Presente

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Christopher

—Me alegra encontrarte, Christopher, ¿no?

Guardé las llaves de mi auto en el bolsillo y me di la vuelta, tenso.

—Bonito auto, debes tener un buen trabajo —dijo observando la torre del edificio de la empresa.

—¿Qué quieres, Héctor?

Levantó los hombros.

—Pues, no lo sé, dime tú.

—Ya tienes el dinero, no tienes nada que hacer cerca de nosotros.

Dudó y se movió unos pasos con una tranquilidad desesperante, para mí.

—Tienes razón. Tengo el dinero. Pero no tengo lo que quiero.

Puso las manos en sus caderas, dejando ver, apropósito el arma que le acompañaba. Me quedé por un segundo sin aire, Dhana estaba en peligro y yo, también en esos momentos.

—No es necesario esto —hable intentando que la voz no temblara.

—Opino igual. Devuelveme a Dhana, yo te devuelvo el dinero.

No quería el maldito dinero. Miré hacia todos lados.

—Héctor, ya tienes la cantidad que Dhana te adeudaba si quería dejar de trabajar.

—La necesito, mierda —dijo brusco acercándose a mi—. A todos les encantaba follarsela. Era la mejor consintiendo a los clientes, a sus clientes.

—¡Cállate! Déjala en paz. Ya pagó.

—Error. Tú pagaste y creo que fui bien claro aquel día en el hospital —tomó aire y se alejó—. Intenté hacerlo por las buenas, Christopher.

Advirtió y desapareció de mi vista.

Me costó varios segundos sopesar absolutamente todo lo que había salido de su boca. Dhana. Subí rápido en mi auto y arranqué a toda velocidad hacia mi casa. Pero como siempre a esa hora el taco en la capital era insoportable. Estaba desesperado, necesitaba llegar y saber que estaba bien.

Tomé mi teléfono y marqué su número. Su voz me calmó por completo.

—Dime que estás bien.

—Estoy bien. ¿Qué pasa?

—Estuve con Héctor. Dhana, pon llave en todas las puertas, voy en camino. Cuando llegué tocaré la bocina 4 veces para que sepas que soy yo.

—¡Qué! ¿Estás bien?

—Sí, haz lo que te digo y envíame mensajes a cada rato.

Asintió y corté.

Todo iba lento y el calor de esa tarde era insoportable. Apenas llegaba a los veinte kilómetros. Tomé aire. Sólo me queda tener paciencia o que el destino hiciera que todos los autos agarraran velocidad o desaparecieran para poder llegar rápido a la casa.

Toqué la bocina 4 veces mientras estacionaba y hablaba con Dhana por teléfono. Estaba bien. Entré y tomándola por la cintura la besé. Si, sorpresa. Para mi también. Pero no iba a desperdiciar un segundo más.

—Hola —dijo cuando me separé unos centímetros. Estaba confundida.

—Héctor está dispuesto a devolver todo el dinero con tal de tenerte de vuelta.

—¡Qué!

—Eso y no lo voy a permitir. Tú cumpliste. Pagaste lo que pide para dejar de trabajar allí.

—Lo sé —suspira—. Sabía que esto iba a pasar.

—Sí, pero tranquila —puse mis manos en sus mejillas—. Tú vas a estar bien.

Asintió y besé su frente.

—Hice una pizza. Pensé que vendrías casado —medio sonrió.

Cenamos dejando de lado el problema en el que nos encontrábamos. Fue ameno y relajado dejar las cosas de lado por unos minutos. Luego lavé los platos y cubiertos y me acerqué a ella que estaba en el sofá.

—Creo que deberíamos llamar a Christian —dijo.

—Te iba a decir lo mismo.

La miré.

—Quiero besarte —dije sin más.

—Christopher, no quiero que...

—Antes me habrías dicho que lo hiciera o tú te habrías lanzado a besarme.

—Pero...

—Te propongo algo —la interrumpo.

Ella frunció el ceño y la duda llenó su mirada.

—Olvidémonos de todo por esta noche. Olvidemos a Héctor, olvidemos las mentiras, las distancias, todo lo que nos rodea. Solo vivamos lo que tenga que suceder esta noche, solo tu y yo, pero los que somos hoy, que somos muy distintos a lo que fuimos ayer —rocé su nariz con la mía—. Deja que te cuide por esta noche sin importar lo que va a suceder mañana.

Bajé mi nariz por su mejilla hasta su cuello e inhalé su aroma.

—Acepta mi propuesta.

—¿Vivir el presente? —dijo y besé su piel. Sus ojos se cerraron.

—Exacto, vivir el presente.

—Hagámoslo.

Atrapé sus labios y no los solté más.

Estoy tratando de recoger mis pedazos uno a uno, y es simplemente esto lo que necesito. La necesito a ella. Solo a ella. La amo como si nunca hubiera sentido dolor. Pero la realidad es que ese dolor me ha hecho necesitarla aún más, quererla y amarla, aún más.

La levanté despacio, ayudándole a caminar lentamente hasta mi habitación, mientras llenaba de besos su cuello.

La ropa poco a poco fue saliendo de nuestros cuerpos.

Escuchar y ver su disfrute era el mejor pago del mundo. Dhana era mía, ningún otro hombre la iba a tener así para él. Porque si el deseo prima en estas ocasiones el amor que nos tenemos va de la mano con esa pasión.

—Te he extrañado demasiado.

Su brazos me recibieron cuando me recosté sobre ella y un beso selló mis labios.

—Te amo como...

—... si nunca hubiera sentido miedo —dijimos los dos y sonreímos.

—Te amo hasta que el sol muera.

Esa canción era completamente nuestra. Y, así, conscientes de toda nuestra historia, nos unimos una vez más. Una vez más en mucho tiempo recorrimos nuestros cuerpos, llenándonos de placer, de caricias, de besos, de sudor, de pasión, de amor.

Así, una vez más me dediqué por completo a ella. Una vez más la hice mía.

Sí, porque Dhana era sólo mía. Independiente de todo lo que había pasado, ella era la mujer que amaba, la mujer que quería como compañera para toda mi vida y era una sensación que no podía cambiar, una necesidad y una decisión que estaba predispuesta por el destino.

Ella y yo estaríamos juntos.

La quería para siempre, para consentirla y amarla.

Para cuidarla.  

Little do you know - #CESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora