqué.-susurró estas palabras para sí mismo.

Cuando ya no pudo más con sus brazos, volvió a golpear sus manos varias veces el suelo. Sus nudillos, cada vez más blancos, comenzaban a agrietarse. Mientras hacía todo eso, las lágrimas no paraban.

Se agarró el cabello y tiró de él, dejando en sus manos unos manojos de pelo suelto. Volvió a gritar fuertemente. Pero esta vez con más fuerza que antes. Soltó todo lo que su garganta y su pulmón podían aguantar. Y luego se calló.

Levantó la cabeza con los ojos cerrados y con la respiración agitada. Parecía que intentaba buscar algo de calma. Despacio, se llevó una mano al pecho, en donde estaba su corazón, y la reposó allí. Enseguida, sonrió.

Ya cuando su respiración se estabilizó, se limpió las mejillas y se puso de pie con dificultad. Se sacudió los pantalones y luego se miró las manos. Las tenía rojas por la sangre que se había asomado por las lastimaduras de sus nudillos. Luego, se acuclilló un poco para poder alcanzar el hacha que se encontraba tirada.

Agarró el mango del arma con mucha fuerza, lo levantó y le encestó un golpe a la pared. Y como era costumbre, Jungkook empezó a reír. Lo que había pasado antes, ahora sólo era una sombra borrosa. El menor ya había vuelto a ser el Jungkook de siempre.

Su risa era muy fuerte y sus ojos habían adquirido un brillo diferente. Con el hacha en mano se encaminó hacia la dirección de la sala, sus pasos eran más decididos y mucho más rápidos.

Pero antes de entrar en esa habitación de convivencia, giró hacia su derecha y entró por una puerta. Allí dentro había una cama matrimonial y al lado de ésta, unas mantas tiradas en el suelo. Había ropa apilada en una esquina y una biblioteca al costado de ella.

Dejó el hacha en la cama y se dirigió hacia allá. Escaneó los libros que había en cada estante. Extendió una mano en dirección a un libro verde, pero en vez de agarrarlo, pasó su mano detrás de él para sacar un cuaderno de tapas duras color negro. Era de un gran grosor parecido al de un diccionario o el de una enciclopedia.

Hide and Seek →Kookmin♡Where stories live. Discover now