Capitulo 39

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Cada escalón parecía alejarse más y más a medida que yo colocaba el tacón sobre este. Ya sabía que en la puerta me esperaba Kanet, eso me tranquilizaba un poco, por lo menos no iba a entrar sola y enfrentarme a eso sin nadie a mi lado.

-Estas hermosa.-dijo el hombre que me observaba desde el pie de la escalera.

Levanté mi concentrada mirada de los escalones y observé a Kanet. El me sonrió y me tendió la mano. La tomé y terminé de bajar.

-Gracias.-respondí al cumplido.

-No hay de que _____.-dijo sonriente.- Estoy muy orgulloso de que tú seas la que va a casarse con Kendall.

-Oh.-sonreí intentando ocultar mi nerviosismo.- Yo estoy muy feliz de casarme con Kendall.-dije. Suspiró.

-Ya, ¿vamos?-hizo un gesto extraño.

-Claro.-respondí con miedo.

Terminamos de caminar por la sala para llegar a la puerta del jardín. Dos mujeres a los lados de la puerta nos sonrieron y luego miraron a Kanet para preguntar por si estábamos listos para salir. Kanet asintió y al ver esto, las pequeñas mujeres abrieron las puertas para dejarnos a la vista de todos.

El sol a penas se escondía y daba una sensación de calidez sobre el panorama.Kendall dio la vuelta para observarme y vi como sus labios se curvaban en una sonrisa. La gente se ponía de pie a la vez que la tenue música comenzaba a sonar.

-Vamos.-susurró Kanet para que ambos comenzáramos a caminar por la estrecha alfombra cubierta por pequeñas flores blancas.

Sonrisas, susurros y pequeñas risas de dos niñas a nuestras espaldas, se hacían notar en el lugar. Kendall, sin quitar su sonrisa, me observó desde que entré al lugar hasta que llegué a su lado.

-Estas hermosa.-susurró a mi odio cuando su padre me dejo en sus brazos.

-Gracias.-dije levemente y me aferré a su brazo. Miró al sacerdote.

Mi mirada se fijo en dos pequeños pájaros revoloteando sobre un árbol. El sacerdote, sin dejar de hablar, sonreía y con su libro en mano nos hacía orar. Kendall, nervioso, apretó mi brazo para que prestara atención. La madre de Kendall, retó unas cuantas veces a la pequeña que detrás de nosotros jugaba con su vestido rosa.

-Kedall Francis Schmidt German, ¿acepta usted por esposa a ________ Lindermann? ¿Promete serle fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola hasta que la muerte los separe?

-Si, acepto.-dijo Kendall con una sonrisa en su rostro. Respiró profundo y me dedicó su dulce mirada. La nena se acercó con los anillos y los puso delante nuestro Kendall tomó el que me correspondía y lo colocó sobre mi dedo. Sonrió

Era mi turno.

-________ _______ Lindermann, ¿Acepta usted por esposo a Kendall Francis Schmidt? ¿Promete serle fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándolo y respetándolo hasta que la muerte los separe?

-Si, acepto.-dije tragando saliva con nerviosismo. Kendall se aferró más a mi brazo y coloqué el anillo sobre su dedo.

-Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre.-dijo en una elevada voz el hombre de tunica frente a nosotros.

Todo en el lugar era silencio. Los ruidos más fuertes eran de pájaros cantar y las hojas de los árboles moverse al compás del viento. Nadie se oponía, eso era bueno, para Kendall.

-Por el poder que me confiere Dios, los declaro, marido y mujer.

Por un momento el mundo se detuvo. Las agujas del reloj se quedaron estáticas sobre sus lugares. Nadie lo había impedido, estaba casada. Sola, en un mundo lleno de peligros para mí. Con un hombre que me hacía la vida imposible y que a pesar de que yo lo intentaba, no nos llevábamos bien.

-Puede besar a la novia.-concluyó el sacerdote.

Kendall, mi esposo, se acercó lentamente a mis labios y así nos fundimos en un tierno beso. Suaves, calidos y adictivos, la manera perfecta de describir sus labios. Gracias a Dios me sentía ya menos nerviosa.

Arroz volando sobre nosotros dos, pétalos de rosa brincando en el aire, Kendall riendo y mi corazón latiendo a mil por hora. Kathy y Kanet, se habían acercado muy atentamente a saludarnos, al igual que el resto de la familia de Kendall.
La poca gente que pude reconocer, eran los padres de Kendall, Kenia, Miranda, Halston, James, Carlos y su novia, a la cual no le recordaba el nombre, las tres chicas que me habían servido de compañía hoy y Jane, quien sonreía al ver a Kendall feliz.
-Vamos, ven aquí.-me dijo quitándome del tumulto de gente.- Quiero estar contigo.-añadió y tiró de brazo para entrar en la casa.
Estaba vacía, sin ruidos, todo lo que se escuchaba provenía de la fiesta, afuera.
-¿Estas bien?-preguntó tomándome de la cintura mientras se tiraba en el sillón.

-Claro que si.-me dejé caer junto con él.- ¿Tú?

-Muy bien.-sonrió.- ¿Has visto a Katie?

-No.-respondí con sinceridad.

-¿Es en serio?-me preguntó enarcando una ceja.

-Es en serio.-dije en tono burlón. Rió.

-Morena, de baja estatura, ojos Marrones.-la describió brevemente.

-Oh, la nena de vestido rosado.-pregunté. Asintió.- Es adorable.

-Lo se.-dijo sonriente.

-Que baboso eres con tu hermana.-reí.

-¿Me das un beso?-preguntó cambiando radicalmente el tema.

-No, gracias.-me puse de pie.

-Hey, quiero uno, de verdad.-dijo y se puso de pie al igual que yo.

-Vamos afuera, no es correcto que los novios desaparezcan.-comencé a caminar hacía afuera.

-Tampoco es correcto que me niegues un beso y sin embargo lo estas haciendo.-se quejó mientras me seguía.

Reí ante sus palabras y seguí con mi paso hasta abrir las puertas hacia el jardin y salí.

La noche comenzaba a caer sobre el lugar y con ella llegaban las estrellas, brillantes y solitarias sobre el cielo. La brisa otoñal daba un escalofrío al recorrer nuestros descubiertos brazos y fue por eso que decidimos entrar a la carpa preparada con las mesas y la cena.

-Nosotros vamos en aquella.-me dijo Kendall tomando mi mano para dirigirme hacía nuestra larga y decorada mesa.

-Hay tanta gente que no conozco.-admití al oido de Kendall

-Ya va a haber tiempo de presentártelos.-me sonrió.

Los meseros comenzaron a recorrer el enorme salón improvisado en el jardín de nuestra casa. Acomodaron cada plato al frente de cada uno de los invitados y con una amigable sonrisa se retiraron para ir a terminar su labor y luego servir el postre.

El lugar a mi lado, lo ocupó una mujer de avanzada edad y cabello grisáceo. Como me habían dicho, supe que era la abuela de Kendall. De unos ochenta y tantos años, la mujer seguía alegremente y muy feliz en la boda de su nieto.

-Te ves muy joven.-sonrió.- Pero para el amor no hay edad.-dijo la mujer que incomodaba a Kendall.- ¿Eres hija única?-me interrogó.

-Si.-sonreí.

-Oh, yo también era hija única.-sonrió y se metió un pedazo de carne a la boca.

-No la escuches.-me dijo Kendall al oido. Reí.- Esta medio perdida, ya luego comenzara a hablar cualquier cosa.

-Mi gato era marrón, pero luego se puso celeste, no tengo idea por qué.-dijo haciendo reír a la madre de Kendall. Comprendí de lo que mi esposo hablaba.

-Eso es una lastima, abuela.-le dijo Kendall.- Termina tu comida que luego debes bailar.

-Oh, eso es increíble.-dijo emocionada.- ¿Bailaremos la polka?-preguntó felizmente. Katie

-No seas maleducada Katie.-la regañó su padre.

-No ha sido su culpa.-la defendió Kendall.-

Katie le dedico una mirada cómplice y este sonrió.

-Es hermosa.-le dije a Kendall. Sonrió.

-Es una diablilla.-me confesó. Reí.

-Es cosa de niños.-dije.- Apuesto a que cuando eras pequeño, eras igual.

-Puede que si.-dijo.- Pero ahora soy grande y debo encargarme de que ella se comporte.

-No eres su padre.-comente.

-Lo se, pero es mi deber de hermano mayor.-dijo y me hizo reír.- ¿Crees que te entre el postre? De verdad fue una comida muy completa.-admitió acariciando su vientre.

-No lo se, no he terminado mi comida.-dije.

-Pero si tu plato esta vacío.-me dijo extrañado.

-Si, pero se lo ha comido tu abuela.

-No hablas de verdad, ¿o si?-preguntó abriendo sus ojos como luna llena.

-Claro que hablo de verdad, tenía más hambre que yo y le regalé mi comida.

-Vieja loca.-dijo por lo bajo. Reí.

Luego de comer el postre, sacarse fotos con los doscientos invitados de Kendall y bailar el tradicional baile de boda. La música comenzó a sonar por todo el lugar y al ritmo de esta, todos movían sus caderas y sacudían los palos luminosos de un lado al otro.

Sentada, en la hamaca debajo del árbol, miraba el agua de la piscina moverse por la sueva brisa nocturna.

-¿No se supone que debes bailar con mi hermano?-pregunto una suave voz saliendo de la música. Alcé la mirada y me encontré con una bella niñita.- Kendall debe estar buscándote.-me dijo.

-No creo.-admití.

-Hace unos minutos me pregunto por ti.-dijo su chillona voz.

-Oh, ¿en serio?-pregunté moviendo mis pies al ritmo del movimiento de la hamaca.

-Si, en serio. ¿Estas bien _____?-me preguntó y saltó un poco para sentarse a mi lado.

-Si Katie, gracias por preguntar.

Y por más que la niña era la persona más adorable que había pisado la tierra, no podía quererla. Ella era la razón por la que Kendall me estaba utilizando y aunque no era su culpa, estaba involucrada en eso. Katie no lo sabía pero era parte de mi terrible vida.
Era una nena de poca estatura, morena y de ojos claros. Sus rizos llegaban hasta un poco más debajo de sus hombros y su sonrisa era más que encantadora. Llevaba consigo un vestido rosado con pequeñas flores blancas dispersas por todos lados y un lazo blanco en su cabello, hecho moño al atarse detrás de su cabeza.

-¿No me quieres?-preguntó haciendo que me sobresaltara.

-¿Por qué preguntas eso?-dije extrañada. Alzó los hombros.

-Ninguna de las novias de Kendall me ha querido, nunca. No veo porque tú puedas ser la excepción.

-Yo si te quiero.-respondí culpable por mis pensamientos.- ¿Por qué no te han querido?

-Siempre juzgaron a Kendall por quererme a veces hasta mas que a ellas y eso las hizo enojarse y dejarlo.-torció la boca y miró el colgante luminoso que llevaba.- Kendall las a dejado por mi y creo que por eso no nos ha presentado antes de que se casaran, para que tú no lo dejaras.

-Wow, Katie, eres muy sabia para la edad que tienes.-dije sinceramente.

-No lo dejaras, ¿verdad?-preguntó con la mirada cristalizada.

-No voy a hacer eso.

Estoy obligada a vivir con él, de por vida.- pensé.

-Gracias.-sonrió con melancolía.

Tenía unos hermosos ojos para dejarla que derramara alguna lagrima. La atrajé a mi con uno de mis brazos y la estreché en mis brazos.

-No es tu culpa que esas chicas hayan sido así.-le dije. Me observó atentamente.- Ellas han sido unas tontas.-añadí y rió levemente.- Y tienes que valorar que Kendall ha sido el mejor hermano del mundo por no dejarte a ti y dejarlas a todas ellas.

-Tienes razón.-me sonrió.- Kendall es el mejor.

-Y no voy a dejar de quererte.-le dije. Sequé una pequeña lagrima que había caído y la volví a observar con detenimiento.- Pero si voy a decirte una cosa…-dije, se asustó algo.- cuando vuelva de Paris, quiero conocerte mejor. Creo que podemos llevarnos muy bien.-le sonreí.

-Eres lo máximo ______.-gritó y me abrazó muy fuerte.

-¡_______! Te busqué hasta en el baño.-dijo saliendo de la carpa.- ¿Qué hacen mis dos mujeres favoritas?-añadió y sentó al lado de Saffa.

-Hablábamos.-le dije a Kendall.

- ¿De que hablaban?-Dijo curioso.
-Cosas que tú no puedes saber.-lo señaló Katie con su pequeño y fino dedo. Sonreí.

Reímos un rato hasta que decidimos entrar para que la niña no se enfermaran. Kendall me tomaba de la mano mientras caminábamos hacía adentro y Katie corría gritando y cantando la canción a todo volumen que los demás bailaban.

-¿Te has llevado bien con Katie?-me gritó al oído. A causa de la música no se oía bien lo que Kendall hablaba.
-Si, muy bien. Es una niña muy buena.-le sonreí.
-Lo sabía. Aunque debo admitir que tenía miedo que no le cayeras o ella no te cayera a ti y en ese caso tendría que separarlas.-admitió rascándose la nuca.

-No vas a tener que hacerlo, me ha caído muy bien y supongo que yo a ella también.-sonreí. Me devolvió el gesto y me hizo dar una vuelta sobre mis talones.

-¿Bailas?-preguntó posando una de sus manos sobre mi cintura.- No hemos bailado juntos en toda la noche.-me susurró al oido.

-Claro que bailo contigo,Schmidt.-dije y sonreí sin que él lo notara.

Con una mano sobre mi cintura y la otra entrelazada con mi mano, Kendall comenzó a moverse al ritmo de la música, llevándome junto con él, a un clima de diversión. Sonreí, mi vida, después de todo, no era del todo mala. Tenía sus partes lindas, o por lo menos, estar con Kendall me parecía lindo. No cuando él se volvía violeto o me trataba mal, pero si cuando le gustaba divertirse, me tomaba de la cintura y me besaba.

Bailamos juntos alrededor de dos horas seguidas. Hacíamos pequeños descansos para tomar alguna que otra bebida y seguíamos entretenidos en el baile movido. Kendall, ya un poco contento por el alcohol, comenzó a murmurar barbaridades en mi oido y luego reía.

-Ya que se vayan todos.-dijo besando mi cuello.

-No seas grosero.-lo alejé un poco de mí.- Ya te dije, no vamos a echar a nadie de la fiesta.
-Ya se han divertido bastante, que nos dejen a nosotros tener nuestra buena noche de bodas.
-Cállate y baila Kendall.-dije intentando que se quitara de mi cuello.

-No me apartes nena.-se quejó apretándome más a él.

-¿No pueden esperar dos horas más?-preguntó una voz masculina. Kendall se separó de mí y lo miró fulminante.

-No jodas Carlos.-dijo enojado y me besó. Me aparté con sutilidad.- ¿Ves? Por tu culpa ya no quiere que la toque.-dijo Kendall.

-¿Ha tomado mucho?-preguntó el amigo de Kendall. Reí y asentí.- Ten cuidado con Kendall pasado de alcohol.-me advirtió.

-¿Por qué?-pregunté extrañada. La rubia al lado de Carlos, rió.

-Porque se pone algo, sexopata.-hizo un gesto raro y rió.

-Silencio Carlos.-le dijo Kendall.

-Silencio tú, borrachín.-le dijo Carlos. Kendall miró el suelo y se aferró a mi cintura.

-¡Quítate!-lo alejé. Hizo morros y me miró.- Ya, no seas pesado Schmidt.-le dije. Refunfuñó y Carlos rió.

-Los dejamos solos.-sonrió.- Veníamos a despedirnos y a desearles una buena luna de miel.-dijo.

-Oh, gracias.-le dije sonriente. La chica al lado de él, también sonrió.

-La vamos a pasar genial, vas a ver _____.-sonrió. Carlos rió al verlo tambalearse.- Follaremos duro.-añadió y mis mejillas enrojecieron. Los dos en frente nuestro, rieron con ganas.

-Adiós.-besó mi mejilla y palmeó la espalda de Kendall. La chica besó mi mejilla y solo le hizo un gesto con la mano a Kendall.

Seguimos bailando, pero esta vez, con amigos y amigas de Kendall. Eran personas amigables y muy divertidas. Pasamos un momento muy adorable junto a ellos. Kendall, aún bajo el efecto del alcohol, comenzaba a ponerse insoportable y en cualquier momento no iba a soportar más la situación y su hermosa cara quedaría contra la mesa de tartas en la esquina de la carpa.

Cuando el reloj marcó las cinco y media de la mañana, la gente comenzó a irse a sus casas. Los niños se pusieron adormilados y comenzaron a molestar a sus padres para irse a casa. Kendall, ahora tirado en un pequeño sillón, jugaba con un globo de gas que Katie había conseguido de Kanetle bajara de los adornos.

-Dámelo.-le dijo la nena.

-Es mío.

-No, mío.-le gritó Katie. Kanet intentó quitarle el globo a Kendall y Kendall pegó un gritó más agudo de lo que se podía esperar de un hombre con esa potencia de voz masculina que siempre cargaba.- No me lo saques, lo he pagado yo.-gritó enojado.

-Kendall, es de ella.-le dije tironeando de la cinta del globo.- Tienes más por allá, luego buscamos uno.

-Kendall, dale el globo a tu hermana, deben irse a casa.-le dije intentando ser paciente. Kathy comenzaba a creer que su hijo era un desquiciado mental.

-Bueno, Katie, mañana por la mañana te compramos uno en el centro comercial.

-¡No!-gritó. Lógico, era una nena de siete años.- ¡Que me lo de!

-Kendall, dale el globo.-le grité. Cerró los ojos.

-Me van a hacer llorar.-dijo Kendall. Reí, parecía un niño.

-No Kendall, no llores.-le dije suavemente.

Kanet llevare a Katie al auto y allí te esperamos.-dijo Kathy.- Hasta luego _____, que pasen una linda luna de miel.-me sonrió con cansancio.- Cuida de mi hijo, se que eres más apta para cuidarlo a él, que él para cuidarte a ti.-dijo divertida.- Katie, despídete de _____.

-Gracias Kathy.-le sonreí.

-Hasta luego _____.-dijo la pequeña y se abrazo a mi pierna. Acaricie se cabello.

-Hasta luego Katie. Espero que cuando volvamos, me deje traerme a Katie a casa para una noche de película.-le sonreí.

-Seria genial.-dijo la niña mientras Kanet peleaba por el globo con su hijo mayor.

-Ya, me rindo.-dijo Kanet.

-Keeenndalll, no voy a quererte más si no me lo das.-le dijo Katie. Kendall le dio el globo al instante.

-¿Por qué no dijiste es antes Katie?-dijo la madre de Kendalll mientras reía.

-Ya, gracias.-le dio un beso en la mejilla a Kendall.- Te sigo queriendo pero hueles terrible.-se tapo la nariz.

Luego de despedirnos de todos los que quedaban, Kendall se tiró en el sillón del living mientras los trabajadores de la casa comenzaban a limpiar afuera.

-Lucaz dijo que vendría a esta hora.

-¿Lucaz?-pregunté.

-El chofer, ______.-me dijo con los ojos cerrados.

-¿A dónde vamos?

-A un hotel, te deje bien claro que no pasaría la noche de bodas aquí.-me dijo y se puso de pie.- Ve a darte una ducha a tu habitación y luego baja tus maletas.-me ordenó.

-Okey.-comencé a subir la escalera con los tacones en la mano.- Por favor, procura que tu ducha sea bien fría así se te va el resto de la borrachera.

-Como digas.-comenzó a correr por las escaleras hasta llegar a su habitación.

Entre a la habitación y vi dos maletas rosadas sobre mi cama. Un bolso de mano y una muda de ropa sobre este. Sin darle importancia me deshice del molesto e incomodo vestido de novia y busqué dos toallas. Encendí la ducha y el agua comenzó a correr, dos segundos después, estaba debajo de la tibia lluvia artificial que relajaba mis músculos. Me enjaboné, coloqué shampoo y acondicionador en mi cabello y cuando estuve lista, salí.
Me coloqué la muda de ropa que estaba sobre la cama. Unos vaqueros desgastados y una camisa beige junto con unas botas. Me cepillé el cabello y lo sequé un poco con la toalla. Me coloqué perfume y lo volví a meter al bolso.

-¿Estas lista?-preguntó una voz tras la puerta.- Lucaz está abajo y no viene de muy buen humor.-me aviso. Reí.

-Ya estoy. ¿Puedes ayudarme con las maletas? Por favor.

-Si.-entró a la habitación y las tomó con sus dos manos.- Woow, han colocado toda tu ropa aquí adentro.-se quejó.- Pesa mas de seis kilos cada una.-dijo con exageración en sus palabras. Reí.

-Vamos, bajemos.-dije tomando mi bolso junto con el abrigo.

Bajamos las escaleras juntos, Kendall un poco más atrás y más despacio debido al peso de las maletas. Llegamos a la puerta y dejó las maletas allí. Me agarró el aire fresco de afuera y di un respingo antes de colocarme el abrigo. Kendall rió.

-Vas a enfermarte.-me acomodó el abrigo sobre el pecho.- Tienes el cabello mojado.-añadió y besó la punta de mi nariz.

-Gracias.-le sonreí.

Lucaz, con cara de pocos amigos, tomó mis maletas y las subió a la parte trasera del automóvil. Luego la de Kendall y luego, ambos nos subimos a los asientos de atrás del automóvil.

-¿Tienes sueño?-preguntó cuando pose mi cabeza sobre su hombro.

-Si, algo.-le dije. Besó mi aún mojado cabello.

-Ya cuando lleguemos puedes dormir.-me dijo.- Estamos registrados desde hace dos días, así que la habitación ya esta apartada para cuando lleguemos.

-Genial porque no estoy de ganas como para esperar.-dije cansada y cerré los ojos.

Sentía como el vehiculo se movía por la calle. Se detuvo dos o tres veces en semáforos y luego retomaba el camino. En un momento, se detuvo por completo y se abrió la puerta del copiloto. Supuse, habíamos llegado al hotel.

-¿Qué traen aquí?-preguntó Lucaz bajando una de mis maletas.

-Un perro.-le respondió Kendall graciosamente y Lucaz lo miró fulminante.- Cálmate amigo, vas a morir de estrés.-le dijo. Reí.

-Ya, más te vale que a fin de mes, me des una buena paga.-dijo enojado.

-Como digas Lucaz.-le sonrió Kendall.- Ayúdanos con las maletas.-casi le ordenó. El interpelado gruñó y tomó mis dos maletas.

-¿Llevo algo?-pregunté. Kendall negó con la cabeza y tomó mi mano junto con su única y liviana maleta.

Entramos al hermoso hotel. De seguro una habitación para dos, costaba una fortuna. Kendall se acomodó en el extenso escritorio de recepción y observó a la chica que consumía un café. Mientras, Lucaz le pedía al “botones” que cargara las maletas.

-Habitación 467, tercer piso.-dijo la chica y nos dio el pase para la habitación.- Gracias por registrarse en nuestro hotel, espero les guste y disfruten de su estadía aquí.-sonrió.

-Gracias.-le dijo Kendall y volteó a verme.

-Kendall, ya me voy. A las 15:30 estoy aquí para llevarlos al aeropuerto.-nos avisó. Kendall asintió.

-Gracias Lucaz, que descanses la media hora que queda de noche.-carcajeó.

-No te diré lo mismo.-sonrió y salió por las puertas de cristal del lugar.

-¿Vamos?-me dijo tomando mi mano de nuevo. Le sonreí.

Kendall le entregó su maleta al “botones” y subimos por el ascensor hasta el tercer piso. Bajamos de allí y comenzamos a buscar la habitación hasta que vimos el “467” tallado en la fina madera de la puerta.

-Hasta aquí los acompaño.-dijo el hombre y dejó las maletas a la entrada de la lujosa habitación. Kendall le dio una propina y el hombre se retiro.

-Al fin.-dijo y cerró la puerta.

-Si, al fin.-dije.

Había estado toda la noche demasiado entretenida como para pensar en lo que venía después. Kendall, sus deseos sexuales, solos en un hotel, una sola cama, la noche de bodas, ¡Estaba muerta!

La habitación tenía una pequeña recepción antes de la cama. Poseía un pequeño living con un enorme televisor pantalla plana y unos sillones de cuero negro. La cama, era extensa, parecía para cuatro personas y estaba cubierta por una colcha negra con dibujos en blanco.
Kendall colocó su maleta sobre un baúl de madera y la abrió. Comenzó a revolver con impaciencia y luego sacó unos pantalones a cuadros para dormir y una remera negra de escote en V.

-¿Vas a utilizar el baño o puedo entrar?-preguntó. Me senté en el sillón.

-No, no voy a usarlo por ahora. Puedes entrar.-le dije. Me sonrió y fue hasta el apartado de la habitación.

-¡_______, ven a ver esto!-gritó desde el baño. Reí, parecía un niño.

-¿Qué hay?-pregunté y luego entré al cuarto de baño. Mi pregunta ya tenia respuesta.

Era un baño enorme y en el centro había un jacuzzi. Este estaba completamente lleno de agua y habían pétalos rosados, blancos y rojos flotando en el agua. Estaba más que claro, era habitación para recién casados.

-Genial.-le sonreí.- ¿Vas a meterte allí?

-A ti voy a meterte allí.-respondió tocando el agua del jacuzzi. Abrí mis ojos con impresión.- Vamos, entremos.-sonrió y me miró.- Hey, tranquila, no muerdo. Sabes que no te haré daño.-rió y dejó su ropa sobre un pequeño banquito.

-No quiero Kendall, tengo frío y estoy cansada.

-No me salgas con excusas.-dijo cruzándose de brazos.

-No son excusas, te dije que tengo sueño.-salí del baño y volví a sentarme en el sillón.

-Tú te lo pierdes.-me gritó desde el baño.- Pero espérame en la cama y por favor, facilítame el trabajo.-gritó con más fuerza.

-Imbécil.-murmuré por lo bajo.

Abrí mi bolso y observé lo que llevaba allí. Un peine, un cepillo, una pasta dental, un cepillo de dientes, cremas, maquillaje nuevo y un pequeño perfume.
Dejé el bolso sobre la cama y busqué en mi maleta mi pijama con pequeños lunares rosas. Me lo coloqué y até mi cabello en una coleta bien alta. Vi a Kendall salir del baño con su pijama puesto.

-Ese jacuzzi es genial.-dijo revolviendo su húmedo cabello.

-¿Ah si?-pregunté nerviosa y terminé de limar mis uñas.

-Si, es de lo mejor.-dijo sonriente.- Ya esta saliendo el sol.-dijo al ver como Nueva York comenzaba a ser iluminada por el radiante sol.

-Woow, no estoy tan muerta de sueño como para ser las 6:13 am.-dije mirando el reloj de la pared.

-¿A dormir?-preguntó abriendo un lado de la cama. Lo miré atenta.- ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?-preguntó frotándose la mano contra la nariz.

-No. Tienes algo mal en la cabeza.-le dije.- Ni pienses que dormirás conmigo.

-¿Qué crees? ¿Qué te dejare esta enorme cama a ti sola?-carcajeó.- Ni lo sueñe señora Schmidt.-dijo y se metió entre las sábanas.- Ven, te dije que de hoy no pasabas.-me dijo sensualmente.

-Cállate.-le ordené.

-_______, ¿no crees que te he esperado demasiado ya?-preguntó acomodándose de costado para verme. Guardé la lima en el pequeño porta cosméticos y lo miré.

-Okey.-le dije.- Voy al baño y regreso.-le avisé. Sonrió.

-No te tardes.

-No lo haré.-me puse de pie y en unos segundos entré al baño.

Me miré fijamente al espejo. No podía ser tan cobarde, tenía que enfrentarme a lo que, obviamente, algún día pasaría. Respiré profundo. No tenía nada que hacer en el baño o tal vez si, tiempo, tenía que hacer tiempo para que a Kendall se le pasaran las ganas. ¿Podía suceder? No, nunca.

Me senté en el pequeño banco blanco y miré el techo del cuarto de baño. Podía hacerlo, no podría ser tan difícil, simplemente, tenía que seguirle el ritmo a Kendall y problema solucionado. Tal vez, de esta manera, Kendall podría comenzar a sentir lo que yo había descubierto que sentía por él. Podía enamorarlo, pero, a no hacerse ilusiones que terminan desgarrando el corazón.

Tomé valor y apagué la luz, acto seguido, abrí la puerta y salí del baño. Sonreí, me había salvado de perder mi virginidad. Estaba feliz.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora