ºCapítulo 18. Alguien viene a ayudarnosº

326 16 2
                                    

Ambos salimos de la habitación y los demás volvieron a sus trabajos. Él me miraba preocupado, se podía sentir mi nerviosismo y lo tenga que me encontraba. Todo esto era realmente...estresante. Me apoyé en la pared, tapé mi cara con la mano y comencé a llorar. Friedrich me abrazó.

— Oye pequeña, cuéntame lo que sucede.

Me separé una vez calmada— Tengo miedo, en..en realidad no sé si es miedo...puede que si, pero no sé —suspiré—. Estoy confundida, no quiero que les ocurra nada a ustedes porque mi padre me quiere a mi para ser parte de su "equipo".

— Esto no es tu culpa _____, tu mamá y yo ya te lo hemos dicho mucho.

— Pero él me quiere a mí y sabemos que es capaz de hacerles daño solo para tenerme.

— ¿Acaso has hecho el ejército solo para defenderte? O ¿fue para hacerte entender que no hay que rendirse jamás?

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Luego de la charla con Friedrich, fui hacia la sala de entrenamiento para golpear un poco el saco, necesitaba sacar todo. De nuevo las estacas salieron de los nudillos rompiendo por quinta vez el saco. Por suerte había aprendido a que no debía llevar ropa de manga larga ya que además de romper dicho objeto, también rompía mi ropa. Escuché la puerta abrirse, me giré y encontré a la persona que iluminaba mis días. Steve estaba apoyado contra el marco de la puerta riéndose por lo ocurrido con las estacas.

— ¿Vas a seguir riéndote o vas a ayudarme a poner otro?

— Tranquila cariño —se me acercó— tampoco te enojes, solo me reía.

Cuando terminamos, nos sentamos en uno de los bancos que se hallaban en la sala, me rodeó con su brazo y yo apoyé mi cabeza en su hombro. Me hacía bien estar un poco en descanso, tantas cosas en la cabeza te deprime y la verdad que yo no quiero eso...Ni nadie...Miré mi celular y en este se leía que eran las once y media de la mañana. Me levanté, Steve me miraba con su sonrisa que siempre amé.

— ¿Qué ocurre? 

— Nada, solo que...me gustaría ir a pasear antes de almorzar.

— Oh, yo conozco un perfecto lugar para ir juntos.

Y así fue como Steve y yo salimos de la torre ya cambiados con otra ropa más cómoda para ir hasta una de las cafeterías del barrio: era grande, tenía dos pisos más, atrás del lugar había una especie de jardín donde las mesas eran circulares y de vidrio. Nos sentamos y pedimos nuestras bebidas. Estuvimos hablando sobre mi padre y todos aquellos asuntos, hasta que llegó nuestro pedido y comenzamos a hablar sobre nosotros.

— Así que...has nacido en Alemania y luego viniste para acá.

— Exacto —tomé un sorbo de mi café.

— ¿A qué edad?

— A los dieciocho.

— Jovencita.

— Sí. Y tú ¿cuántas veces has mentido para entrar al ejército? 

Carraspeó su garganta— Cinco.

— ¿¿Cinco?? Wuaw...no me acordaba que eran muchas —me miró apenado—, oye amor, no quería lastimarte —tomé su mano.

— No no, no lo hiciste —sonrió y entrelazo sus dedos con los míos.

Sonreí— ¿Te has dado cuenta que aquella pareja nos ha estado mirando desde que llegamos? —Susurré para que solo él me escuchara.

— Sí, ¿los conoces?

La Chica De Cristal. (Steve Rogers y Tú)Where stories live. Discover now