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Christopher

—Christopher, despertó.

Mi corazón se aceleró. Dhana habÍa despertado.

Colgué el auricular del teléfono de mi oficina, quedándome en el mismo lugar, sentado, sin moverme un centímetro. Dudando en si acudir al hospital o no. Miré mi escritorio. Realmente tenía mucho trabajo y podría ser una gran excusa para autoconvencerme de no ir, después de todo, nada había entre nosotros.

Golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.

—¿Puedo? —sentí la voz de Cristal.

—Claro —pasé las manos por mi pelo, aún sin saber qué hacer. Una cosa era estar allí a varios metros de distancia mientras ella estaba en coma, y otra muy distinta enfrentar la realidad con sus ojos enfrente—. ¿Qué pasa? —me levanté y me acerqué a ella para saludarla.

—A mi nada. Se están intentando comunicar contigo por teléfono, pero no pasan las llamadas.

Ambos miramos hacia mi escritorio. Juré haber colgado bien.

—Oh —hice una mueca—. No me dí cuenta, lo siento Cristal.

—¿Te pasa algo, cariño?

Suspiré y la miré por varios segundos.

—Dhana...

—¿Está bien? —yo guardaba silencio, intentando que la 'fortaleza' no se me derrumbara—. Christopher, dime algo.

Mi mentón me delató y su abrazo terminó por debilitarme, sin embargo, el alivio me llenó cuando las lágrimas comenzaron a caer.

—Despertó —susurré—. Dhana despertó, Cristal.

La mujer sonrió ante mi y volvió a abrazarme más fuerte. Dejé que lo hiciera. Mis lágrimas cayeron hasta que me desahogué casi por completo.

—No entiendo qué haces aquí, cariño —sonrió.

—Dhana y yo ya no estamos juntos —solté sin más—. No es llegar y poder verla. Pasaron cosas que provocaron daños muy grandes, Cristal.

—¿Qué? —soltó impresionada.

—Lo que oyes. Y si soy sincero, no sé qué tan bueno es ir, tanto para mi como para ella.

—¿La amas?

—No se trata de eso...

—Respondeme, pendejo. ¿La amas?

Abrí mis ojos grandes. Nunca la había visto hablar así.

—Sí, pero... —respondí contrariado.

—Si la amas, no sé por qué no estás allá. ¿Tan orgulloso eres? Uno muchas, muchas veces, perdona por amor.

—No es tan fácil.

—¿Por qué? Porque la que se equivocó fue ella y a ti te toca perdonar, ¿no? Si hubiese sido al revés, estoy segura que ella te hubiese dado otra oportunidad, pero ¡no!... tu orgullo masculino puedes más.

—Yo no...

—No seas uno más. Sal de acá y ve a ver a la mujer que amas. Que si no mal recuerdo, estuviste a punto de perder para siempre.

—Cristal...

—¡Ahora!

Asentí. Definitivamente a esa mujer no le rebatiría nada. Absolutamente nada.

Tomé mi saco y salí rápidamente. Avisé en recepción y luego de llegar al estacionamiento y subir en mi auto, manejé en dirección al hospital.

Aceleré. La ciudad de Santiago pasaba a mi alrededor.

Estacioné, bajé del auto y corrí. Al llegar al piso me topé con Martín, el padre de Dhana.

—Christopher —sonrió con los ojos llenos de lágrimas y me abrazó.

—¿Todo está bien?

Asintió.

—Le diré a mi mujer que salga. Dhana estará feliz de verte.

Se encaminó hacia la habitación y me tensé. Pasé mi mano por mi cabello y suspiré mirando por el ventanal que tenía a un costado.

Aflojé la corbata y desabroché el primer botón de la camisa. Estaba nervioso, era una situación extraña y muy confusa.

Los padres de Dhana se acercaron y me dieron a entender que entrara con una sonrisa.

Caminé con paso poco firme. Giré el pomo de la puerta, tomé aire y entré.

Sus ojos se encontraron conmigo y yo tensé mi mandíbula. Las lágrimas comenzaron a asomarse por esos ojos que tanto me gustaban.

—Hola —dije por fin, después de varios segundos.

—Hola —dijo apenas audible.

Avancé un poco, manteniendo una distancia. Nervioso, incómodo. Con ganas de irme y al mismo tiempo de besarla como nunca.

—¿Cómo te sientes? ¿Puedes hablar?

—Un poco. Me cuesta...

Asentí. No sabía qué decirle. La habitación quedó atestada de silencio. Todo era blanco, tenso.

—¿Podemos hablar? —rompió el silencio.

—No creo que sea el momento, Dhana. Sólo importa que te recuperes.

—Christopher, me recuperaré —dijo lento—. Por favor, hablemos.

La miré un par de segundos y me acerqué hasta la silla que había al costado de la cama.

—Dhana, sinceramente creo que en estos momentos no es relevante conversar nada. Acabas de despertar, tienes que estar tranquila y salir bien, completamente, de esto.

—Yo creo lo mismo —sonó una voz que nos hizo guiar, a ambos, la vista hacia la puerta—. Es poco relevante y tienes que recuperarte para volver a trabajar.

Achiqué los ojos, supe inmediatamente quién era.

Los mensajes.

—No tienes nada que hacer acá —escupí levantándome de la silla.

—Chris...

Miré a Dhana, pero volví la vista el tipejo que tenía frente a mi. Era un poco más alto que yo; moreno y con una barba gigante. Su mirada... Definitivamente, ese tipo no venía de lo bueno.

—¿Tú eres quién envió los mensaje, no?

—¡Qué listo! No eres tan imbécil como pensé.

—Mira... —me contuve—. Lo mejor que puedes hacer es irte y dejarla tranquila, cuando se recupere —tomé aire—, volverá.

Sonrió con suficiencia.

—Nos vemos, Dhan. Recupérate. Varios esperan por ti.

Apreté la mandíbula y salió de allí. Me contuve.  


•••


Ahí dejo el suspenso,

¡Cada vez queda menos !

Little do you know - #CESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora