Capitulo 55

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Desperté a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía a más no poder y una fina capa de sudor se deslizaba por mi frente. Volteé en la cama y sin querer, toqué el hombro de Kendall, éste se removió entre las sábanas y siguió con su pesado sueño. Me senté sobre la cama y quité el cabello de mi rostro, ¿dónde había quedado mi coleta hecha por Kendall? Un simple desastre en persona. Los ojos me ardían y sentía que el calor se apoderaba de mí para dejarme devastada. No soportaba la fina tela del camisón, se pegaba a mi cuerpo y molestaba como nada esa noche.
-Kendall…-murmuré.
No hubo rastro del movimiento de sus músculos y siguió respirando tranquilamente en aquella calurosa noche estrellada. Decidí no molestarlo y me puse de pie. Un repentino mareo me obligó a sentarme nuevamente. El movimiento del colchón al sentir mi peso, hizo que Kendall volviera a moverse y volteé para verlo.
-¿Qué ocurre?-preguntó abriendo un solo ojo.
-Me siento fatal-respondí en un susurro.
Terminó de abrir sus ojos y se sentó en la cama. Frotó su cara con ambas manos y luego dio la vuelta a la cama, para sentarse a mi lado y tomar mi mano.
-¿Qué es lo que te duele, amor?-preguntó y brindó leves caricias a la piel de mi mano.
-Todo, es como si un camión me hubiera pasado por encima y estropeado todos mis huesos incluidos mis músculos.
-¿La cabeza?-asentí-. ¿Las piernas?-asentí-. ¿Te sientes mareada, cariño? -Si, muy mareada-pasé una de mis manos por el sudor de mi frente-. Tengo mucho calor, Kendall.
-Es normal, estoy a tu lado-bromeó.
Sonreí levemente y se acercó más a mí.
-¿Qué haremos contigo?-preguntó en un susurro-. Creo que deberíamos llamar al médico, que venga aquí, para no dejar a los niños solos.
-Lo que digas-dije y me tiré a la cama.
Mis piernas colgaban de la cama y mi espalda estaba apoyada sobre el colchón. Ese calor era insoportable, molestamente asqueroso. Kendall soltó mi mano y se acostó a mi lado.
-¿O crees que debo llevarte al hospital?
-No, no, aquí-dije rápidamente.
Kendall besó mi mejilla y se puso de pie. Lo vi caminar apresuradamente cruzando la habitación y entró al baño. La costumbre de mi esposo, dejar el móvil cargando en el baño. No pregunten, solo ignoren las anormalidades. Entró nuevamente en la habitación, con el móvil en mano y una cara de preocupación que dejaba mal al más serio y sin sentimientos. Volví a sentarme en la cama y volteé el torso para observarlo viniendo hacia mí.
-Hola, habla Kendall Schmidt-hizo una pausa-. Él mismo-escuchó atentamente-. Si, solo quería saber si por favor puede hacerle una visita en casa, a mi esposa-se quedó callado-. Comprendo, pero, puedo pagarle el triple-volvió a escuchar y luego asintió con un ruido de su garganta-. Creemos que está esperando un niño y me preocupa porque no se siente para nada bien-explicó-. Se lo agradecería mucho-prosiguió-. Si, el triple de lo que suele cobrarme. Muchas gracias, lo veo en media hora.
Kendall finalizó la llamada y alzó su mirada hacia mí. Me sonrió levemente y volvió a mi lado para sentarse en la orilla del colchón.
-No es necesario que pagues el triple, podemos ir a un hospital público-le dije. Negó con la cabeza para luego decir:
-Prefiero pagar el triple a que te atendían como a una oveja preñada.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Porque en los hospitales públicos no hay la misma atención que tiene un médico a domicilio, particular. A lo que me refiero, cariño, te atienden por orden de llegada, no te tratan muy bien que se diga y prefiero que te atiendan en casa, un médico que conozco de años y trabajaba con mi padre. -Igual no todos los hospitales son así.
-_______, ya, déjalo para otro momento. ¿Quieres recostarte mientras esperamos?
Asentí mientras Kendall me observaba con suma curiosidad, el tampoco comprendía el por qué de mis síntomas nada comunes en una embarazada, o por lo menos, nosotros no sabíamos si eran o no, comunes.
-¿Puedes encender el aire acondicionado?-pregunté apoyando la cabeza sobre la almohada.
Kendall se puso de pie y sentí sus pasos alejarse mientras yo cerraba mis ojos con delicadeza. Acto seguido, posé mis pies sobre la cama y alejé la molesta sábana de encima de mí.
-Gracias-dije en un susurro.
Solté todo el aire que retenían mis pulmones, cuando sentí el aire frío vagar por la habitación. Kendall se sentó a mi lado y luego, ya no recuerdo. El sueño y el mal estar se apoderaron de mi cuerpo, para hacerme quedar dormida en menos de diez minutos.
-_______, cariño, Marck está aquí-susurró a mi oído.
Abrí mis ojos y me encontré con la dulce mirada de Kendall. Me sonrió levemente y se apartó de allí cuando yo me disponía a apoyar el peso de mi cuerpo, sobre mis codos.
-Va a revisarte ahora, pero, puedes quedarte recostada-me avisó Kendall-. O en todo caso, siéntate con los pies estirados sobre la cama. Preferí la segunda opción y me senté como Kendall me había indicado. Vi a un hombre robusto buscando algo en un pequeño bolso negro. Alzó la vista y sonrió con suma delicadeza.
-Buenas noches, o buen día, como usted prefiera-bromeó.
Kendall largó una casi inaudible carcajada y observó al hombre que, al parecer, se llamaba Marck.
-Marck, ella es mi esposa, ________ Schmidt, _______, él, es Marck.
-Es un gusto-dijo Marck.
-El gusto es mío-murmuré casi sin ser escuchada.
Kendall suspiró y luego de pasar su mirada por mi rostro, la volvió a Marck. El hombre se enderezó y caminó hacia mí. Kendall se acomodó a un lado de la cama y se apoyó sobre la mesa de noche.
-¿Qué es exactamente lo que sientes?-preguntó.
-Tengo repentinos mareos, un calor que no soporto y siento asco de gran variedad de olores.
-¿Has devuelto muy seguido?-preguntó.
-Si, demasiado para mi gusto.
-¿La última vez?
-Anoche cuando me iba a dormir.
-Bien-dijo y desvió la mirada por un momento-. Kendall ha comentado que tienes dudas sobre estar embarazada.
-Si-asentí rápidamente. Me observó esperando a que continuara-. Pensé que esos mareos, las devoluciones y que el estomago se me revuelve, era solo por algo que me había hecho mal, pero saqué las cuentas y hace hasta más de un mes que no tengo el periodo.
-Bueno, yo no puedo decirte que lo estés o que no-respondió-. Pero, es lo más probable. Deberías ir al hospital más de mañana.
-Si, le dije que íbamos a ir, pero se despertó sintiéndose mal y preferí llamarte a ti-explicó Kendall.
-Está bien, no es problema-me observó a mí, nuevamente-. Voy a recetarte unas pastillas, para el mareo, debes hacerte análisis de sangre y voy a pedirte una ecografía, ¿si?
Asentí mientras escuchaba atentamente. Kendall hizo lo mismo.
-Luego de que te den los resultados, me los llevas y vemos que pasa. -Cuando vas a hacerte la ecografía, ¿no te dicen si está o no, embarazada?-preguntó Kendall impaciente.
-Claro que si-dijo Marck riendo por la emoción de Kendall-. Pero quiero saber si esos mareos se deben a un embarazo o una anemia.
-Está bien-asintió con la cabeza-. Cuando bajemos te pago, Marck-dijo Kendall.
-No te hagas problema, Kendall-negó Marck-. No voy a cobrarles, eres mi amigo.
-Te dije que iba a darte el triple por cancelar planes con tu familia y venir a ver a _______.
-Es en serio, está bien. Algún día cuando yo necesite, allí estarás tú-le sonrió y guardó algunas cosas que había sacado-. En cuanto a ti, ________, debes permanecer en reposo, no quiero que hagas fuerza, implica no levantar nada ni agacharte mucho-me advirtió-. Vas a hacerte los estudios y luego me los llevan a mí.
-Si, señor-dijo Kendall riendo.
Marck le golpeó el hombro y rió.
-En serio, Kendall.
-De verdad, va a hacer todo eso, así que no era del todo broma-le dijo sonriendo.
Marck se despidió de mí y bajó junto con Kendall. Volví a recostarme en la cama y cerré los ojos. Seguía sin sentirme bien del todo y sin esas pastillas, iba a seguir sintiendo que el mundo daba vueltas. Kendall volvió en menos de diez minutos y apagó el aire acondicionado para luego abrir el cajón de la mesa de noche y sacar su billetera.
-Voy por tus pastillas y vuelvo.
-No, Kendall, quédate conmigo-supliqué en un susurro.
-Amor, voy y vuelvo. Son solo veinte minutos, prometo regresar antes de que Katie se despierte.
-Está bien, pero apúrate.
-Lo haré, cariño-respondió y rodeó la cama para besar mi frente-. Te amo, cuídate, ¿si?
Asentí con la cabeza y murmuré un “yo también te amo”, mientras él me observaba. Luego, desapareció por la puerta y bajó las escaleras. Al cerrar mis ojos nuevamente, me di cuenta que Kendall estaba vestido cuando se había ido, ¿Cuánto tiempo había dormido, entonces?-me pregunté. Kendall había tenido el tiempo suficiente para tomar una ducha y colocarse su ropa, su cabello estaba húmedo cuando estaba en la habitación, minutos atrás. No le di más vueltas al tema y volví a caer en un profundo sueño.
-Oh, vamos, ¿es en serio?-gritó Kendall.
-Perdona-chilló Katie.
Suspiré antes de terminar de bajar las escaleras. Entré a la cocina y vi a la pequeña observando como Kendall levantaba los pedazos del nuevo vaso roto.
-Es el sexto vaso, Katie, el sexto-siguió regañándola.
-Se me ha resbalado de las manos-se defendió.
Me apoyé sobre el marco de la puerta y los observé discutir como hermanos.
-Vas a pagar cada vaso, ¿entiendes?
-¿Cómo haré eso?-preguntó Katie ladeando la cabeza.
-Vende tus muñecas- le contesto Kendall.
Reprimí una carcajada y los dos se giraron a verme. Kendall hizo una mueca antes de dejar los pedazos de vaso en el cesto de la basura.
-________, ¿cómo te sientes?-preguntó y se acercó a mí.
-Bien, mucho mejor.
Besó mis labios y apartó el cabello de mi rostro.
-Desagradable-grito la niña cubriéndose los ojos.
Kendall y yo, reímos. Katie se quito las manos de la cara y las unió frente a su estomago para luego decir:
-¿Puedes perdonarme, Kendall? No lo hago adrede-hizo morros.
-Voy a perdonarte, solo porque hoy voy a necesitar tu ayuda.
-¿Mía?- preguntó Katie.
-Si.
-Genial-dijo la niña sonriente.
Reí levemente y Kendall volvió su mirada a mí.
-He llamado al hospital y podemos pasarnos esta tarde para hacerte los estudios-me informó-. Dejé las pastillas sobre tu mesa de noche, debes tomarlas cada seis horas.
Asentí comprendiendo y Katie levantó su mano para preguntar. Como en el colegio primario, Katie alzaba su mano para hacer una pregunta respecto a sus dudas.
-Pregunte, señorita Schmidt-le dijo Kendall.
Ella rió y preguntó:
-¿Es que _______ tiene un bebé?
Kendall me observó a mí y yo sonreí.
-No lo sabemos-respondí.
-¿Cómo que no lo sabes?-preguntó Katie.
-_______ ira hoy al médico para hacerse los estudios y allí veremos si va a tener un bebé o no.
Katie se cubrió la boca con ambas manos y luego pegó un gritó a todo pulmón.
-¿Voy a tener un primo?-preguntó a los gritos.
-No, no, no es un primo-rió Kendall y la tomó en brazos-. Es un sobrino.
¿Quién iba a decir que Katie iba a ser tía de tan pequeña? De solo pensarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas y algunas de ellas rodaron por mis mejillas. Katie corrió hacia mí, sin tomarla en brazos me agaché a su altura y besé su mejilla. Ella me abrazó efusivamente y luego rió.
-Te quiero, ________. Gracias.
-¿Gracias por qué?-pregunté en un susurro.
-Por darme una sobrinita para cuidar por siempre-dijo y me abrazó con más fuerza.
Definitivamente, la idea de tener una vida dentro de mi vientre, era hermosa. ¿El problema? No se sabía si era en serio, o no. Quizá Kendall y yo, nos estábamos haciendo la película, y no pasaba nada. Si eso llegaba a suceder, ambos íbamos a tener que hacer algo por encargar un bebé, lo más rápido posible.
-¿Qué piensas?-preguntó Kendall tomando mi mano.
Estábamos entrando al hospital. Habíamos pedido la colaboración de la pequeña, debía quedarse en casa, con James, Dustin y Carlos. Lo que la niña no sabía, era que los amigos de su hermano, no tenían la menor idea sobre pequeños seres humanos, y no iban a poder cuidarla como Kendall lo hacia, o como yo.
-Nada, es solo que estoy algo nerviosa.
Besó mi mejilla y luego susurró:
-No tienes por qué, mi amor. Pase lo que pase, siempre podremos tener niños.
-¿Tú dices?-pregunté preocupada.
-Claro, ________. Si no es ahora, puede ser luego-me sonrió.
-Igual estoy nerviosa-suspiré.
-No voy a mentirte, yo también lo estoy.
Avisamos en recepción que ya habíamos llegado y pronto nos cobraron la consulta. Kendall y yo, caminamos por el largo pasillo, para luego tomar el ascensor y llegar al quinto piso, donde estaba repleto de mujeres embarazadas.
Kendall rió.
-¿Qué es gracioso?-pregunté desconcertada.
-Tu rostro al verlas a ellas-carcajeó-. Siéntate, ven.
-No, Kendall, no quiero-me quedé quieta en el lugar.
-No vas a decirme que te quieres ir.
-Si, vamos-respiré profundo.
-_______, no hagas un papelón, por favor-me tomó de la cintura y empujó un poco mi cuerpo para que me moviera de la puerta-. Es normal que sientas nervios pero no he pagado para que te acobardes y tienes que hacerte los estudios.
-Pero, no, no, no, Kendall-me quejé.
-________-gruñó-. Siéntate allí y deja de hacer escándalo.
Al ver su tono amenazante, solté su mano y me senté al lado de una mujer que tenía un niño en brazos y su barriga era un globo bien inflado. Kendall se quedó de pie, a mi lado. No habían más asientos y era más que obvio que él iba a insistir en quedarse de pie, porque las mujeres primero y todo el sermón. Así que, no me tomé el tiempo en discutir con él. Cuando comenzaron a llamar a otras mujeres y llegaban más, se iban otras, y pedían turnos y más turnos, me sentí desfallecer. Yo no estaba lista para eso, era solo una niña, una adolescente con mente de niña, inocente y huérfana. Casada a los dieciocho años, con mi esposo siendo mi dueño.
-Quiero irme-me puse de pie.
Kendall desvió la mirada del cuadro y se remojó los labios antes de posar una de sus manos en mi pecho y empujarme hasta que tomé asiento nuevamente.
-No vamos a discutir, _______. Tienes que hacerte la ecografía.
Suspiré y entrelacé mis manos para posarlas sobre mi regazo.
-¿Madre primeriza?-preguntó la mujer a mi lado.
La observé un segundo y luego con una leve sonrisa de miedo, asentí con la cabeza.
-No te preocupes, a todas nos da miedo la primera vez que venimos. ¿De cuánto estas?
-¿Meses?-pregunté arrugando la nariz.
-Claro-rió-. ¿Si no, qué?-preguntó en una carcajada.
Kendall rió levemente a mis espaldas y pronto fue fulminado por mis ojos. Que se callara porque no era conversación suya.
-En verdad estoy en duda, quizá lo esté o quizá, no-respondí-. Pero el médico me mandó a hacerme los estudios.
-Oh, comprendo-me sonrió.
El ecógrafo llamó a un apellido y la mujer se puso de pie.
-Bueno, me toca a mí-tomó la mano el niño y me sonrió-. Vamos, Thomas, debemos ver a tu hermanita. Suerte-dijo antes de caminar hacia el médico.
Kendall vio el lugar vacío a mi lado y no dudó en sentarse allí. Suspiró profundamente y recostó su cuerpo contra el respaldo de la silla. Apoyé la cabeza en su hombro y cerré los ojos. Ni dos segundos pasaron, cuando Kendall comenzó a brindar caricias a mi mano. Veinte minutos después, el médico nos llamaba a nosotros. Mis nervios estaban de punta y la cara de emoción de Kendall, no ayudaba para nada. Me recosté sobre la camilla y mientras el médico hablaba, untaba un gel frío sobre mi abdomen.
-¿Edad?
-Dieciocho-respondí observando a Kendall.
Él me sonrió.
-Pequeña-murmuró-. ¿Te has hecho pruebas de embarazo? Me refiero a que, ¿estás embarazada o vienes a saberlo?
-Vengo a saberlo-respondí-. Me mandó el médico, sin hacerme pruebas.
-Está bien-sonrió y buscó un aparato conectado a una máquina-. Ustedes solo deben observar la pantalla, allí arriba-señaló-, y yo voy a decirles que estamos viendo.
Ambos asentimos a la vez que el médico posaba el aparato sobre mi abdomen. Unos dos minutos después, nadie hablaba, el médico no decía nada sobre un posible embarazo y mis lágrimas ya iban a comenzar a brotar.
-Un mes y medio-sonrió.
-¿Qué?-preguntó Kendall.
-Es más pequeño que un huevo.
-¿Ella… está… está… em… em… em…?
-Kendall-reí y lo vi abrir los ojos con entusiasmo.
-¿Vamos a ser padres?-preguntó a los gritos.
El médico rió y luego nos señaló un punto negro en la pantalla.
-¿Kendall es tu nombre?-le preguntó. Kendall asintió-. Kendall, ¿ves ese punto allí?
-Si, es pequeño, pero sí.
-Bueno, obsérvalo bien porque ese es tu hijo.
Kendall abrió su boca, impresionado y amago a pegar unos cuantos gritos. Reí a la vez que dejaba mi cuerpo relajarse, no era la gran cosa una ecografía. Nos quedamos en silencio mientras el médico anotaba unas cuantas cosas y luego nos avisaba cuando podíamos pasar por el video y los resultados y el estado del bebé. Cuando por fin salimos del consultorio y nos metimos en el ascensor, Kendall frenó el ascensor de golpe y me abrazó. Reí por su efusividad y luego comenzó a besarme el rostro, por todos partes, los parpados, los labios, las mejillas.
-Ya, calma, Kendall-reí.
-¿Entiendes eso?-preguntó en un susurro-. Aquí-apoyó su mano en mi vientre-, está el fruto de nuestro amor.
-Es lo más maravilloso que te he escuchado decir-le sonreí.
Me besó.
-Pero, voy a pedirte por favor, que bajemos de aquí porque eres claustrofóbico y no estoy en condiciones de cargar contigo hacia una habitación de aquí. Rió y presionó el botón para poner en marcha la caja metálica.
Luego, fuimos a hacerme los análisis de sangre y más tarde pasamos por un café para tomar la media tarde. Kendall no paraba de pensar en nombres para el bebé, pero para mi iba a ser una niña, por lo tanto, diferenciamos en varias cosas. Llegamos a casa alrededor de las nueve de la noche. La planta baja de la casa, estaba totalmente a oscuras y la planta de arriba, estaba totalmente encendida, con todas las luces prendidas, por todos lados.
-¿Les ha causado mucho trabajo?-preguntó Kendall a Carlos que bajaba las escaleras.
-No, no tanto-suspiró-. Katie está teniendo una conversación con James.
-¿Qué ha hecho?-pregunté quitándome las zapatillas.
-Ha roto un vaso.
-¡Estás bromeando!-gritó Kendall-
Comencé a reír como una loca de atar. Kendall se pasó las manos por el cabello y luego cerró los ojos con fuerza.
-El séptimo vaso, séptimo, Carlos, séptimo.
-¿Más de una docena?-preguntó Carlos.
Reí nuevamente y encendí las luces de abajo. Comencé a subir las escaleras y seguí riendo hasta llegar a mi habitación. Donde encontré a Dustin tendido boca abajo.
-¡Kendall!-grité a más no poder.
Dustin se movió un poco en la cama y siguió durmiendo.
-¿Qué pasa, amor?-preguntó Kendall.
Pero, cuando llegó a la puerta de la habitación, rió. Sus amigos se parecían a su hermana, eran tres niños más y sin contar que Kendall ahora se comportaba como un adulto y raramente no como un niño. Logramos sacar a Dustin de la habitación pero insistió en quedarse a dormir porque tenía mucho sueño como para manejar de noche. Kendall accedió y lo dejó quedarse en la habitación de huéspedes. James y Carlos se despidieron de nosotros y partieron a sus casas. Katie dormía plácidamente y Dustin, también.
-Bueno, siendo las diez de la noche, nos vamos a dormir.
-Muy temprano, ¿no crees?-pregunté metiéndome entre las sábanas.
-Pero anoche no ha sido de las mejores noches.
-Lo sé-apoyé la cabeza sobre la almohada-. Pero hoy ha sido uno de los mejores días, ¿no crees?
-Oh, claro que si, nena-se acostó a mi lado y apagó las luces.
Nos quedamos en silencio y pronto sentí la respiración de Kendall, apaciguarse. Mis lágrimas no tardaron en salir, extrañaba a mis padres y ahora los necesitaba más que nunca. Una madre era la que se encargaba de ponerse tan feliz como su hija cuando estaba embarazada, la que la ayudaba con el nuevo bebé, la que molestaba para que se cuidara. Y claro, su padre, él que le diría todo el tiempo a Kendall lo que debía hacer respecto a su hija y al niño en camino. Iba a querer llevárselo a jugar por allí, bromear con él y exponerlo como a un trofeo. Los extrañaba tanto, tanto, tanto que con palabras no podía expresarlo, pero mi corazón se encogía de solo pensar en que no los iba a ver nunca más en mi vida.
-¿Estás despierta?-preguntó Kendall.
Me quedé en silencio para hacerme pasar por dormida. Pero, Kendall encendió la luz, obligándome a cerrar los ojos y derramar unas cuantas lágrimas más. -¿Por qué lloras?-preguntó abrazándome-. ¿Te sientes mal? ¿Vamos al hospital?
-No, no, no es eso-murmuré entre lágrimas.
-¿Qué es, linda?-preguntó cariñosamente.
-Suena muy infantil.
-Dime.
-Extraño a mis padres.
-Oye, ¿crees que eso es infantil? Oh, vamos, es normal, mi vida-me estrechó más entre sus brazos-. Pero todo va a estar bien, amor. Eres fuerte y si has podido con esto, dos años, puedes hacerlo más tiempo, ¿sí?
-Es difícil.
-Lo sé, amor, lo sé-acarició mi cabello-. Pero estamos juntos en esto, si es que tienes miedo, te sientes insegura, necesitas algo, lo que sea que sea, házmelo saber, dime que es lo qué pasa, amor. Entiende, somos uno, si tú sonríes, yo sonrío, si tú lloras, yo lo haré también.
-Tú no debes llorar-murmuré mientras él secaba mis lágrimas.
-Entonces tú tampoco lo hagas. Si hay algo que me rompe el corazón, es verte llorar. Amor, no estés mal.
-Los necesito-sollocé.
Sin decir nada, Kendall volvió a apretarme contra su pecho. Esparció un par de besos sobre mi cabello y luego acarició mi espalda en un tierno gesto.
-Te amo, _______ y te prometo que vas a salir adelante. Piensa que ahora tienes a un hermoso niño dentro tuyo-alcé la mirada para verlo a los ojos-, él y yo, te necesitamos, no puedes estar mal, ¿sabes? Odio verte llorar y dicen que los niños sienten lo que las madres.
-Pero es más pequeño que un huevo, no puede sentirlo.
-Créeme, es todo tan raro.
-Como tú-bromeé.
-Como yo-rió-. Claro que si. Como nuestras peleas, nuestro matrimonio, nuestras salidas, nuestras conversaciones, nuestras acciones. Oh vamos, nunca engañaríamos a nadie, diciendo que somos normales.
Reí y lo abracé.
-Te amo, Kendall.
-Yo también te amo, princesa. Y te prometo que no voy a dejar que estés mal. Nunca mi amor, ¿has escuchado eso? Porque Kaled y yo, vamos a hacer lo posible porque estés bien y seas feliz.
-Eres la ternura en persona-le sonreí-. ¿Pero quién corno es Kaled?
-No me digas a mí, él quiere que le llamemos así.
-Hablas de Kimberly-le sonreí.
-Recuerdo una vez que peleamos en México y tú me dijiste que nuestra hija se iba a llamar Kimberly, pero será Karin y lo sabes.
-Kendall, no seas malo, déjame elegirlo a mí-reí.
Limpió mis lágrimas.
-Ya veremos, ya veremos, ahora quiero que descanses, mi amor-besó mis labios-. Y recuerda, Kaled, Karin o Kimberly, como sea, vamos a cuidar de ti, lo prometo.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora