Libertad

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Dhana

No sé qué fue lo que pasó por mi mente. Cuando me dí cuenta ya estaba en el edificio que frecuentaba para trabajar entre todas esas chicas. Algunas felices de tenerme de nuevo como compañera, otras no tan felices y la única realmente encantada fue Luisa, podríamos decir que mi amiga.

Pertenecer a este medio me había hecho perder a las reales amistades, bueno, si se habían alejado tan reales, no eran.

Luisa llevaba en esto ya muchos años, fue quien me recibió y orientó, transformandome en la mejor. La envidia no tardó en llegar, era un mundo difícil.

Y así, la misma que me inició, esa noche me puso al día y me acompañó.

Jamás imaginé que Christopher fuera a llegar. Debo admitir que no lo reconocí cuando lo ví sentado en aquella sala, y se veía irresistiblemente guapo, su porte y su talla en ese traje lo hacían deseoso. Todas a mi alrededor lo deseaban, y yo, como nunca, también.

Cuando la voz ronca me eligió, después de haber sentido la decepción de no haber sido elegida, una corriente me recorrió desde los pies.

Nunca me había pasado.

Mientras nos vestiamos, por orden de aquel cliente, todas comentaban lo realmente deseosas que estaban de encamarse con él.

—Vuelves a ser la envidia —dijo Luisa mientras me ayudaba con la ropa.

—Tengo suerte de que no me eligió sólo a mí —sonreí.

—Primer día y te vas a la cama con un bombón. ¡Bienvenida, querida!

Ambas reímos.

Las manos me sudaban un poco. Ya listas nos presentamos en la habitación donde él nos esperaba.

—Gracias —sonó su voz y cerró la puerta. El sonido del mueble nos sobresaltó a las dos. Nos miramos. ¿Qué mierda quería ese tipo que nos bloqueaba la salida?.

—Tranquilas —e indicó que comenzaría conmigo. Intercambiamos miradas con la otra mujer. No la conocía. Y me llevó al apartado.

Todo mi cuerpo vibraba. No comprendía que su presencia me pusiera así. Sólo me sucedía con Chris.

—Necesito que guardes silencio —dijo.

Asentí.Tenía miedo de lo que me provocaba.

Me observó por varios segundos, sus ojos apuntaban directo a mis labios. Quería besarme.

—Lo siento, señor. No puedo.

Frunció el ceño.

—No tenemos permitido besar —mencioné.

—A mí me vas a besar —dijo quitándose el antifaz y estampó sus labios en los de míos.

—Christopher —susurré.

Mi corazón se aceleró, sus labios se apoderaron de todo mi ser. Esos labios que me habían hecho sentir amada por tanto años, que hace semanas me quisieron sacar de su vida, esos labios que volvían a tomar mi corazón.

Su cuerpo y su calor me abrazaron completamente. La cercanía me hacía desearlo y sabía que él me deseaba en esos momentos. Teníamos plena libertad en aquel lugar, pero yo no iba a hacer el amor con Christopher allí.

Little do you know - #CESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora