Luego de pasar una semana y media de diversión con Kendall, James y las chicas, tuvimos que volver porque Kendall debía trabajar y su padre necesitaba de su ayuda mientras viajaba al otro lado del mundo.
Nos encontrábamos en el avión, Kendall estaba viendo una película mientras por momentos cerraba sus ojos y los abría de golpe. Yo, por mi parte, estaba a su lado, leyendo una revista sobre chismes de famosos, nada interesante.
Kendall estiró una pierna y me pateó haciendo que me sobresaltara y la revista cayera al suelo, maldije por lo bajo y me agaché a tomar la revista.
-¿No tienes sueño?-preguntó bostezando. Negué con la cabeza y tomé de mi jugo de manzana.- ¿Ni un poco?-preguntó apagando el pequeño televisor frente a nosotros.
-Anoche pude dormir como Dios manda.-dije sonriendo y volví a tomar del jugo.- ¿Tú no?
-Convengamos que dormir en ese sillón nunca fue lo más cómodo.-se quejó mientras se acomodaba sobre el asiento.- Convídame.-dijo estirando su mano.
-No, búscate el tuyo.-le dije sacando el vaso de su alcance.
-¡Que mala persona!-dijo de mala gana.- Quiero jugo.-se quejó. Le di el vaso y me sonrió antes de tomarlo.- Retiro lo dicho.-me dijo y tomó del vaso, dejándolo completamente vació. Me lo devolvió.
-Hey Schmidt.-dije mirando que el contenido del vaso, ya no estaba.- Ahora me buscas uno.
-No queda nada para aterrizar.-dijo acomodándose mientras me daba la espalda.
-Quiero un jugo.-dije insistente.
-Pídele a Lucy.-me dijo.
-A bien, ahora le dices Lucy.-dije más que molesta. Volteó y me miró.
-¿Celosa?
-¿Qué crees?
-Pensé que no te gustaba ni un poquito.-me dijo sonriente.- ¿Ves? Te dije que nadie se resiste a mi, soy una bomba sexual.-sonrió.
-Que este celosa no significa que me gustes tú.-dije arqueando una ceja.- Aparte, cuido lo que es mío y tú serás mi esposo y no dejare que me engañes.-me crucé de brazos.
-¿Y también soy tuyo?
-Basta Kendall.-dije enojada.
Si bien nos llevábamos mejor, las peleas eran muy comunes día a día. Podíamos pasar momentos muy lindos juntos, mientras que cuando uno miraba a otra persona, el otro ya se fastidiaba y se iba todo por la borda. Kendall, quien siempre quería tener la razón, me hacía casi vendarme los ojos cuando íbamos a la playa, y yo, que según él, siempre quería tener la razón, no podía decirle que dejara de mirar a las chicas, porque comenzaba con sus juegos de preguntas sobre mis celos hacia sus actos.
-Kendall, vamos a aterrizar.-dijo la castaña cuando se colocó frente a él.- Le sugiero que se ponga el cinturón de seguridad.- esa era Lucy, la de pelo negro que de seguro traía loco a Kendall. Eso me ponía de los pelos.
-Claro y que a mi me parta un rayo.-dije enojada. Kendall rió.
-Oh, a usted también.-sonrió. Falsa, estúpida, cabeza hueca.
-Si, si, comprendimos, puedes retirarte y dejar de tirarte a mi novio.-dije mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Kendall volvió a reír y Lucy se retiró con cara de perro.
-Eso fue descortés.-me dijo.
-Lo descortés me lo paso por ya sabes donde.-le dije de mala gana. Rió.- Oh, ¿estas risueño Schmidt?
-Ya, cálmate.-dijo entre risas.- Me gustó tu forma de marcar territorio.
-Bueno.-le dije sin siquiera mirarlo.- Abróchate eso, no vaya a ser que Lucy tenga que volver a recordártelo.-miré hacia el frente.
-Tú y tus celos.
-Tú y tus estúpidos encantos que, en realidad, no se que te ven.
-Lo que tú misma ves, pero no quieres admitir.
-Ya, como digas Kendall.
-Me gustaba más cuando me decías Schmidt.-dijo haciendo puchero.
-A mi me gustaba más cuando no eras tan fastidioso.
-Okay, voy a callarme porque ya veo que te enfadaste de nuevo y me vas a montar otro numerito por la azafata.
-Yo no te monto ningún numerito.-dije enojada.- Tú te le tiras a cualquier zorra.
-Bueno, ya, de verdad, dejémoslo aquí.
-Muérete.
-¡Ya, cállate _______, me sacas de quicio!-gritó haciendo que yo abriera mis ojos a todo lo que daba. Imbécil.
Me quedé callada. El avión privado de Kendall descendió hasta tocar tierra. Una vez ahí, Kendall se desabrochó el cinturón y yo hice lo mismo. Tomando mi bolso me le adelante a Kendall y baje las escaleras con rapidez para tomar mis tres maletas, que llevaría, no se cómo.
-¿Puedes?
-Si, puedo. No necesito tu ayuda.-le dije enojada.
Kendall asintió y tomó su única maleta, la cual comenzó a rodar con facilidad. Yo con tres maletas y más pesadas que un elefante. Tomé una y acomodé mi bolso bien sobre mi hombro, tomé otra e intenté tomar la otra pero dio una vuelta y calló sobre el pavimento. Refunfuñé y miré hacía adelante, donde estaba Kendall caminando mientras su maleta rodaba tras él.
-Estúpida maleta.-le pegué una patada. La acomodé y me senté sobre ella.
Dos minutos después Kendall estaba al lado mío y me estaba mirando como si yo fuera un bicho raro.
-¿Qué tanto ves?-le dije enojada. Rió.
-¿Sigues pensando que no necesitas mi ayuda?-preguntó arqueando una ceja. Bajé la mirada.- Vamos, levántate de ahí y dame eso.-dijo dándome la mano para que me pusiera de pie.- Tú lleva la mía y una de las tuyas, la mía esta más liviana.-me aconsejó.- Yo llevaré las dos restantes.-me explicó. Asentí.- _______, un favor.
-¿Qué?
-Cambia esa cara.-me dijo. Me di la media vuelta y tomé una de sus maletas junto con la mía. Kendall comenzó a caminar delante mío y pronto me puse a la par de él. ¿Qué rayos llevas aquí?-preguntó. Reí.
-Tú culpa.-le dije.- Me compraste más ropa de lo que usualmente uso.-reí. Negó con la cabeza sabiendo que una mujer no tiene remedio frente a las tiendas de ropa.
-Recuérdame no volver a sacarte de compras.
-No te aseguro nada.-le dije cuando salíamos del aeropuerto.
-¿Por qué nos llevamos tan mal si de verdad podemos llevarnos muy bien?-preguntó.
-¡No se!-exclamé levantando los hombros. Me sonrió.
Pronto el chofer de Kendall se situaba frente al aeropuerto y nos ayudó con las maletas. Nos montamos en el automóvil y en menos de diez minutos estábamos en la casa de Kendall. Baje antes que él y recogí su maleta y una de las mías, como antes habíamos hecho. Él, pobre, tuvo que recoger las dos maletas mías y así subir las escaleras.
-Llévala a mi habitación, por favor.-me dijo. Asentí y dejé la mía en el pasillo para luego buscarla. Entré en su habitación, perfectamente arreglada y deje su maleta frente a su cama.
-Listo.-dije al salir y vi que él venía desde mi habitación.
-Gracias. No se cuantos días tardaras para ordenar toda esa ropa.-rió.- ¿Crees que necesitaras otro armario?-reí y le di un leve golpe en el hombro.
-Cierra la boca, útil para nada.-reí.
-¿Mi boca? ¿Inútil?-dijo y rió.- No sabes lo que se hacer con mi boca, cariño.-sonrió con picardía y me tomó de la cintura.
-Bueno, bueno.-dije apartándolo de mí.- Te aseguro que prefiero no saberlo.
-Por ahora, ¿verdad?
-Por ahora…-dije y me sonrió.- y por siempre.
-Hey…-reprochó.- Podemos almorzar y luego pasar por la casa de Carlos. ¿Qué dices?
-Que prefiero dormir una larga siesta.-le dije y me solté de su agarré.- Ve con él, yo me quedaré aquí.
-Aguafiestas.-me dijo. Di media vuelta y tomé mi maleta.- Vamos, te prometo que la pasaremos bien.
-Mañana Kendall.-le dije caminando hacía mi habitación.- Hoy estoy cansada.-añadí.
-Okay, de todas maneras, te cuento que no podrás dormir en tu habitación, por lo menos, por hoy.-me dijo. No comprendí.
-¿Por qué?
-Ya lo veras nena.-me sonrió.- Luego baja a almorzar.
-Okay.-dije viendo como él bajaba por la escalera.
Empujé la puerta de mi habitación para entrar y vi mis dos maletas al medio de la habitación, todo cubierto por un plástico transparente y los muebles no estaban. Estaban pintando la habitación. Di un golpe sobre la madera del suelo y pegué un grito. Acababa de comprender a que se refería Kendall.
-Ven aquí.-le grité desde arriba.
-Baja tú.-me gritó.- Estoy ocupado.
-¿Haciendo que?-volví a gritar.
-Baja y veras, no voy a seguir gritando.-me gritó por última vez.
-Ven aquí Kendall.-insistí.- De verdad.-grité otra vez.- Kendall es en serio.-dejé la maleta fuera de la habitación y corrí escaleras abajo.
Kendall, sobre el sillón, mirando cartas y boletas, me sonrió y siguió con lo suyo.
-Voy a matarte.-dije enojada.- ¿Por qué no podían pintar cuando estábamos en México?
-Porque no.-me dijo.
-Fue idea tuya.
-No.-me dijo.- Vamos a vender la casa y debe estar en condiciones para los dueños.-me comentó.
-¿Y donde se supone que voy a dormir?-pregunté.
-Donde tú quieras.-me dijo.
-Oh, vamos Kendall.-dije cruzándome de brazos.- Vas a tener que dormir en ese sillón y dejarme tu cama.
-Ni lo pienses.-me dijo anotando algo sobre uno de los sobres.- He dormido durante dos semanas el un incomodo sillón, ahora en mi casa, voy a dormir en mi cama.-dijo. Resoplé haciéndolo reír.
-¿Dónde voy a dormir?-insistí.
-Conmigo.-dijo.- Es la única opción que tienes.-me comentó.- A menos que quieras dormir a oscuras, en este sillón.-añadió
-¡La comida ya esta en la mesa!-dijo una dulce voz. Volteé a ver a una de las chicas de limpieza.
-Vas a ver Kendall, esto no se queda así.
-Como digas nena.-me sonrió y se levantó para almorzar.
Se sentó en la silla junto a la mesa y me dedicó una mirada. Me crucé de brazos mientras me sentaba sobre el sillón.
-Te pierdes las hamburguesas.-me dijo probando de la comida.
-Oh, que mal.-le dije de mala gana. Rió.
-Vamos, ven aquí.
-¿Vas a dejarme dormir en tu cama?
-Claro, cariño.-dijo. Creí haber ganado.
Me puse de pie y caminé hasta la mesa. Me senté a su lado y lo vi estirar la mano para pasarme el plato de las hamburguesas. Tomé una y la coloqué sobre mi plato. Comencé a comer junto con él.
-Ya comenzaba a extrañar mi casa.-dijo prendiendo el televisor.- ¿Y tú?
-Esta no es mi casa.-le dije mientras tomaba jugo de uva.
-Claro que es tu casa.-me dijo.- ¿Qué crees?
-Es tu casa y me has traído a vivir aquí.-le dije. Negó con la cabeza.
-Cuando nos vayamos de aquí, la otra casa, también será tuya.
-Mmm…. Puede ser.-le dije. Me sonrió.
-De ahora en más, todo lo mío, es tuyo.-me dijo. Le sonreí, eso podía ser algo bueno, muy, muy bueno.
-¿Todo?
-Hey, no abuses.-me dijo. Reí.
-¿Y bien?-pregunté dando una mordida a la hamburguesa.- ¿Qué haremos hoy?
-Te propuse visitar a Carlos, pero tú, no quieres. Así que, he tenido otra idea.
-Dime.-lo incité a hablar.
-Bueno…. Estaba pensando, que tal vez, si tu quieres, pero solo si tú quieres…-interrumpí.
-Tal vez querré, si me dices.-le dije divertida.
-Okay, decía de ir a ver algunas cosas para la boda.
-Ah, prefiero dormir toda la tarde.-dije desganada. Suspiró.
-Eres testaruda.-dijo negando con la cabeza.- ¿Por favor?
-No, gracias.-le dije.
-Okay, entonces estaré todo el día en la empresa.-me dijo. La noticia en televisión, interrumpió la conversación.
-¿Schmidt?-pregunté arqueando una ceja.- Ese es tu apellido.
-Oh, no me digas.-dijo fastidiado y subió el volumen.
-Mira Kendall, tu padre.-señalé la pantalla.
-Cállate y déjame escuchar la noticia.-gritó haciéndome asustar. Baje la cabeza y seguí almorzando.- Por favor.-agregó. No le di importancia.
La familia Schmidt, junto con los Malone, han hecho un contrato dando a entender que estas dos famosas empresas van a trabajar en conjunto. Siempre se ha notado la diferencia de estas dos empresas, a comparación de las demás. Cuando, Kendall Francis Schmidt el hijo mayor de Kanet Schmidt, tome el poder de esta empresa de doble potencia, va a pasar a ser una empresa de cuarta generación. De todas maneras, no se han tenido noticias sobre este chico, durante ya, varios meses en los que se rumorea, ha estado de viaje.
-Ya.-dije dejando el vaso detrás de mi plato.- ¿Puedo irme arriba?
-Claro, si quieres ir a oler la pintura, ve.-me dijo a la vez que reía.
-¿Por qué no te pegas un tiro?-pregunté enojada. Dos de las mujeres de limpieza se detuvieron a escuchar. Odiosa hora de actuar.- Eso le dijo Mike a Madi.-le dije cambiando de tema. Kendall comprendió y rió.
-Lo se.-me dijo y se levantó de la silla al igual que yo.- ¿Vas a dormir conmigo?-preguntó. Cuchicheos en la cocina y pasos apresurados. Reí.- Hablaba en serio.-me dijo.
-No, gracias.
-Oh, bueno.-caminó hasta las escaleras.- Entonces puedes dormir en el sillón.-dijo subiendo las escaleras.
-Hey Kendall…-lo seguí.- ¿No que te ibas a la empresa?-pregunté.
-No, es que estoy algo cansado.-dijo risueño. Fruncí el ceño.
Lo seguí hasta que entro en la habitación y me cerró la puerta. La abrí y entré detrás de él.
-¿Vas a seguirme todo el día?-preguntó desprendiendo su campera.
-Tengo sueño.
-Bueno.-dijo ya cuando se quitaba la remera.- Puedes ir metiéndote en la cama, yo voy al baño y vuelvo.-me sonrió y se metió al baño.
-Imbécil.-murmuré.- ¿Puedo usar una de tus remeras?-le grité desde afuera del baño.
-Claro, mientras luego me la devuelvas.-accedió.
-Bien.-susurré antes de abrir su armario.
Estaba lleno de ropa, a pesar de que tenía bastante ropa dentro de su maleta. Busqué con la mirada el sector de remeras pero no encontré casi nada, solo una roja, otra celeste y por último, la que llamó mi atención, una azul con letras negras. Me quité toda mi ropa, a excepción de la ropa interior, y me coloqué la remera que me llegaba hasta más debajo de los muslos. Vi a Kendall salir del baño y me sonrió mientras analizaba mis piernas.
-¿No tienes frío?-preguntó abriendo la cama.
-No.-respondí.- ¿En serio debo dormir contigo?-le pregunté.
-No, tonta.-besó mi mejilla.- Te dije que tenia que ir a la empresa.-rió y ahora besó mis labios. Acomodé mis brazos sobre sus hombros y los uní detrás de su nuca mientras acariciaba su suave cabello.- Vuelvo a la noche.-me dijo cuando nos separamos. Retiré mis brazos de su cuerpo y él hizo lo mismo.- Compórtate.
-Lo se. No soy como tú.-le dije. Rió.
-Hey… más tarde te llamo para que te levantes porque si no, esta noche no dormirás nada.-dijo. Asentí. Besó mis labios una vez más y nos separamos por completo.
Kendall comenzó a cambiarse de ropa, delante mío, no me importó en lo más mínimo. Me metí en la cama y encendí el televisor. Minutos después Kendall entró al baño y sentí como se colocaba desodorante y se cepillaba los dientes. Luego se sentó a mi lado y tecleó algo en su celular.
-Vuelvo en unas horas.-me avisó.- Si necesitas algo, solo marca mi número y me llamas.-besó mi mejilla.- Hasta luego.
-Adiós Kendall, que te vaya bien.-le sonreí. Se puso de pie y caminó hasta la puerta.- Más te vale que no mires chicas.-le advertí. Rió y negó con la cabeza.
Finalmente salió por la puerta y la dejó cerrada. Me aliviaba saber que no iba a dormir conmigo, eso me había aterrado. Me metí mas entre las sabanas y apagué el televisor. Estaba cansada y me había levantado a las cinco de la mañana, para viajar.
Me gustaba saber que nos llevábamos mejor que antes. Me gustaba el hecho de que me dejara dormir en su cama, que ya no me acosara tanto. Pero había algo que me traía más que loca, su sonrisa. Si a eso no se le puede llamar perfección, usted tiene un serio problema mental. Sonreí y cerré los ojos para caer en un profundo sueño.