—Quiero verla y elegirla —dije seguro de lo que hacía.

¿Cuál es su nombre, Señor?

¿Por qué hizo énfasis de esa manera en el señor? Sacudí la cabeza.

—Mateo —respondí—. Mateo Eizaguirre.

Apunte la dirección, Señor.

Rodé los ojos.

***

—No sé qué piensas hacer, Christopher. Pero cuida este traje —tomó de su vaso de wisky, mi jefe.

—No le pasará nada. Mateo —lo miré—, muchas gracias, te devolveré este dinero lo antes posible. Y el traje mañana —dije antes de que volviera a repetirlo

Respiré profundo y me miré al espejo, pasaba por un tipo con muchísimo dinero.

—Gracias, de nuevo.

Estrechamos las manos y salí de allí en dirección al prostíbulo.

—Chris, ya voy en camino, anotaste bien la dirección, ¿verdad? —lo escuché asentir desde el otro lado de mi teléfono—. Bien, quédate cerca en caso de cualquier cosa, pero no mucho. Nos vemos.

Aceleré.

Las calles de Santiago una vez más me abrazaban teñidas del naranjo haz de luz de los postes del alumbrado público. El sonido de los autos pasar a mi alrededor me ponían más nervioso de lo que ya iba. Agradecia, como nunca, los semáforos en rojo que me hacían detener y alargar mi llegar al lugar.

La noche se veía más oscura que nunca.

Detuve mi auto luego de pasar por unas altas rejas. Al bajar unas largas piernas me recibieron.

—¿Nombre?

—Mateo Eizaguirre —sonreí lo más seductor que pude. Ella sonrió y se volteó dejando caer el traje que la cubría.

Mire a todas partes, había más autos llegando y hombres bajando para adentrarse en el lugar. Devolví mi vista a la mujer, ahora desnuda que estaba frente a mí y la seguí.

—Me informaron que quiere vernos a todas para elegir con cuál contratar los servicios.

—Así es —metí las manos en mis bolsillos, observando todo cuando nos adentramos en el edificio.

—¿Qué buscas?

—Eso sólo lo reservo para mí.

Me observó por el rabillo y yo sólo bajé mi mirada a su trasero.

Sonrió. Yo levanté mi mirada.

Llegamos a una habitación en la que me ofreció asiento y un trago, que recibí por cortesía. Bastó que dijera una palabra y la habitación comenzó a llenarse de chicas. Miré a mi alrededor y tomé un antifaz que estaba en una mesilla a mi lado. Solté el aire que había entrado en mis pulmones con la histeria. En ningún momento debí haber dejado que me vieran el rostro. Solo espero que esto no se me vaya de las manos.

Era algo que no había previsto.

Comencé a observarlas a todas, todas desnudas. Y sí, mi cuerpo reaccionó, fue inevitable.

—Puede elegir lo que quiera, señor.

Sonreí y me levanté, comenzando a caminar entre todas esas mujeres. Me tomé todo el tiempo necesario y elegí a la que justo dejaba atrás por mi costado izquierdo. Sonrió. Giré para llevarla conmigo y el olor particular de otra chica, llamó absolutamente mi atención.

—Las quiero a las dos —dije lo más ronco posible.

En una de mis manos tenía a una mujer absolutamente desconocida, y en la otra a Dhana, mi ex novia.

—Acompáñenos por acá —dijo la primera mujer que se desnudó.

—Un momento. Quiero que estas señoritas se vistan, no podría hacer lo que me gusta si ya están desnudas.

Me hicieron entrar en una habitación distinta y esperé a que pronto llegara Dhana, y la otra mujer. Todo era confuso, Dhana se había ido, a no ser que me haya mentido para poder trabajar. Sentí cómo mi cuerpo entero se tensaba. ¿Cuántas noches ya llevará dejando que otros la toquen? Esto no puedo seguir así. Mi mente es un ir y venir de pensamientos e ideas, me siento extraño, dudoso, confuso, sin embargo tengo que hacerlo, tengo que ordenar mis ideas.

Cuando ambas entraron venían vestidas con traje de cuero, mis ojos se posaron en Dhana en un mini segundo. Agradecí a la primera mujer y cerré la puerta, corriendo un mueble para evitar el paso, lo que asustó a las dos que tenía adentro.

—Tranquilas —dije—. Voy a partir contigo —apunté a Dhana—. Mientras, quiero que te amarres a esa mierda. Debes estar lista en 2 minutos —le dije a la otra.

Ambas asintieron y me llevé a Dhana a un pequeño apartado. Encendí la luz roja. Qué poco originales.

—Necesito que guardes silencio.

Ella asintió. Se notaba el miedo en sus ojos.

La observé con detenimiento. Ahí estaban los labios que tanto extrañaba. Después sería momento de hablar y aclarar, ahora sólo necesitaba sus labios, sólo un poco de sus labios.

—Lo siento, señor. No puedo.

Fruncí el ceño.

—No tenemos permitido besar —continuó.

—A mí me vas a besar —dije quitándome el antifaz y estampando mis labios en los de ella. Moviéndolos para que quitara su cara de asombro y me devolviera ese beso que tanto había extrañado.

—Christopher —susurró.

—No, déjame disfrutar de tus labios antes de que tengamos que volver a la realidad —la abracé por la cintura.

Su boca me abrió paso y su lengua se unió a la mía. Sentí como sus brazos rodeaban mi cuello y la acerqué todo lo permitido a mi cuerpo. Había sido meses difíciles, probablemente lo seguirán siendo, pero, necesito que ella esté a mi lado.

Tomamos un poco de distancia con nuestras respiraciones agitadas y pesadas, aún podía rozar sus labios y sentir su aliento.

—No es bueno que estés aquí.

—Tampoco tú. Tienes mucho que explicarme —dije mirándola a los ojos. Iba a hablar pero la detuve con mis labios, atrapando los suyos para luego morder y estirar su labio inferior.

Se removió entre mis brazos.

—¿Alguno te ha hecho sentir así? —su cara se desfiguró.

—Chris.

—Respóndeme.

—No.

Sonreí.

—Muy bien, porque no te vas a poder librar de mi.

De la mano, la saqué del apartado. Lo primero que atrapó mi vista fue ver a la otra mujer amarrada en uno de los artefactos.

—¿Puede soltarse? —miré a Dhana. Su negación llegó—. ¿Y cómo diablos se amarró?

—Sólo si apretas aquel botón esto me soltara, señor.

Hice una mueca.

—Vámonos.

Corrí el mueble que anteriormente había puesto en la puerta y al abrir me topo con la primera mujer y una cara de preocupación que le llegaba a los talones.

—¿Qué sucede, señor? ¿Todo bien?

—Claro que sí.

Saqué un bolsito con todo el dinero que llevaba en el saco.

—La compro. Ahí está el precio de esta mujer.

Con los ojos casi fuera de sus órbitas, la mujer nos dejó pasar, dejando atrás los 25 millones en sus manos.

—A mi lado tienes absolutamente negada la libertad —dije cerrando la puerta de mi auto con Dhana dentro.

Little do you know - #CESWhere stories live. Discover now