ºCapítulo 2. Secretos y presentacionesº

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Eres una mutante.

Esas palabras salidas de la boca del ojiazul me hicieron sentir un escalofrío pasar por toda mi espalda hasta mi nuca. No sabía si reírme, enojarme o qué. Miré a mi mamá para ver si me daba alguna respuesta. Pero nada.

- Lo siento, no puedo aceptar esto -solté una risa con una lágrima cayendo por mi mejilla-. Yo no puedo ser una mutante, no -comencé a llorar. Era lo que menos quería que pasara en mi vida.

Cuando me levanté para irme, Friedrich habló haciendo que me detuviera.

- ¿Ahora ya sabes por qué te hice pelear todo éste tiempo? -Preguntó con un hilo de voz.

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Cada mañana del fin de semana, mi padrastro me levantaba con el sonido del silbato y un grito: "¡Debes seguir practicando! Si es que no quieres que te tire un balde de agua fría." Con eso bastaba que yo me levantase en el instante e hiciera lo que él me diga.

Nací y viví en Alemania hasta los dieciocho años, todo el tiempo que necesité para practicar a defenderme. "Sie arbeiten nicht auf zu rennen! Ihr Feind ist hinter dir! (¡No dejes de correr! ¡Tu enemigo está detrás de ti!)" Me gritaba cada vez que me detenía para tomar una gran bocanada de aire. No debía parar ni un segundo. Nadie sabía que era la hija del capitán del ejército, ni siquiera mi mejor amiga.

En todas las misiones que nos enviaban yo siempre era la primera en la lista de las mejores -eso hacía que termine con murmullos de los demás-. Solamente tuve a una sola amiga a mi lado durante los años en Alemania, cuando cumplí los diecisiete conocí a un soldado de mi padrastro: Sebastian Metternich. Alto, cabello castaño claro, ojos verdes y una hermosa sonrisa. Era el favorito de Friedrich. Juntos éramos un perfecto equipo, mi padrastro hizo grupos de diferentes categorías. La nuestra -la más alta- me tenía como líder y a Sebastian como el segundo en estar al mando. Todas las misiones salían perfectas.

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Era otro día, el ambiente estaba calmado. Coulson dijo que volvería cuando yo esté lista, ya han pasado dos semanas desde que lo dijo y me enteré de la verdad de todo. Sam y Constans me venían a visitar de vez en cuando, por el hecho de que dejé de ir al colegio por mi "mutación". Los mareos y náuseas cada vez aumentaban más y el congelamiento en el brazo había llegado hasta mi hombro. Mis amigas intentaban convencerme para ir con Coulson, pero aún no estaba segura. Además de que el ardor en mi brazo no me dejaba pensar demasiado.

Era sábado y mi padrastro no fue al ejército para quedarse conmigo. Él también quería que vaya, pero seguí negando. Las horas pasaban como también los días y seguía sin querer ir y ser parte de los Vengadores. Hasta que un miércoles a la mañana, debía ser alrededor de las diez y media, tocaron el timbre. Y a quien menos quería se encontraba en el living de mi casa con una agente de cabello marrón oscuro a su costado.

- ____ te presento a la agente Maria Hill -nos saludamos.

- Con todo el respeto, ¿cuál es la razón esta vez? -Enarqué una ceja mientras me acomodaba en el sofá.

- Hija -dijo mi mamá desde atrás mío.

- Está bien señora no pasa nada, seré directo con su querida hija -hizo una sonrisa falsa que hasta la China se notó-. Hemos venido para informarte que tienes otra razón más -hizo una pausa- para entrar a los Vengadores.

La Chica De Cristal. (Steve Rogers y Tú)Where stories live. Discover now