CAP.5

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Leander no era tan cínico ni cobarde como para fingir que no sabía a lo que Iris se refería. Aunque él no hubiera elegido la palabra <<juego>>, a lo largo de los años sí que habían tenido un tira y afloja constante en lo que a su relación se refería; ella le había perseguido, él la había ignorado. Él la había perseguido, ella le había ignorado. Se habían ignorado mutuamente y el último paso, y definitivo, debía ser amarse sin reservas.

Aunque no lo creas, nunca pretendí jugar contigo—alegó, girándose y tomándola por la barbilla, para obligarla a mirarle a los ojos. —Mis mensajes han sido contradictorios, lo sé, porque no soy ese monstruo del autocontrol que todos pensáis; cuánto más intentaba desalentarte, más me traicionaba el subconsciente, más intentaba impresionarte, para que no pudieras olvidarme... Quería protegerte, cuidarte, mimarte; ayudarte a levantarte cada vez que te caías, pero no podía arriesgarme a que siguieras queriéndome.

—Me engatusabas, me ignorabas y me apartabas, para luego volver a engatusarme. Todo para satisfacer tu ego, porque tu novia te trataba mal. ¿Sabes lo egoísta que es eso?

—No, no, no... ¡Estás equivocada! No era Electra la que me atormentaba, eras tú...—aseguró el joven, con voz rota —Tú temes perderte en el infierno cuando yo a penas si acabo de salir de él. No me abandones ahora, te lo suplico. No podría soportarlo después de lo que me ha costado admitir ante mí mismo que no puedo, ni quiero, vivir sin ti.

Leander no era muy comunicativo, sus desahogos siempre se reducían a frases negativas generalizadas sobre la crueldad del mundo y los infames giros del destino, pero Iris había aprendido a leer entre líneas, y aquella confesión sesgada solo debía ser un incentivo para ella; no se abriría a menos que se lo pidiera, porque un Blake nunca debía mostrarse vulnerable frente a nadie. ¿La quería como pareja o como mascota? Como la última se había sentido durante años, y, si algo tenía claro, era que no volvería a humillarse así jamás.

—Lend, estoy cansada de tus confesiones veladas. ¡Dios santo! ¡Ibas a casarte con Electra! Y ahora estás aquí, comportándote así conmigo... Si no encuentras el modo de explicarte, lo mejor será que me vaya—le amenazó, haciendo amago de levantarse de la silla, temerosa en el fondo de fuera él el que se largara.

El joven se tapó la cara con las manos y se puso en pie. Cuando lo hizo, el corazón de Iris se acurrucó en su pecho y le robó el aliento para no colapsar.

—Todos me juzgáis, pero jamás os ponéis en mi lugar para averiguar qué hubierais hecho al enfrentaros a lo que yo me enfrenté, o para prever cómo hubieran moldeado vuestro carácter mis vivencias—murmuró Leander a su espalda, justo cuando ella estaba a punto de rogarle que no se marchara.

Consciente de que él solo buscaba refugio en la oscuridad, y esperando que no interpretara su silencio como indiferencia, Iris cruzó los dedos y se arriesgó a dejarle hablar sin interrumpirle.

—Cuándo mi padre murió, mi madre se hizo a un lado y dejó que el padre de Electra difamara nuestro apellido con total libertad, mientras la metía a ella en nuestra propia casa y nos pedía que la tratásemos como a una pariente más. No satisfecha con eso, permitió que Delaras, junto con el resto de los traidores de TSC, nos robara a los herederos legítimos nuestro patrimonio, y que, para lograrlo, chantajeara y sobornara a aquellos que debían velar por nuestros intereses o demostrar nuestra inocencia. Como ya sabes, ella se plegó sobre la versión oficial de las muertes de nuestros padres, y no emprendió ningún tipo de investigación paralela, a pesar del testimonio de Alex, al cual repudió sin contemplaciones—narró Leander, con mal disimulada amargura—. ¿Sabes? Cuando visité a mi hermano en aquel lujoso manicomio en el que mi madre le había metido, me di cuenta de que él era más feliz en cualquier lugar en el que ella no estuviera. Por eso, cuando tuve que marcharme de Grecia y la abuela se fue de gira mundial para promocionar sus novelas, metí a Alex en esa escuela para chicos. Lo mismo sucedió con Chloe; yo convencí a la abuela para que le enviara a ese internado en Inglaterra... No podía dejaros solos con ella.

RASSEN IWhere stories live. Discover now