Capitulo 7:

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-Solamente tienes que atender el teléfono y separarme estas carpetas en “Entregados y pendientes”. ¿Entendido?-me explicaba mientras me pasaba las carpetas.- Las que tienen el sello rojo son los entregados y los que no lo tienen son los pendientes.- me observó.- ¿Me estas escuchando?
-Si, Kendall. -respondí como si fuera su empleada.- ¿Nada más?
-Si, solo pásame los llamados de estas dos personas.-me pasó un papel.- Anota.- me dio lapicera.- Michael Coleman y Logan Henderson. Para las demás personas que llamen, yo estoy en una importante reunión. ¿De acuerdo?- caminó hasta la puerta.- ¿Crees que podrás?
-Si, Kendall.-dije obvia.- Ya vete y déjame en paz.
Cerró la puerta de “mi oficina”. Comencé separando las carpetas en “entregados y pendientes”, no hubo ningún llamado hasta las 10:00 am pero ya luego el teléfono no paraba de sonar. Era un llamado tras otro y luego otro. No creí que ser la secretaria de Kendall Schmidt sería tan agotador.
-Oficina de Kendall Schmidt ¿En que puedo ayudarle?
-Que sensual suena cuando tú lo dices.-dijo su voz tras el teléfono.
-No juegues, hay como seis personas esperando que atienda.
-¿Más importantes que tu futuro esposo?-contestó con seriedad.
-Kendall tu mismo sabes que no nos casamos por amor así que no me vengas con tonterías.
-_____ te advierto que soy muy celoso.-su voz aun sonaba seria, eso me preocupaba.
-Bueno, como digas.-le dije fríamente.
-Ya nos vamos. Para eso llamaba. No atiendas a la gente que esta en llamada de espera. Solo ven hasta mi oficina.-finalizó la llamada.
Tomé mi bolso y salí de la oficina. Varios hombres que trabajaban ahí me dedicaron miradas. Eso me puso nerviosa pero no podía acelerar el paso porque quedaría como una nena huyendo. Solo intenté ignorarlos, es que no estoy acostumbrada a esto, mi cuerpo nunca llamó la atención de ningún hombre.
Entre a la oficina de Kendall.
-¿Estas bien?-preguntó al oír un suspiro de mi parte.
-Si.-dije intentando fingir que sus empleados no me habían pasado la mirada por todo el cuerpo. Como el había dicho antes, era celoso.
-No parece.-miró la pantalla de su computadora. Me senté en un sillón.
-¿Te falta mucho?-pregunté con impaciencia. Ya quería irme a casa.
-Si.-respondió secamente.
-¿Entonces para que me llamas?-dije de mal modo.
-Estoy molestándote. Ni una broma se te puede hacer.-dijo levantándose de la silla para que nos fuéramos. Preferí no responder tenía pensado unos cuantos insultos no aptos.
Ambos salimos de la oficina tomados de la mano. Los hombres que anteriormente me miraban ahora solo agachaban la mirada. Era más que obvio que si su jefe se enteraba de que ellos me habían estado observando, quedarían varias personas desempleadas. Tener un futuro esposo con éxito, esta genial. Eso es la única ventaja de estar por casarme con Kendall.
Subimos al auto y Kendall arrancó. Manejaba a una velocidad considerable, ni rápido, ni despacio, normal.
-Por acá no es la casa.-dijo mirando por la ventanilla.
-Lo se.-respondió fríamente.
-¿Entonces?-insistí.- ¿A dónde vamos?
-A almorzar.
-No.-dije en tono de reproché.- No quiero almorzar a solas contigo.
-Acostúmbrate.-dijo secamente mientras estacionaba.
-No quiero acostumbrarme.- nos bajamos del auto.- Es que de verdad no hagas todo esto.-agregué mientras caminábamos.- En serio no tienes porque llevarme a pasear o a tu trabajo, me casaré contigo, y aun que no quiero debo hacerlo. Entiende no me gusta que hagas esto.- parecía que hablaba sola porque el ni me miraba.- Kendall.-dije insistente.- ¿Puedes responderme?- me quedé parada en la puerta del lugar. El siguió caminando hasta notar que yo no iba tras el. Volteó a verme.
-¿Qué haces ahí?
-No quiero entrar.- comencé a caminar alejándome del lugar.
-Ven aquí.-corrió tras mi y me tomó del brazo.- ¿A dónde crees que vas?-preguntó con enojo en sus palabras.
-No quiero almorzar contigo.-articulé bien las palabras.
-¿Por qué?-preguntó intentando serenarse.
-Pues, porque no. Y porque ni me escuchas cuando te hablo. ¿Qué sentido tiene?-dije enojada con el.
-Si te estaba escuchando.-respondió.
-Si, pero no me respondías.
-Te traigo a almorzar conmigo porque quiero que hablemos, tranquilos en paz, sin empleadas que escuchen y vean todo lo que pasa. ¿Entiendes eso?- asentí. Su tono era macabro.
Me tomó de la mano y sin dejarme decir una sola palabra nos metimos al restaurante.
Al entrar nos dieron una mesa para dos. Kendall pidió por ambos, si por mi fuera, ni hubiera pedido.
-¿De que querías hablar?-dije revolviendo la comida sin ganas de probarla.
-De la boda.-dijo probando su comida.
-Ah.-respondí sin ganas.- Puedes organizar todo tu, no tengo ningun problema.- me observó entre cerrando los ojos.
-Yo no elegiré ningún vestido.- dijo aun con su mirada sobre mi rostro.- ¿Qué es lo que te molesta tanto?
-Tu.
-¿Por qué?- dijo frunciendo el seño.
-Porque de repente apareces en mi vida diciendo que nos casaremos y que yo no puedo resistirme a eso y que si o si será así. ¿Crees que eso es lindo?-lo miré.- No, no lo es.- agregué.- Y todavía no entiendo que es el asunto de “trabajo”-hice comillas con mis dedos.- para que me obligues a casarme contigo. –seguí revolviendo mi comida con desgano.
-Mira, no es trabajo.-se sirvió vino.- No te obligo a casarte conmigo por eso. ¿Quieres saber porque es?
-Sinceramente, no me importa.-dije de mala gana.- De todas maneras nos vamos a casar, sepa o no el porque.
-Bueno, si no quieres no te explico nada.- siguió con su almuerzo.- ¿Yo pago tu comida para que solo la revuelvas?
-No lo se, yo te dije que no quería comer.- mis palabras demostraban todos mis sentimientos. Tristeza y melancolía. Tenía ganas de salir corriendo de ahí, tomarme un avión hasta China y no ver a este imbécil nunca más en mi vida.
-¿Puedes escucharme?-preguntó sin siquiera mirarme.
-¿Qué me dirás? La boda será en el jardín de la casa, adornaremos como a mi madre le guste e invitaremos a todos mis familiares y amigos.- imité una voz estúpida.- ¿Eso es?
-Primero, yo no hablo así.- me miró.- Segundo, no iba a decirte eso. Pero me has dejado una duda. ¿Hay alguien que quieras invitar?
-No. No quiero que la gente sepa que me caso con un loco psicópata que me compró en una subasta y ahora me quiere como su esposa para violarme.
-Ya basta.-dijo con frialdad en sus palabras.- Deja de hablar de ese modo.- estaba totalmente enojado.- No quiero escucharte decir tonterías.
Luego de el hermoso almuerzo con mi futuro esposo.- sarcasmo hasta en mis pensamientos.
Salimos del lugar para ir hasta la casa.
Al llegar corrí hasta mi habitación. Kendall se quedó lejos, por suerte, ya no lo tenía cerca y ese era un buen momento para calmar mis nervios.
Me encerré en el baño y comencé a llorar mientras me sentaba en el suelo. Odiaba el hecho de no tener familia y tener que casarme con este imbécil.
Arrojé un cepillo de cabello hacía el espejo, partiendo a este en pedazos. Una idea para desahogarme llegó a mi cabeza. Tomé el pedazo de espejo y sin pensarlo dos veces me corté en la muñeca. La sangre no tardó en salir y así caer al piso manchando la blanca cerámica. Un grito de dolor se escapó de mi boca. A los segundo sentí un golpe en la puerta.
-¿Se encuentra bien señorita?-preguntó una de las chicas de limpieza desde mi habitación.
-Si.-dije no muy convencida. Mi voz sonaba adolorida Sentí los pasos apresurados de la joven saliendo de mi habitación.
-Ábreme la puerta en este mismo momento.-gritó Kendall a los minutos de haberse ido la mujer. No respondí.- Abre.-me ordenó.- ______quiero que abras esta puerta porque si no la tiro abajo.-gritó con furia.
-No voy a abrir.- sentí que mi cuerpo se debilitaba y caí al suelo. Apoyé mi espalda sobre la pared.
-Aléjate de la puerta.-gritó antes de darle un tremendo golpe, esta solo se partió un poco, pero al segundo golpe se quebró dejando paso a Kendall en el cuarto de baño.- ¿Estas loca?-gritó corriendo a donde yo me encontraba.- ¿Qué hiciste?-miró el espejo y luego mi mano.
Se revolvió el cabello con nerviosismo y tomó la toalla para envolverla en mi muñeca y así cortar la sangre.
-No puede ser que llegues a esto.-dijo furioso sentándose a mi lado.- ¿Por qué lo haces?
-¿Crees que merece la pena vivir así?-dije en un hilo de voz. Me aferró a su cuerpo.
-No digas eso.- sentí como sus fuertes brazos me rodeaban.- Perdona todo lo que pasó hoy en el almuerzo.-acarició mi cabello.- No se porque hablo de tan mala gana, me sale solo. No me gusta hacer daño a la gente y menos me gusta si tu te haces daño.-agregó.
Deje mis lagrimas caer nuevamente, cerré los ojos con fuerza y respiré agitadamente

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora